Solo sobrevivirán los propagadores del periodismo puro

Solo sobrevivirán los propagadores del periodismo puro
Foto: El Muro
*Esta nota fue realizada por El Muro, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.
- Réquiem para la periodista Avisack Douglas Coronado, asesinada en el ataque armado contra el equipo de campaña de Xóchitl Tress, candidata a la presidencia municipal de Rodríguez Clara, Veracruz, donde trabajaba como jefa de prensa
En las regiones de México las ciudades son chicas y los narcopolíticos se disputan el poder como siempre lo han hecho, con las armas. En ese claroscuro siempre hay periodistas sacrificados: unos son daños colaterales, otros puestos en peligro por sí mismos, otros en la mira sin saberlo, otros siendo eso que dice Elías Canetti, superviviente es quien, tras haber estado en el camino de la muerte, haber conocido muchas muertes y haber estado entre los caídos, sigue vivo.
Porque en esas zonas de México (como en Rodríguez Clara, en la Cuenca del Papaloapan esta vez, otra vez ), el soberano no es el Estado, es el poder del narco con sus negocios, con sus empresas fachada, con su lavado de dinero en obra pública, con sus políticos aspirantes a jefes de plaza, con la policía municipal bajo su mando, con sus ganaderos coludidos en lo sucio financiando labores altruistas, con su propia prensa, los que ejercen el control sobre quien vive y quien muere, sin mediaciones.
Ahí no hay “periodismo puro”. Ese de manual ético que tanto gusta en las metrópolis llenas del ruido con sus coberturas de “la gran agenda mundial”. En las regiones no sirve ese catecismo periodístico que es muy valorado como escuela para las financiadoras gringas o europeas, que dan sus dólares o sus euros y son útiles para vivir la vida cómoda desde una ciudad muy lejana de los pueblos en llamas.
En las regiones de México solo hay colegas buscando como llevar comida a su casa. Saltando entre calles angostas entre un asesino y otro; entre trabajar en la jefatura de prensa de una campaña de la viuda de un expresidente municipal asesinado por narcotráfico, y que su leyenda negra la relaciona con el peor de los gobernadores veracruzanos o en la jefatura de prensa de una Secretaría de Salud, donde la Auditoría Superior de la Federación detectó desvíos millonarios en la Cuenta Pública de otro gobernador infumable; ejemplo sumario de colegas que por necesidad o adaptación prefieren no ver que siempre han estado en la cueva del lobo, entre un corrupto y otro, sin saber nunca cómo manejar la muerte del prójimo, la segregación y el propio duelo.
En las regiones los reporteros son desechables. Los políticos primero, los narcopolíticos después y los cárteles desde hace varios años han sabido propagar la omerta, el plata o plomo, el “la prensa sirve para tapar la mierda como los gatos”, que instauró en el sur el exgobernador veracruzano Fidel Herrera.
En medio de las armas o el “amigo diputado”, los periodistas ejercen su trabajo con censura, mal pagados, explotados con dos o tres o cuatro patrones para alcanzar la quincena que pague una ida al cine, juegan al emprendedor con medios de comunicación chiquitos, que muchas veces son únicamente ellos mismos con un celular sin una agenda propia, con convenios de dinero público, donde casi siempre se trata de tirar incienso y callarse la boca o perderlo todo.
Lo que hay en las regiones son colegas expoliados de información por los periodistas consagrados del centro del país, que se llevan los premios, los viajes, el prestigio y extienden miserablemente de muchas maneras la hipótesis represiva del poder, eso que Michel Foucault dice en la Genealogía del Racismo, la propagación de periodistas lejanos con poder pastoral que normalizan y medicalizan tanto la precarización como la guerra interna del país que vivimos.
En las regiones el periodista lo determina el pueblo chico, la comunidad cercana, no es una abstracción sesuda de redes sociales. El periodista no es el viajero consumado, el conferencista, el opinador amortajado por su pensamiento de izquierda o de derecha, los enemigos no son imaginarios. Es el que cubre el asesinato del día por una nota pagada en 20 pesos y esa información que no llega a las conferencias mañaneras de ningún Tlatoani favorito.
En las regiones los periodistas no distinguen entre ser voceros de un gobierno, de un narco o eso que alguna vez alguien venido de fuera les anunció: “el periodismo es un servicio”. Eso que un valiente que viaja a una zona de guerra en una camioneta blindada les vino a decir mientras jugaba a salvar reporteros de provincia.
Pero los reporteros en las regiones, no pueden. No hay como. En México los periodistas son asesinados por trabajar en el culo del mundo, con las personas incorrectas, con una sociedad que simula, pero sabe quiénes son los narcos. Porque en las regiones de México, la vida del periodista se parece muy poco a lo que dice Kapuściński sobre que “los cínicos no sirven para este oficio”, el método periodístico en las regiones requiere muchas dosis de cinismo, pagar el precio sin heroísmo frívolos, exige cosas jodidas como negociar, lidiar, escuchar a criminales.

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