Madres de Ayotzinapa hacen escuchar su voz para clamar justicia
Angélica Joselyn Soto
Hoy, día 42 desde su desaparición, María Elena Guerrero mantiene una búsqueda constante de su hijo de 19 años, Giovanni Galindes, estudiante de la escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, en Ayotzinapa, Guerrero.
María Elena es madre de uno de los 43 normalistas que fueron agredidos abordo de un autobús por policías municipales y el grupo criminal “Guerreros Unidos”, el pasado 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, mientras “boteaban” para mejorar las instalaciones de su escuela.
Como ella, 30 mujeres más (madres, hermanas, abuelas y parejas) conforman la comisión de familiares de Ayotzinapa. Son campesinas, amas de casa, maestras, empleadas e indígenas. Como sus hijos, están acostumbradas al campo, al trabajo diario, a la tierra árida, a los tiempos difíciles y a la resistencia.
“No tenemos miedo. No confiamos en el gobierno. No vamos a parar hasta encontrar respuestas. Nosotras podemos dar la vida (por ello)”, son las frases puntuales que María Elena dice a Cimacnoticias y quiere que se escriban.
Desde septiembre pasado, relata María Elena, ellas (las madres) no duermen en sus casas, no ven diario a sus familiares, abandonaron sus actividades cotidianas, viajan cada semana a esta capital, encabezan marchas –las de mayor convocatoria en lo que va de la gestión del jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera–, y repasan el camino donde desaparecieron 43 estudiantes y tres de sus compañeros fueron asesinados.
Pese a que ninguna de las madres se asume como vocera, María Elena decide contar su historia, la de las madres, “porque también tenemos voz, porque podemos expresarnos, porque es importante que la sociedad sepa lo que nosotras sentimos, porque todas y todos tenemos que hablar”.
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