A sus 94 años, mi abuela partió de este mundo, por una enfermedad que jamás imaginó.
En Chiapas hay víctimas de COVID-19 que no caben en las gráficas. La abuela está entre quienes no tuvieron una prueba que confirmara el contagio. No hay un número destinado para ella. La abuela falleció después de casi dos meses de haber pasado la fase aguda de esa enfermedad.
Su cuerpo ya no está en aquella casa antigua de la costa chiapaneca. Queda de ella una fotografía colgada en la sala, queda ella en los recuerdos que evoca una iguana asoleándose en el tejado, en el patio donde el olor a leña invade, mientras en la olla se cuecen los tamales que acompañarán su novenario.
Nueve días después de su muerte la familia se reunió, hijos, nietos, bisnietos... Nos abrazamos, lloramos, reímos con nuestro dolor. La abuela ya no está, y el sonido del acordeón que tocan en la ventana lo recuerda. Su ausencia se siente en el olor a incienso, a flores, en el aroma que despiden veladoras encendidas. Su ausencia llena todo.
Ella sigue rondando por entre mis recuerdos de cuando era niño, y de ese que soy ahora. "Coman bien porque ahí viene la calamidad", nos decía, como profetizando que este tiempo llegaría.
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Septiembre 2020
Isaac Guzmán Arias Derechos Reservados. © | Chiapasparalelo