Explosiones para el Tren Maya destruyen viviendas en Yucatán

Explosiones para el Tren Maya destruyen viviendas en Yucatán
Fotos: Iván Aguilar

*Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación. 


Las explosiones de una constructora proveedora del Tren Maya han dañado decenas de viviendas en Xcucul Sur, Yucatán. Los Pobladores exigen reparaciones mientras denuncian grietas, techos colapsados y noches en vela por las detonaciones. La empresa reconoce el uso de dinamita, pero evade responsabilidades

Texto: Herbeth Escalante y Cuauhtli Laguna
Fotos: Iván Aguilar

YUCATÁN. — A pocos metros del parque, un grupo de pobladores de la pequeña comunidad maya de Xcucul Sur sostiene una acalorada discusión con dos representantes de la empresa Adobe Constructora y Consultoría S.A. de C.V., a quienes les exigen que detengan sus explosiones y paguen las reparaciones de sus casas.

“Solo queremos vivir en paz”, exclamó un adulto mayor de esta comisaría del municipio yucateco de Umán, ubicado en la periferia de Mérida, la cual lleva más de 25 años atrapada en una zona de bancos de extracción de materiales pétreos que se utilizan para grandes obras de infraestructura de Yucatán y el sureste.

Aunque los habitantes reconocen que se acostumbraron a vivir con el ruido de las maquinarias pesadas que “taladran” el suelo kárstico, la situación empeoró hace un mes cuando los obreros de Adobe detonaron dinamita a escasa distancia de sus viviendas.

Muchas se cimbraron, presentan cuarteaduras en las paredes y columnas, se cayeron pedazos de los techos y azulejos de los baños, y ahora se filtra el agua en las habitaciones. Pero lo que es peor, no pueden vivir con tranquilidad, ya que no saben en qué momento volverá a ocurrir una nueva explosión.

Tren Maya: el megaproyecto detrás de la dinamita

Luis Pool muestra los daños a su vivienda

Julio Pool, quien se presentó ante los vecinos de Xcucul Sur como gerente de Construcción de la empresa, reconoció que los materiales que extraen en el sitio se los venden a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para la obra de construcción del ramal del próximo tren de carga del Tren Maya, que conectará a Poxilá, Umán, con Mérida y el puerto de Progreso.

Apenas en abril pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum estuvo en Yucatán para poner en marcha los trabajos de construcción de esta infraestructura de servicio de carga, obra en la que el Gobierno federal invertirá 25 mil millones de pesos.

En esa ocasión, dijo que dicho ferrocarril permitirá potenciar el sureste del país y transportar de manera eficiente lo que se produce en esta región. Además, presumió que los encargados de su construcción serán los ingenieros militares, quienes, según enfatizó, “son los mejores del mundo”.

Fue precisamente ese proyecto el que atrajo a la empresa Adobe Constructora y Consultoría a Xcucul Sur, en donde encontraron el Banco Zamudio, sitio que consideraron como idóneo para extraer el material pétreo que necesitan los militares.

Con los explosivos, explicaron, logran obtener en dos días la misma cantidad de material que pueden extraer con el trabajo de 20 días de maquinaria pesada. Se ahorran costos y tiempo.

Durante el encuentro con los pobladores, Julio Pool abundó que le pagaron una fuerte cantidad de dinero en la renta de ese espacio al Banco Zamudio, empresa que consiguió la concesión de 2.5 hectáreas de uso común de las tierras ejidales de dicha comisaría. El problema es que no les advirtió que el pueblo nunca autorizó el uso de dinamita, ni mucho menos que pudieran realizar voladuras a 20 metros de sus casas.

La junta se realizó con la intención de llegar a un acuerdo, pues mientras los habitantes presionaron para detener las explosiones y que les reparen las afectaciones, los representantes de Adobe pidieron que les den permiso de “trabajar solo una semana más” en la cantera.

«Ya nos queremos salir del banco, pero ya está invertido el dinero. Solo queremos que nos dejen trabajar las últimas tres voladuras, no más, y el próximo sábado nos salimos. No será cerca, nos alejaremos, serán explosiones más pequeñas, tenemos la capacidad de medir la intensidad para ya no perjudicarles más», intentó convencerlos con voz de berrinche Andrés Meza, el joven encargado de la Logística de Adobe, quien en todo momento se justificó diciendo que el Banco Zamudio nunca le informó de los conflictos con el pueblo.

