“No a la violencia, sí al perdón”: comunidad de Cerocahui honra a jesuitas a tres años de su muerte

“No a la violencia, sí al perdón”: comunidad de Cerocahui honra a jesuitas a tres años de su muerte
Foto: Raíchali
*Este trabajo fue publicado originalmente en Raíchali que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación.
Alrededor de 4,000 personas asistieron a la ceremonia, que contó con la presencia de familiares, decenas de comunidades indígenas, habitantes de Cerocahui y autoridades estatales que llegaron en helicóptero sólo a la misa.
Karla Quintana / Raichali
A tres años de los homicidios de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales “padre Gallo” y Joaquín Mora Salazar “padre Morita”, del guía de turistas Pedro Palma y el joven beisbolista, Paúl Osvaldo Berrelleza Rábago, la comunidad de Cerocahui realizó una misa conmemorativa e inauguró un oratorio comunitario en su memoria. La jornada fue nombrada por los organizadores como el “Tercer Aniversario de la Alegría”, y contó con la participación de más de alrededor de 4,000 personas.
La conmemoración inició el pasado jueves 19 de junio con una caravana en la comunidad de Pitorreal, municipio Bocoyna, lugar en el que en 2022 encontrados los cuerpos de los jesuitas y de Pedro Palma.
La conmemoración continuó hacia San Rafael, Bahuichivo, la Ermita llamada Paso de la Virgen, hasta llegar a la parroquia de Francisco Xavier, de Cerocahui, en el municipio de Urique.
Durante toda la noche llegaron más comunidades rarámuri para bailar y acompañar a los jesuitas, a Pedro y a Paul, a elevar su alma y llegar a su última morada. Este año, de acuerdo con las costumbres rarámuri, es el último nutema (alimento a los difuntos) para acompañarles en su camino. Los siguientes años serán para recordarles

El altar de la parroquia de San Francisco Xavier, dónde se ofició la misa celebrada por 15 sacerdotes jesuitas y diocesanos, es el mismo lugar donde los sacerdotes fueron asesinados junto con Pedro Palma.
En el acto también se recordó a Paul Osvaldo Berrelleza Rábago, joven beisbolista de la comunidad que fue secuestrado junto con su hermano Antonio ese mismo día. Días después encontraron el cuerpo de Paul Osvaldo y su hermano logró escapar y sobrevivir.
Estuvieron presentes familiares del padre Javier Campos, representantes de comunidades indígenas, organizaciones civiles, habitantes de la región y autoridades estatales.
Horas antes de la misa del viernes 20 de junio, llegaron en un helicóptero, Gilberto Baeza Mendoza, secretario de Salud; Enrique Rascón Carrillo, titular de la Secretaría de Pueblos y Comunidades Indígenas; y Gilberto Loya Chávez, secretario de Seguridad Pública Estatal.
Durante la ceremonia, el obispo Rafael Sandoval Sandoval recordó que los cuatro asesinatos se suma a otros casos de violencia en el país. “Paul, Pedro, Joaquín y Javier han sido asesinados. Son como un signo de los cientos y miles de personas que están en fosas, de casos de desaparición, y de un contexto nacional complejo”, señaló.
El obispo compartió una anécdota relacionada con la labor pastoral del padre Javier: “Cuando hacían confirmaciones en Urique o en Guapalayna, todavía a las 12 o 1 de la mañana estaban celebrando la misa. Yo le decía a Javier que no fuera tan ‘negrero’. Es que era un hombre que amaba a Dios en el hermano”.
También expresó que, desde su perspectiva, “Joaquín y Javier viven en el corazón de la gente sencilla”, y destacó que la comunidad ha encontrado múltiples formas de mantener viva su memoria. Aseguró que “su vida coincidió con su muerte, porque murieron amando”.
Durante la ceremonia, las y los asistentes repitieron en conjunto la frase: “No a la violencia, sí al perdón”.
Por su parte, el jesuita Jorge Atilano, encargado del sector social de la Compañía de Jesús, recordó que este caso forma parte de un escenario nacional más amplio.

“También queremos recordar que la sangre que aquí se ha derramado, junto con la de tantas personas desaparecidas y afectadas por la violencia, es parte de lo que estamos viviendo en el país. Llevamos más de 120 mil personas desaparecidas y cada día son asesinadas 90 personas. Esa sangre que se derrama es la que hoy también recordamos”.
Al concluir la misa, las y los asistentes se dirigieron a un oratorio, un espacio de oración que fue bendecido como parte de la conmemoración. Este lugar fue dedicado a la memoria del padre Luis Gerardo Lara, fundador de esa parroquia, así como a la de de Joaquín Mora y Javier Campos.
El diseño del oratorio estuvo a cargo de la arquitecta Karla Gallardo, originaria de la ciudad de Cuauhtémoc, y permanecerá como un sitio de recogimiento espiritual para la comunidad.
El espacio resguarda objetos personales, vestimenta, fotografías y testimonios sobre la vida y labor pastoral de los sacerdotes. Está abierto a la comunidad como un lugar para conservar memoria sobre los hechos ocurridos y el trabajo realizado por los misioneros en la Sierra Tarahumara.
La comunidad rarámuri reconoce, desde su cosmovisión, que los hombres tienen tres almas y las mujeres cuatro, por lo que al morir cada alma debe ser acompañada con una ceremonia. En ese contexto, se han realizado conmemoraciones anuales desde el asesinato de los sacerdotes.
El viernes pasado, a las 15:00 horas replicaron las campanas de todos los templos del país, incluida la parroquia de Cerocahui.

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