Lideresas coloniales en Tapachula, un ejercicio con cualidades de altruismo y cuidado

. Cortesía: Price Travel.

*La investigadora destacó que valorar a las mujeres como agentes del cambio social y protagonistas del propio desarrollo, más que como agentes de apoyo, es una tendencia generalizada en países latinoamericanos  

Por Redacción Alexandra Díaz

Aki Kuromiya, investigadora en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología (CIESAS), Unidad Sureste, analizó las prácticas y discursos de mujeres lideresas locales en la gestión política de una colonia perteneciente a Tapachula, en su artículo “Liderazgos femeninos en la gestión política local de la ciudad de Tapachula, Chiapas: discursos y prácticas de poder”.

Realizó un trabajo de campo y una serie de entrevistas a las y los habitantes de la colonia Villa Morada*, así como a las mujeres identificadas como lideresas de la comunidad, con el objetivo de demostrar cómo expresan discursivamente su rol en la política, cómo lo practican y, de qué forma el imaginario de las cualidades femeninas se expresa en sus discursos y prácticas.

La investigadora expresó que en México y en otros países de América Latina son frecuentes los programas de gobierno que apoyan económicamente a las familias de bajos ingresos, uno de ellos es el programa Prospera, antes llamado Oportunidades, el cual ofrece recursos a familias mexicanas para fortalecer su alimentación, salud y educación.

Dijo que una de las características de este programa es que las mujeres no son solo las encargadas de recibir el beneficio, sino que son vistas como las “principales promotoras del desarrollo social”, es decir, el gobierno aspira a que las mujeres tomen el papel de “constructoras de su propio destino” y el de su familia.

Ante esto, la investigadora cuestionó la “corresponsabilidad” que se le da al género femenino, ya que a través de esto se refuerza el papel tradicional de cuidadoras naturales en su familia e incluso en su localidad. De esta manera, se asume que es propio de ellas una actitud altruista.

Kuromiya afirmó que esta corresponsabilidad esperada por el gobierno es aceptada por las mujeres lideresas como una oportunidad para buscar equidad de género en la política local, pues creen que, mediante ello, adquieren el poder para tomar decisiones que afectan a su entorno y a ellas mismas.

Sin embargo, las lideresas locales son intermediarias y se encargan de poner en contacto a la comunidad con el Estado para recibir satisfacciones a sus demandas o recursos económicos.

La investigadora destacó que valorar a las mujeres como agentes del cambio social y protagonistas del propio desarrollo, más que como agentes de apoyo, es una tendencia generalizada en países latinoamericanos.

Kuromiya expresó que las mujeres lideresas en la colonia Villa Morada se mostraron entusiasmadas por ser agentes de cambio en la toma de decisiones que afectan a sus familias, a sus casas, a la colonia y a ellas mismas.

“En este sentido, pareciera que la tecnología política tuvo un éxito, pues se naturalizó el liderazgo femenino en la vida cotidiana de las mujeres, haciéndoles creer mediante ese mecanismo que su calidad “natural” puede aportar a la política local” apuntó en la investigación.

La investigadora dijo que estas mujeres asumen su rol tradicional en la gestión política local haciendo énfasis en que sus maneras de hacer política son más novedosas y democráticas que antes, refiriéndose a cuando los hombres ocupaban los cargos de líderes, porque ellas mismas se identifican cualidades que han sido asignadas a las mujeres: altruistas, equitativas y sensibles.

La colonia Villa Morada fue construida para la reubicación de damnificados del huracán Stan, ocurrido en 2005, considerado como uno de los desastres más grandes en la historia de Chiapas, el cual dejó a más de 40 municipios dañados, afectaciones en bienes materiales y personas desaparecidas.

En 2007 la colonia Villa Morada se convirtió en uno de los asentamientos más grandes de Tapachula, con una población de 6 mil 460 habitantes y más de dos mil viviendas edificadas, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2010. Sin embargo, 300 de ellas fueron desocupadas porque a muchos y muchas beneficiarias no les gustó la zona o las viviendas que se les otorgaron.

La investigadora afirmó que, durante el trabajo de campo realizado en la colonia, notó una falta de alumbrado público, avenidas para los autos, agua potable, pocos servicios de transporte público y fallas constantes en el suministro de electricidad.

Trabajo de campo: las mujeres lideresas

Tapachula
Foto: Cortesía

A través de las entrevistas realizadas a las y los ciudadanos, la investigadora identificó a las mujeres lideresas de la colonia, las cuales se encontraban distribuidas en tres polígonos: Rocío y Juana en el polígono uno, Perla en el segundo y, en el tercero, Magdalena y un comité de mujeres.

Rocío era maestra de cocina y corte de confección en los talleres del gobierno municipal t promovió la instalación de equipos deportivos, reparación en instalaciones eléctricas de viviendas, así como en tapas de drenaje. Solicitó que se realizara una campaña para la expedición de actas de nacimiento de manera extemporánea y, en 2014, cuando la investigadora realizó el trabajo de campo, estaba solicitando al gobierno un taller de elaboración de compostas dentro de las viviendas, con la intención de iniciar pequeños huertos que al cultivarse pudieran venderse, y de esta manera, generar mejores condiciones económicas para las y los habitantes.

Rocío dijo que se mudó a la colonia para ayudar a los y las ciudadanas a salir de la condición económica en la que se encontraban y lograr cambios en la política del pueblo porque según ella, Juana, la otra lideresa, estaba cometiendo “muchas transas”.