«¿A ti te gustaría que exploten bombas al lado de tu casa?», le cuestionó una mujer, quien dijo que sus nietos se espantan con el ruido y luego no pueden dormir.

«El daño ya está hecho, nuestras casas están resentidas, hay cuarteaduras. Debieron investigar antes de entrar al banco, antes de meter sus maquinarias y bombas», agregó otro vecino de Xcucul Sur, quien recalcó que el pueblo no va a permitir que sigan las detonaciones.

La discusión acabó cuando uno de los afectados, Luis Alfonso Pool, abrió las puertas de su casa para que dichas personas pudieran constatar los daños provocados por las voladuras, principalmente en su techo. Cotizó que la reparación le costaría 23 mil pesos, dinero que no tiene, no le alcanza con la venta de leña.

“Mi techo se empezó a caer poco a poco, le cayó un pedazo a mi hijo cuando estaba durmiendo. El material se venció por las vibraciones y le cayó en la cabeza. Gracias a Dios no fue grave y no tuve que llevarlo al hospital”, relató.

Mientras los encargados de la empresa tomaban nota, Luis les recalcó que es insoportable el ruido y que todos se asustan cuando la puerta de tambor empieza a retumbar.

“Lo mínimo que tienen que hacer es pagar la reparación de mi techo”, sostuvo mirándolos de frente, mientras dichos hombres bajaban la mirada.

«Mi casa se convirtió en un cerro de escombros»

Al señor Faustino Calderón le fue peor. Hace unos años recibió uno de los regalos más significativos de su vida: su madre, ejidataria, le entregó un espacio de terreno en Xcucul Sur para que pudiera forjar su futuro, construir su hogar y el de sus hijos.

El tiempo apremiaba. Con el sudor de su frente y dos años de trabajo duro, juntó dinero suficiente para construir lo que imaginaba sería su patrimonio: una sala de 5 por 5 metros, dos cuartos de 4 por 4, una cocina y un baño. No era un lujo, pero sí era suyo, un lugar para vivir con dignidad.

“Mi plan era venir a vivir tranquilamente aquí, criar mis animalitos, hacer mis sembradíos, cuando de repente me entero de que esa gente ya había demolido mi casa”, exclamó con la rabia de saber que no recuperará su patrimonio, mientras mostraba algunos restos de vigas en esa montaña de piedras.

Contó que una mañana, sin previo aviso, la maquinaria pesada invadió su predio y ese sueño se convirtió en escombros. Faustino no recibió notificación alguna. Simplemente llegaron y comenzaron a destruir. Cuando se enteró, ya era tarde. La casa que levantó con mucho esfuerzo fue demolida por completo para abrir paso a un camino hacia la cantera de Banco Zamudio.

En solo seis meses, ese terreno pasó de ser una promesa de un futuro mejor a un terreno atravesado por la maquinaria de una industria que ni siquiera se detuvo a mirar lo que pisaba.

Lo que desapareció no solo fueron las paredes. Los 190 mil pesos que invirtió representaban las extensas jornadas de trabajo, sacrificios personales y esperanzas sembradas en cada ladrillo.

Faustino aún se pregunta cómo fue posible que irrumpieran así, como si su vida valiera menos que la piedra que buscan extraer. Insiste: redujeron un proyecto de vida, una herencia familiar y lo que representaba su derecho legítimo a vivir en paz en la tierra que le pertenece, a un cerro de piedras y material de desecho.

Hoy, Faustino Calderón no solo exige justicia, exige ser escuchado. Su testimonio es un grito por los que ya no tienen casa, por los que la están perdiendo y por los que aún creen que es posible vivir sin ser atropellados por el avance de los megaproyectos como el Tren Maya.

Detonaciones sin cesar

En menos de 90 días, las 2.5 hectáreas de monte que colindaban con las casas de los pobladores de Xcucul Sur fueron devastadas totalmente por la maquinaria de Banco Zamudio, con la intención de levantar una nueva cantera y por la premura de dotar de material de construcción al nuevo tren de carga.

