M’uthe, la Sirena, y la gestión del agua

M’uthe, la Sirena, y la gestión del agua
Foto: Pie de Página

*Esta nota fue realizada por Pie de Página, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.


En San Pablito, Pahuatlán, los otomíes gestionan el agua mediante redes comunitarias y rituales a la Sirena. La festividad de la Santa Cruz revela su organización autónoma, donde grupos familiares y territoriales mantienen tomas de agua, siendo un ejemplo de resistencia indígena frente a la marginación

Texto y fotos: Iván Pérez Téllez

PUEBLA. – Por lo general, cuando se habla de pueblos indígenas y de comunidad, se considera un grupo homogéneo, como una unidad. Entre los otomíes de San Pablito, Pahuatlán, la gestión del agua propone un buen ejemplo de cómo operan ciertas unidades sociales intermedias que no son la comunidad en su conjunto.

Vivir entorno al agua

San Pablito es un pueblo otomí de artesanos y migrantes. La gente que vive en el pueblo se dedica principalmente a la elaboración y comercialización del papel amate, aunque también manufactura artesanías variadas con ese papel de origen prehispánico, además de bisutería de chaquira y textiles. Antiguamente eran milperos y cacahuateros. El recurso hídrico es fundamental para su labor de amateros. Se requiere mucha agua para cocer las fibras de amate —lo cual se hace en grandes pailas de acero— y para lavarlas en repetidas ocasiones hasta que las fibras están listas para ser maceradas sobre una tabla de triplay y elaborar así el papel de 40 × 60 centímetros que suelen comercializar. Eso genera una gran contaminación, pues las aguas contienen sosa cáustica y diversos químicos de los colorantes que utilizan para ablandar o teñir las fibras, o cloro para blanquearlas. Las aguas residuales, por cierto, no reciben ningún tratamiento.

La importancia del agua es manifiesta; por ello, su gestión obedece a la iniciativa de distintos grupos. En principio, las personas se organizan de manera territorial, ya sea por secciones, barrios o parajes, aunque también ocurre de manera familiar. Cada grupo se encarga de construir y dar mantenimiento a su “toma”, la cual puede incluir varios depósitos de agua. Por lo general, un grupo de personas se organiza para comprar un terreno donde se encuentran manantiales, para de ahí captar el agua y posteriormente distribuirla por medio de mangueras de plástico —que no pocas veces hacen uso de los postes de luz y de teléfono para elevarse—, para que llegue directamente a las casas otomíes.

La fiesta de la Santa Cruz

Esta forma de organización es particularmente visible durante la festividad de la Santa Cruz, que se realiza cada año el 3 de mayo. Para esta fecha, los distintos grupos acuden a la iglesia a bendecir sus cruces, que posteriormente colocarán en los depósitos que posee cada una de las tomas de agua. Si bien existe un depósito principal —ahí donde se capta el agua del manantial—, hay otros depósitos secundarios en distintos puntos del caserío a los que se les debe colocar su cruz. Los manantiales principales se encuentran en pequeñas cañadas llenas de álamos, y los escurrimientos crean un ecosistema singular de exuberante vegetación, aún en tiempo de secas. Ahí se localizan las principales tomas de agua.

El 3 de mayo, los grupos otomíes llegan hasta estos sitios cargando las cruces nuevas, acompañados por músicos de Costumbre que tocan sones durante todo el recorrido, pero sobre todo en el depósito principal, donde además se baila después de haber dispuesto las ofrendas al pie de la cruz. La comunidad en su conjunto, sin embargo, representada por las autoridades civiles de la Junta Auxiliar de San Pablito, sube al cerro tutelar a colocar también una enorme cruz de aproximadamente 15 metros en el cerro-manantial, a título del pueblo en conjunto. Los cuetes, las flores y las ofrendas no faltan, pero no se trata de un Costumbre propiamente dicho. No hay figuras de papel recortado, ni lo encabeza particularmente un bädi o chamán, aunque, de manera más discreta, es posible ver que algunas personas, casi de manera particular, llevan recortes de papel amate, predominando las cruces azul agua.

Ese día, después de escuchar misa y haber bendecido las cruces nuevas, los otomíes realizan una pequeña convivencia en la casa de alguna persona que en ese momento sea representante del comité de agua, integrado por presidente, secretario y tesorero. Posteriormente, se encaminan a las partes más altas del poblado —el agua cae por gravedad— y, durante el trayecto, realizan paradas en depósitos secundarios de su misma toma o en las cruces que se encuentran en el camino, hasta llegar al depósito principal. Una vez ahí, disponen discretas ofrendas que consisten en comida y bebida —mucho refresco, dulces, pan—, se baila al son de violín, quinta y jarana, y se honra así a cada depósito.

Organizar lo común

San Pablito está dividido en tres secciones: la primera tiene tres depósitos-manantial, la segunda dos y la tercera tres. Cada uno de estos depósitos abastece aproximadamente entre 100 y 200 familias. El pueblo cuenta con cerca de cuatro mil habitantes. En la actualidad, debido al crecimiento poblacional, el pueblo se ve obligado a depender también de ocho tomas que provienen del vecino estado de Hidalgo.

Detrás de esta actividad ceremonial, tan generalizada entre los pueblos indígenas y vinculada en principio a la cruz cristiana, se asoman algunas formas de organizar lo común, así como una cosmología singular. Entre los otomíes de San Pablito, es posible vislumbrar una relación de reciprocidad con la Sirena, la verdadera dueña de este vital líquido, así como formas autónomas de gestionar y abastecerse de agua, amén de algunas formas de establecer relaciones recíprocas entre humanos y no humanos.

Por lo general, una persona se encarga de realizar las funciones ceremoniales; puede ser un bädi, para que hable y agradezca “al dios del agua por los favores recibidos durante el año y porque nunca faltó agua”. A esta divinidad otomí se le suele nombrar M’uthe o Sirena, aunque también suelen llamarle Xunphö Dehe, es decir, “muchacha mestiza del agua”, pues se considera que es una mujer joven no otomí la dueña del agua. La Sirena es un ser múltiple; son, en realidad, muchas Sirenas a las que se les celebra ese día —como múltiples son los grupos que reconocen la labor de las Sirenas—. Así, por medio de esta actividad ritual, operan formas de organización que no son la comunidad en su conjunto, que matizan la idea de unicidad y apelan a lo múltiple y a relaciones más complejas de lo que imaginamos.

Los otomíes son autónomos en muchos sentidos. Desafían las limitaciones que les imponen la marginación, la exclusión o el racismo para construir opciones propias. La migración o el autoempleo son algunas de estas formas de autonomía. La gestión del agua exhibe otra más, donde la organización de unidades que no son la comunidad en su conjunto trabaja y gestiona el agua para sostener la vida otomí. En el paisaje otomí de San Pablito, las mangueras de plástico se ramifican y se multiplican en todo el poblado hasta formar un paisaje particular, conectando así el cerro y los manantiales, y estableciendo relaciones entre los humanos y las Sirenas.

No comments yet.

Deja una respuesta

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.