Regadera
Adrián Chávez Llevaba tres días sin bañarme ―desde la última vez que hablé con Carla― cuando me decidí a salir del departamento. El plan original era morir obeso y sepultado de basura, pero pronto mi propio olor comenzó a resultar mal cómplice para el suicidio pasivo. Al tercer día resucité de entre los islotes de ropa sucia, las botellas, los libros tirados, mis bocetos inconclusos, las bolsas de fritanga y las latas de atún, para dirigirme a la regadera sumido en un sopor como saliva mañanera. Esa noche había tenido otro sueño inconveniente. Carla, de la mano de un sujeto […]