La CHUR: resistencia indígena contra el despojo

*Este trabajo fue publicado originalmente en Lado B que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación.


Texto y fotos: Sofía Pontiroli

Feliciano ya no puede caminar por las calles de Tlaxcalancingo como lo hacía antes. El trayecto que acostumbraba recorrer con sus animales, entre tierras libres y cielo abierto, hoy se convirtió en un camino lleno de obstáculos. Autos de lujo aceleran sin mirar, el polvo que levantan hace toser y lagrimear los ojos; las banquetas no existen, y a veces ni siquiera hay por donde pasar.

“No podemos pasar. Ni caminando. Nosotros estamos acostumbrados a caminar, a ir con nuestros animalitos cruzando los campos –afirma suspirando–. Las nuevas camionetas están acostumbradas a ir a mucha velocidad. Nos dejan en una nube de polvo. En tiempos de lluvias, se pasan los charcos a toda velocidad. Nos dejan bañados en lodo y agua sucia”.

Tlaxcalancingo es un pueblo en el corazón de San Andrés Cholula, un municipio conurbado de la capital poblana, y Feliciano ha vivido ahí toda su vida. Antes, el sonido de las campanas y los cohetes acompañaba la vida diaria. El polvo era parte del paisaje, mas no un problema.

Pero en la última década, las inmobiliarias, con el aval de los gobiernos estatal y municipal, desarrollaron grandes residenciales que poco a poco comenzaron a desplazar a los pobladores originarios de sus tierras y a privarlos de sus recursos.

En 2018, el gobierno municipal aprobó un programa de desarrollo urbano sin tomar en cuenta a los pueblos indígenas ni sus necesidades, que incluía la construcción de vialidades de 40 metros de ancho, que atravesarían el territorio de varias comunidades de San Andrés Cholula.

Y es en ese contexto de abuso y despojo cuando nace la organización Cholultecas Unidos en Resistencia (CHUR), que resume la lucha de siete pueblos indígenas –San Andrés Cholula, San Bernardino Tlaxcalancingo, San Antonio Cacalotepec, San Francisco Acatepec, Santa María Tonantzintla, San Rafael Comac y San Luis Tehuiloyocan– contra los desarrollos inmobiliarios particulares que prometen comodidad para foráneos, pero destruyen la vida de comunidades que han existido ahí por miles de años.

“Se escuchó mucho que [las inmobiliarias] les quitaban los terrenos y no les pagaban. A veces las empresas ya habían hecho las casas, ya hasta las habían vendido y los dueños de esos terrenos nunca recibieron un pago. Los presionaban para firmar un contrato, y ahí les ponían una cláusula: una vez firmado, es porque ya les habían terminado de pagar. Desgraciadamente, nunca lo hacían”, recuerda Feliciano, integrante de la CHUR.

Muchas de las familias poseen un pozo en sus casas, que excavaron en el momento de su construcción. Pero durante los últimos años, muchos de los conocidos y familiares de Feliciano tuvieron que gastar sumas elevadas de dinero para excavar más a profundidad sus pozos: más de 25 metros para encontrar el agua.

“Bueno, en sí todos tenemos pozos. En 2023, tuvimos que rascarlo cuatro veces, porque nomás ya no encontrábamos el agua. Por eso nos quedó a 25 metros. Y así como nosotros, ese año también escuché que varios vecinos estaban rascando sus pozos. Porque ya no tenían agua”, dice Feliciano.

A pesar de que la zona cuenta con abundante presencia de agua, sobre todo subterránea, su disponibilidad en el acuífero que abarca a San Andrés Cholula bajó más del 50% tan sólo de 2016 a 2023, debido al crecimiento urbano, como lo documentó La Jornada de Oriente.

“Lo que sacamos de los pozos es agua natural. Agua de veneros. Le llamamos agua potable a lo que nos venden, lo que extraemos del subsuelo es agua natural”, explica Fortunato, habitante de San Bernardino Tlaxcalancingo y también integrante de la CHUR. Se trata de agua que la gente usa para tomar, bañarse, lavar los platos, regar los campos, abrevar el ganado, entre otras cosas.

La organización

Roberto, quien se considera activista desde los 16 años y suma 53 años de experiencia en activismo social y ambiental, fue uno de los primeros en unirse a la iniciativa de la CHUR. En 2014 fue perseguido político del gobierno estatal de Rafael Moreno Valle y el presidente municipal de San Andrés Cholula, Leoncio Paisano –preso en 2021 por desfalco–, quienes pretendían impulsar un proyecto turístico en la zona arqueológica de Cholula.

