CESMESCA-UNICACH: laboratorio de sonidos, lenguas y resistencias

CESMECA/UNICACH traza nuevas rutas en el estudio sobre las culturas urbanas
Foto: UNICACH

**Tras una década, el grupo de investigación regresa recargado para presentar el libro «Etnorock II, diez años después»


Por Paulina Castro

San Juan Chamula, Oxchuc y Zinacantán se han posicionado como referentes del Etnorock a nivel nacional. Desde estas comunidades, la música ha dejado de ser solo una expresión artística para convertirse en una herramienta de convivencia, identidad y crítica social.

Así lo plantea Martín de la Cruz López Moya, investigador del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA), de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), quien ha dedicado parte de su trabajo académico a analizar los procesos creativos urbanos en torno a la música y otras expresiones culturales.

El investigador ha centrado su atención en el concepto de Etnorock, el cual —sostiene— permite cuestionar el enfoque centralista de los estudios culturales, tradicionalmente anclados en las grandes urbes del país. En contraste, López Moya destaca cómo las ciudades medias y territorios rurales también producen pensamiento, arte y cultura.

Desde hace más de tres décadas, distintas expresiones como la música, la pintura, la fotografía, el grafiti o el hip-hop han sido herramientas para narrar la vida cotidiana en contextos urbanos y rurales. «Todo el planeta está urbanizado, porque está intercomunicado», explica, al referirse al auge de las culturas urbanas y su capacidad para dialogar a escala global.

El etnorock, comprende las vivencias de la actualidad entre los jóvenes indígenas. Cortesía: Radial314.

La música como forma de acción colectiva

De acuerdo con el investigador, las primeras bandas de etnorock en Chiapas surgieron como respuesta a eventos sociales y políticos que marcaron a las juventudes indígenas. Estas agrupaciones encontraron en la música un espacio para representar sus luchas, emociones y aspiraciones, utilizando tanto el español como lenguas originarias.

El Etnorock se compone de canciones creadas por jóvenes de distintas localidades, en sus idiomas originarios. Hablan desde lo social hasta lo íntimo. Su estilo fusiona géneros como el rock, rap o hip-hop, explicó López Moya.

En su libro Etnorock, el académico detalla cómo este género vivió un boom tras el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, cuando las juventudes comenzaron a generar narrativas propias desde la música.

En San Cristóbal de Las Casas, uno de los centros culturales más activos de la región, han surgido bandas reconocidas dentro y fuera del estado:

  • Sak Tzevul (Relámpago blanco)

  • Yibel Metik Balamil (La raíz de nuestra tierra)

  • Lumaltok (Niebla en la tierra)

  • Uyuj (Animal espiritual)

  • Vayijel (Animal guardián)

  • Yochob (Inframundo)

  • Ik’al Ajaw (El señor negro)

  • Xkukav (Luciérnaga)

Estas agrupaciones se han convertido en referentes de una nueva generación que apuesta por recuperar el uso de las lenguas originarias y resignificarlas desde escenarios musicales contemporáneos.

“Etnorock. Los rostros de una música global en el sur de México”. Foto: Arturo Novelo

Romper con los estereotipos desde la música

López Moya, junto con los investigadores Efraín Ascencio Cedillo y Juan Pablo Zebadúa Carbonell, propone que la música en el sureste de México se convierta en objeto de estudio, no solo por su riqueza estética, sino también por su capacidad de romper con estigmas y narrativas coloniales que suelen asociar a las culturas indígenas con el atraso o la pasividad.

Desde el CESMECA, esta línea de investigación se incorpora a los programas de Maestría y Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas. El objetivo, explican, es abrir caminos a nuevas reflexiones que den cuenta de los procesos creativos juveniles desde una mirada crítica e intercultural.

Este tipo de estudios no solo ayudan a entender lo que está pasando en Chiapas, sino que también permiten imaginar otras formas de convivencia, creación y participación, afirma López Moya.

El académico concluye con una invitación a reflexionar sobre lo que consumimos musicalmente: “Cada canción tiene una narrativa. Escuchar con conciencia también es un acto político”.

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