Rocío disputa la legitimidad de ser líder con Juana, lanzándole críticas a su trabajo y calificándolo como indebido. Dijo que Juana cobraba cincuenta pesos para emitir una carta de comprobante de domicilio como “presidenta de la colonia” pero, expresó que nadie fuera de la instancia correspondiente puede hacer dicho trámite y menos cobrar.

Kuromiya enfatizó que Rocío trata de legitimizar su liderazgo a través de su insistencia en la equidad, sin esperar una recompensa por ello. Dijo que esta es una manera de respaldar la importancia de ser “cuidadora” y “altruista”, expresiones asociadas al papel de la mujer.

Por otro lado, Juana era ama de casa y dueña de una tienda de abarrotes con concesión de LICONSA, quien señaló que su cargo fue asignado por el gobierno federal, pues era la presidenta local del programa Cruzada Nacional contra el Hambre, mediante una adjudicación oficial por parte de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL).

Estuvo presente en la asignación y entrega de las viviendas gratuitas, ya que desde antes del huracán Stan, asumió el cargo de lideresa local.

Perla del polígono dos, se dedicaba a vender hot-dogs y tortas en un carrito y, según sus datos socioeconómicos, contaba con una economía precaria que sin el apoyo gubernamental sería difícil mantenerse estable. Promovió en su zona el programa Piso Firme y Techo Reforzado, se encargó de solicitar y negociar el mejoramiento del servicio de agua al gobierno municipal y al comité de agua potable del municipio, logrando que el suministro se expandiera de dos a tres veces a la semana, cuando antes llegaba solo una vez. Con su gestión política el servicio de recolección de basura comenzó a operar una vez cada quince días, logro que sus vecinos y vecinas destacaron, ya que ninguno de los otros polígonos contaba con ese servicio.

La investigadora afirmó que de acuerdo a sus “informantes del polígono”, la lideresa pudo realizar esa tarea por estar afiliada al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Sin embargo, Perla no lo mencionó.

Magdalena, presidenta del comité encargado del polígono tres y ama de casa, dijo que en una reunión con los y las vecinas, se tomó la decisión de formar un comité, en el cual, con la posibilidad de elegir a hombres, solo se eligieron mujeres. Proceso que destacó “como una muestra de cómo debían realizarse la elección y las gestiones políticas en forma democrática”.

Así mismo, destacó que todas las decisiones se toman dentro del polífono con las y los vecinos.

Kuromiya expresó que Magdalena insistía en la importancia de actuar de forma honesta y democrática, situación que podría tener relación con una experiencia del pasado, pues al momento de solicitar la vivienda gratuita en la colonia Villa Morada, tuvo que pagar 3 mil 500 pesos al líder local, para que este le hiciera una carta que afirmara que era su vecina como “un favor personal”.  Ya que Magdalena debía comprobar que la casa que habitaba era de su padre, sin embargo, no tenía cómo comprobarlo y la institución le pidió esa carta como alternativa.

La investigadora destacó que la lideresa asociaba el género masculino a una figura de corrupción y jerarquización y, por el contrario, asumía que una mujer significaba un cambio que aportaba a la comunidad, con una “democracia de verdad”.

Alcances del liderazgo femenino

Kuromiya afirmó que el papel femenino en las lideresas no se percibía como algo impuesto, sino que se trababa de un ejercicio con cualidades de altruismo y cuidado, reflejado en la “confianza” que sus vecinos y vecinas les daban. Papel que les permitía adquirir un poder local en sus polígonos.

“Surgió en ellas una imagen de mujer ligada a los valores democráticos de participación y equidad, ya que sabían que esa era la imagen deseada por el gobierno y que les permitía negociar el acceso a los apoyos”, expresó la investigadora.

Kuromiya consideró que ellas perseguían sus propias expectativas e intereses en la política como agentes del desarrollo social y, durante la búsqueda de solucionar los problemas cotidianos de la comunidad y sus habitantes, lograron mejorar la confianza en ellas mismas, obtener legitimidad y poder local.

Dijo que, de esta manera, las lideresas se empoderaron de forma positiva al actuar en el contexto que les rodeaba. Ejercicio visto como una práctica no controlada por hombres, quienes, a lo largo de la historia, se han impuesto “universalmente como poseedores del poder” y administradores de la política local.

La investigadora afirmó que asumir el rol tradicional de mujer es una herramienta política por parte de las lideresas, pues lo usan en su discurso para obtener ventajas: consolidar su legitimidad y facilidad para acceder a recursos.

Expresó que los discursos que postulan una democracia equitativa basada en la cualidad de las mujeres como cuidadoras y altruistas son una “estrategia útil” y su “técnica de gestión local está lejos de encarnar su discurso”, ya que aunque las lideresas dijeron que no recibían ninguna remuneración económica por su trabajo, las personas que solicitaban un apoyo les contribuían con algo.

Las y los habitantes de Villa Morada decían que “les daban algo para que pudieran seguir trabajando de forma correcta y se atendiera su necesidad”. Para ellos y ellas contribuir con dinero, agua, crédito para celular o algún tipo de papelería, significaba que las lideresas seguirían trabajando a favor de la comunidad.

Kuromiya concluyó que, cuando las mujeres asumen el papel de servidoras de la comunidad, expresan una forma de legitimar y consolidar el poder que recae en ellas, como una herramienta que les permite tomar decisiones políticas sobre las necesidades personales o de la comunidad. Mientras que el control que tienen sobre los recursos como intermediarias, las posiciona en una situación “privilegiada” frente al resto de la sociedad.

*La investigadora modificó el nombre de la colonia, así como el de sus entrevistadas, para mantenerlas bajo anonimato.

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