“Este es el antecedente de la CHUR. Precisamente en el 2018 se libera mi proceso judicial, y me dan la libertad absoluta. Así que decidí integrarme a la organización por la defensa del territorio que se mantenía en San Andrés Cholula”, recuerda Roberto.

Durante su proceso judicia, tuvo que dejar su casa, su familia y su pueblo para refugiarse con diferentes amigos de otras comunidades. Fue un periodo complicado. Estaba aislado, encerrado la mayoría del tiempo, solo, esperando que sus amigos regresaran del trabajo para tomarse un café y platicar un poco. Sin embargo, fue un periodo de mucha introspección; y después del aislamiento, formar parte de una organización para salvaguardar sus tierras le hizo recuperar las fuerzas para seguir luchando.

Fue durante una protesta contra el ayuntamiento de Cacalotepec y la inmobiliaria que desarrolló la zona residencial Lomas de Angelópolis, Grupo Proyecta, en octubre del 2018, cuando Roberto y Facundo se conocieron y, así como ellos, los pueblos comenzaron a entender que necesitaban unirse. San Bernardino Tlaxcalancingo, San Antonio Cacalopepec, San Andrés Cholula y San Rafael Comac decidieron seguir con la lucha, pero ahora en comunidad, después se les unirían los demás pueblos.

La primera asamblea fue organizada a mediados de diciembre de 2018, en el edificio de la expresidencia auxiliar de San Antonio Cacalotepec. Un salón ejidal, al principio vacío, que pronto reunió a más de 30 personas, todos representantes de los pueblos originarios del municipio.

Una de esas personas fue Teódulo, amigo de Roberto, quien recuerda que ahí se eligió el nombre de la organización: Cholultecas Unidos en Resistencia, CHUR. Se establecieron varios estatutos fundamentales, por ejemplo que los miembros, al unirse, no deben participar en la vida política partidista ni en debates religiosos. Finalmente, se definieron los objetivos de lucha, principalmente la defensa del territorio y sus recursos naturales; y oponerse a la privatización del agua y de la basura.

“Entonces, por eso decidimos entrar a organizarnos como pueblos, como comunidades. Empezamos a entendernos y a observarnos: somos pueblos que tenemos un origen desde antes de la llegada de los españoles. Quizás en el pasado se nos hizo caer en la vergüenza de nuestro origen. Y por eso mismo nos negamos, ¿no? Negamos mucho el origen que tenemos –afirma Roberto–. Por lo tanto empezamos a auto-reconocernos como pueblos originarios o pueblos indígenas. Porque esos somos”.

Integrantes de la CHUR.
Foto: Sofía Pontiroli

Territorio e identidad

En San Andrés Cholula no solamente ha cambiado la manera en que obtienen el agua Feliciano y sus vecinos. La fruta y la verdura que antes podían cultivar libres, sin químicos, ahora ya no tienen espacio para crecer, porque los campos están siendo sustituidos por edificios y residenciales.

“Maíz y tomate, chiles, calabazas, flor de calabaza, etcétera. Éramos autosustentables. Y eso no les viene bien a los gobiernos, porque no vamos a comprar sus productos. Antes la alimentación era sana porque no utilizábamos ningún pesticida, químico que ahora se usan solamente para producir más y más”, dice Feliciano.

La hija de Fortunato también lamenta que su familia, como muchas otras, ya no puede sembrar ni criar animales, porque ya no tiene el espacio para hacerlo: “Nosotros ya no tenemos ganado o cultivos. Tuvimos la fortuna de volver a comprar otros espacios, pero perdimos la tradición de sembrar. Estamos cerca de la ciudad: no sé si es una maldición o una bendición, porque eso nos hace dedicarnos a otras cosas”.

Pero quizás lo que más duele a la población no es solamente lo que ya no se ve o no se come: también duele lo que ya no se escucha. La música de las fiestas y celebraciones del pueblo, los cohetes, las risas fuertes.

“Algo pasó con la iglesia: vinieron a pedir que ya no toquemos campanas, porque hacen demasiado ruido. Estas son costumbres que tenemos desde nuestros orígenes. Y los que vienen acá a pedirnos de ya no mantenerlas casi no son extranjeros, son mexicanos de otras ciudades”, dice Feliciano, con la mirada fija, como si estuviera recordando el sonido de las campanas que ahora ya casi no se escucha.