A sus 74 años de edad, Rubén Ortiz Alvarado cuenta que hace más de dos décadas la comunidad quedó rodeada de bancos de materiales, bajo el consentimiento de anteriores comisarios ejidales que quisieron ganar algo de dinero por las tierras en donde no se repartieron parcelas.

Dijo que recientemente el dueño de la cantera se quiso “agandallar” con cinco hectáreas, pero finalmente, en una fuerte discusión en una asamblea ejidal a la que tuvo que llegar la Policía, únicamente le autorizaron explotar la mitad de las tierras de uso común.

“Todo esto era monte, pero sorpresivamente metieron maquinaria y crearon un tercer banco. En dos días amontonaron todas las piedras que ven aquí. El problema es que este nuevo banco está muy pegado a las casas y empezaron a usar dinamita”, explicó.

Entrevistado en un escenario desértico, justo cuando el sol pega más fuerte, don Rubén confiesa que por muchos años la gente se acostumbró al ruido de las otras canteras, pero lamentablemente, dijo, con el fenómeno del Tren Maya hizo “boom” la demanda de los materiales de construcción y, ahora, la maquinaria se acercó más y más a sus hogares.

“Empezaron a trabajar noche y día, día y noche, me imagino por la fiebre del sascab que quieren entregar a la Sedena para el ramal del tren. Quieren mucho sascab, miles y millones de toneladas”, sostuvo, al hacer referencia a este tipo de material de construcción de origen maya, que consiste en tierra blanca, rica en caliza.

Dijo que los pobladores de Xcucul Sur “tenían que aguantar los martillazos”, no había de otra, porque tiempo atrás aceptaron ceder ese terreno a Banco Zamudio. Sin embargo, recalcó que el acuerdo principal era que no detonarían bombas.

Agregó que hace un mes empezaron las explosiones, las cuales, en sus palabras, sacuden sus casas de una forma despiadada y sin misericordia. Dijo que eso solo se puede explicar por su ambición de dinero.

Su vivienda está a 20 metros de la cantera, por lo que fue de las primeras en sufrir daños estructurales, ya que las voladuras se realizaban a cualquier hora, en la mañana o en la tarde.

Al averiguar qué era lo que estaba pasando, se enteró de que la empresa Adobe es la que ahora se encarga de la extracción de materiales. Por eso los buscó, para recalcarles que el compromiso era que no utilizarían explosivos. “No quiero vivir con los pelos de punta, quiero que el pueblo esté tranquilo, como estaba antes”, exclamó.

Dijo que los cerca de 500 habitantes de Xcucul Sur están dispuestos a soportar el ruido de la maquinaria, pero no van a permitir nuevas detonaciones.

“Sabemos que este mundo no es para gozar, venimos a sufrir, ¡pero no de tal magnitud! Pedimos que tomen medidas, porque nosotros podemos reaccionar; si ellos vuelven a hacer algo indebido, nosotros nos levantaremos en violencia”, advirtió.

Por lo pronto, la maquinaria ya abandonó el banco, al parecer porque inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) acudieron al lugar a colocar sellos de clausura. Todo apunta a que la devastación de la vegetación para crear esa nueva cantera fue ilegal.

En donde antes había monte, ahora hay enormes huecos.

Los costos del progreso

El antropólogo Charles Gaillard Rivero constató que tras un mes de explosiones en esa nueva cantera en Xcucul Sur, ya se logra ver el agua turquesa del manto freático yucateco. Parece una laguna en medio de la destrucción y el polvo.

“Hay bancos de materiales que cuando ya no pueden expandirse en su superficie, entonces solicitan permisos a las autoridades ambientales para obtener extractos húmedos, es decir, para excavar cuatro o seis metros del manto freático”, explicó.

Charles está realizando una investigación para su doctorado en Ciencias Sociales sobre los impactos socioambientales del Tren Maya en las comisarías de la zona metropolitana de Mérida. Como parte de su trabajo de campo, se encontró con el fuerte problema de las canteras instaladas en las comunidades de Xcucul Sur, Tanil, Tebec y Ticimul, todas pertenecientes al municipio de Umán.

Abundó que desde finales de la década de los 90, esa zona ha sido utilizada para proveer de materiales de construcción a los grandes proyectos de desarrollo en la península de Yucatán, como la autopista Mérida-Cancún, la modernización de la carretera a Campeche, la ampliación del Puerto de Altura de Progreso y, más recientemente, el Tren Maya, ahora con su servicio de carga.

