Hondureñas y hondureños salen a votar, entre la injerencia internacional y un estado de excepción.

Elecciones en Honduras. Foto: Isabel Mateos

 

Lleva la delantera el Partido Nacional, con Nasry «Tito» Asfura

El proceso electoral ocurre atravesado tanto por un estado de excepción prolongado como por una creciente injerencia internacional que ha escalado en días recientes.

Después del golpe de Estado de 2009 y de una dictadura de doce años, la población hondureña ejerce, por segunda vez, su derecho a la democracia. La salida de Juan Orlando Hernández (JOH) del gobierno nacional llevó a que el pueblo votara por un gobierno de oposición, encabezado por Xiomara Castro, quien se presentaba con una ideología de izquierda.

Estas elecciones se desarrollan bajo un estado de excepción impuesto desde 2022 y ratificado meses antes de los comicios. El gobierno de la presidenta Xiomara Castro anunció que dicho estado de excepción finalizará el próximo 27 de diciembre del año en curso. Esto, de alguna manera, blinda el resultado electoral, favorezca o no al gobierno actual.

Desde las 6:00 a.m., más de 20 mil Juntas Receptoras de Votos (JRV) fueron instaladas en los centros educativos asignados y validados por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Los paquetes electorales habían comenzado a enviarse días antes, custodiados por militares, quienes resguardarán el proceso electoral hasta el final y trasladarán los votos a su destino.

La Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), que se utilizará por segunda vez consecutiva en este país centroamericano, será el sistema mediante el cual, por medio de escáneres y custodios informáticos capacitados por el CNE, se digitalizarán todas las actas una vez que los encargados de las JRV contabilicen voto por voto. Este sistema fue actualizado por una empresa colombiana que, hasta días antes de las elecciones, no había logrado comprobar que funcionara correctamente, de acuerdo con información del CESPAD.

Aunque cinco partidos compiten por el poder, solo tres figuran entre los primeros lugares según los resultados de las elecciones primarias celebradas en marzo pasado: Nasry “Tito” Asfura, del Partido Nacional; Salvador Nasralla, del Partido Liberal; y Rixi Moncada, del Partido Libre, quienes se perfilan como los favoritos de los votantes.

En esta ocasión, la población hondureña vive una polarización política extrema, luego de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, incitara públicamente a votar por el candidato del Partido Nacional, quien busca la presidencia por segunda vez. En su primera publicación, Trump recomendó a los hondureños votar por dicho candidato para “quitar del poder” a quienes calificó como “narcocomunistas”, término utilizado desde sectores del gobierno estadounidense para referirse a la presidenta Xiomara Castro. En su segunda publicación, Trump no solo volvió a recomendar el voto, sino que planteó la posibilidad de indultar a Juan Orlando Hernández, expresidente hondureño acusado en Estados Unidos por delitos relacionados con el crimen organizado.

Durante los últimos años del gobierno de JOH, miles de hondureños abandonaron el país buscando una vida mejor en Estados Unidos. Caravana tras caravana cruzaron Chiapas con la consigna “¡Fuera Juan Orlando Hernández, fuera JOH!” y avanzaban por el asfalto mexicano denunciando la grave situación económica y de seguridad en un país dominado por el crimen organizado desde las cúpulas del poder político y económico.

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En este contexto, la política migratoria estadounidense influye directamente en el clima político hondureño porque cientos de miles de familias dependen de decisiones tomadas en Washington. Cambios como la suspensión del TPS, el aumento de las deportaciones y el endurecimiento de la persecución a migrantes impactan de forma inmediata en Honduras, uno de los países con mayor tasa de migración en la región. Estas medidas se convierten rápidamente en un factor de presión política y emocional entre votantes que tienen familiares en tránsito o viviendo en Estados Unidos. Uno de los casos más conocidos fue el de una joven estudiante hondureña que, a pesar de que un juez determinó que podía permanecer en el país, fue deportada a Honduras por agentes del ICE. Situaciones como esta complican aún más el tránsito de la población migrante joven hondureña que buscan nuevas oportunidades, escapando de un país donde la pobreza, el desempleo y la corrupción imperan, y donde las élites económicas mantienen fuerte control.

 

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Cabe mencionar que, pese al apoyo público en redes sociales del presidente estadounidense hacia Tito Asfura, solo ha sostenido reuniones con Salvador Nasralla, aunque no lo menciona en ninguna publicación. La desafiante injerencia extranjera en unas elecciones tan importantes para Honduras condiciona el resultado. A tan solo tres días de los comicios, el nombre de JOH vuelve a ponerse sobre la mesa. El joven sistema electoral hondureño tambalea entre problemas técnicos, como fallas en los aparatos biométricos de identificación ciudadana, tecnologías sin pruebas completas para un conteo digital anticipado y dudas sembradas por poderes externos.

En estas elecciones se espera la participación de más de 400 mil jóvenes que por primera vez integran el padrón electoral. Según diversas instituciones, será este voto joven el que podría definir el próximo gobierno. Son jóvenes que han crecido con poca confianza en las instituciones, con el deseo de encontrar empleos dignos y esperanza de vivir en un país sin violencia ni corrupción.

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