Según el artículo 29 de la Ley de Derechos, Cultura y Desarrollo de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de Puebla, “los Pueblos y Comunidades Indígenas tienen derecho social a practicar y revitalizar sus tradiciones y costumbres”. Impedir que estas comunidades toquen sus campanas, celebren sus fiestas o mantengan vivas sus expresiones culturales, representa una violación a un derecho reconocido por la ley.

Uno de los miembros de la CHUR a lado de un pozo seco.
Foto: Sofía Pontiroli

Otra cosa que ha cambiado es la seguridad. Con la llegada de más personas, también llegó el aumento de la violencia. En los últimos años Feliciano ha visto crecer el consumo de drogas, y escuchado rumores sobre trata de personas: cosas que antes no existían en su comunidad.

“Cuando empezaron a construir más fraccionamientos, con la escuela, los edificios… igual también aumentó la delincuencia. Nosotros estamos bien organizados, y detuvimos en parte la delincuencia. No el gobierno, aunque era su trabajo”.

Los vecinos instalaron cámaras, cerraron calles, comenzaron a vigilar con rondines nocturnos. “Y no es solamente que lo hacemos sin remuneración, sino también el riesgo que implica”, afirma Feliciano con la voz firme de quien no se rinde. Su pueblo, Tlaxcalancingo, es uno de los primeros que se unió a la iniciativa de la CHUR en 2018, y gracias a la organización, todavía está resistiendo a la gentrificación pero cada vez con menos espacio, con menos sonido, con menos tierra.

Una lucha para la humanidad

Facundo, habitante de San Antonio Cacalotepec y miembro de la CHUR desde sus inicios, cuenta como la expansión urbana está acabando con los cultivos y la vida silvestre, incluyendo los ajolotes, una fuente de alimento tradicional para la comunidad, y una especie en peligro de extinción. La contaminación del aire y del agua también está aumentando, disminuyendo lentamente la calidad de vida.

“Lo que estamos haciendo es defender nuestra tierra del cambio climático. Esto no se está haciendo nada más en México. En todo el mundo hay gente que está consciente y está tratando de cambiar las cosas a nivel global. ¿Para qué? Pues para tener un planeta un poquito más durable. A lo mejor esas personas dicen, al final solamente afectó a una comunidad. Pero no es cierto. Están afectando a todos, a todos, a todos”. Facundo hace una pausa, y con el dedo señala el paisaje. “No se ven árboles, no se ve nada: hicieron un ecocidio”.

La lucha de los pueblos cholultecas contra gobiernos y empresas privadas “no es nada fácil, pero tenemos la conciencia de querer seguir conservando nuestra tierra y aquí andamos, aquí seguimos en la lucha, hasta donde no sea posible”.

Urbanización en Cholula. Foto: Sofía Pontiroli

“Nuestra lucha no se trata simplemente de terquedad –continúa Facundo–. Es que estamos viendo la posibilidad de existir más tiempo, de vivir más tiempo con nuestras descendencias. Esta es nuestra preocupación, ¿sí? –explica–. Cuando no tengamos nuestras tierras, cuando sea todo pavimento, no va a haber agua. Y cuando no hay agua, no hay vida. ¿Cómo vamos a vivir, cómo?”.

Del reconocimiento a la acción colectiva 

Para contrarrestar los desarrollos inmobiliarios de la región, durante 2025 los integrantes de la CHUR se organizaron, aprendiendo más sobre las leyes que los amparan. Tras invertir tiempo y recursos, lograron diseñar un programa de desarrollo urbano, de movilidad, ecológico y territorial, alternativo al del gobierno, considerando las necesidades de los pueblos y del territorio.

El programa fue presentado al gobierno municipal, que solicitó una revisión por parte de tres de las más prestigiosas universidades de Puebla: la Universidad de las Américas (Udlap), la IBERO y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

Aunque dichas instituciones analizaron y aprobaron el programa de la CHUR, el gobierno no ha mostrado interés en implementarlo, por lo que el pasado 22 de mayo la CHUR realizó una protesta, y ahí acordaron que el Ayuntamiento hará una nueva contrapropuesta, que se debatirá a finales de agosto.

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