En el caso específico de Xcucul Sur, en los últimos 25 años se han levantado cuatro canteras, pero desde el 2024, dijo, familias de empresarios han presentado permisos a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para tratar de cambiar el uso de suelo de las pocas hectáreas de monte que quedan, para pasar de tipo forestal a explotación de material pétreo. Es decir, deforestar nuevamente para levantar otro banco de materiales.

“Lo poco que queda de monte está bajo presión y ambición. Según dicen, después de 10 o 15 años de explotación van a reforestar estos terrenos, pero nadie vigila eso. Aquí hay cuatro bancos de materiales y no podemos entrar a conocer en qué condiciones están. En este último ya llegaron hasta el manto freático, porque en pocos meses lo destruyen todo”, advirtió Charles Gaillard.

El investigador social abundó que desde el 2021, con la alta demanda de materiales de construcción, se ha observado este tipo de problemas a lo largo de los mil 554 kilómetros del Tren Maya, en donde se instalan bancos de extracción que provocan daños materiales y anímicos a los pobladores de las comunidades indígenas.

Las irregularidades flotan en medio de permisos otorgados por dependencias de diferentes órdenes de gobierno, desde la Semarnat con el cambio de uso de suelo forestal, los ayuntamientos que autorizan los trabajos, la Sedena con la regulación de explosivos, entre otros. Además, cada vez es más difícil acceder a los Manifiestos de Impacto Ambiental (MIA).

“Lo peor es que todas estas empresas obtienen muchas ganancias y la población local solo se queda con los daños que provocan. No quieren cooperar ni dejar un beneficio para ellos, a pesar de que las zonas de explotación se encuentran a menos de 100 metros de sus viviendas”, abundó Charles Gaillard.

Criticó que, con el uso de explosivos, se afecta la calidad de vida y el ánimo de la gente, ya que los empresarios llegan a las comunidades sintiendo que tienen todo el poder y el derecho de explotar un territorio que antes era una selva, y ahora es un enorme hueco.

Una inversión millonaria

Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum dio el banderazo de salida de los trabajos de construcción del tren de carga, informó que en la primera fase se levantarán terminales intermodales en Poxilá (Umán) y Progreso en Yucatán, así como en Cancún, Quintana Roo, y Palenque, Chiapas.

Además, en Yucatán se construirá un libramiento ferroviario y dos ramales entre Mérida y Progreso, que representarán 70 kilómetros de vías férreas, de las cuales, 40 serán nuevas.

La mandataria explicó que se conectará con el Puerto de Altura de Progreso, el cual también se está ampliando a 80 hectáreas para triplicar su capacidad de operación, y se vinculará con el Tren Interoceánico para transportar mercancías.

“Permitirá que el sureste tenga más desarrollo de lo que se ha logrado, dará un potencial enorme para que lo que se produce en el sureste pueda tener una transportación eficiente posible”, recalcó Sheinbaum.

Y precisamente para que la obra pueda avanzar, se está extrayendo material de las comunidades mayas de Umán. Se trata de una millonaria derrama económica que atrae a empresas constructoras de otros estados del país, como sucedió con Adobe.

Tras el conflicto con los pobladores de Xcucul Sur, Andrés Meza, encargado de la Logística de esa compañía, declaró que se van a retirar de la comunidad, porque su intención no es perjudicar a nadie. Sin embargo, recalcó que no se harán cargo de las afectaciones de las viviendas.

“No somos de Yucatán, vinimos buscando un espacio para poder trabajar y lo único que queríamos es desquitar lo que le pagamos al señor Zamudio, pero no se va a poder”, declaró resignado e interrumpió el recorrido que realizaba con los pobladores.

No visitó ni la tercera casa afectada y con trabajo se despidió de la gente. Así como llegó, se fue, quejándose de que perdió el dinero invertido.

“No nos encargamos de reparar los daños, vamos a hablar con el señor Zamudio y le mostraremos los problemas externados por la población. Lo que él haga, ya no es un tema nuestro, porque él es el dueño del banco”, insistió antes de subirse a su camioneta y marcharse.

No comments yet.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.