Indígenas de la selva Lacandona sin salud, educación ni caminos de acceso
Desde hace 50 años exigen atención de las autoridades
Sus abuelos participaron en el Congreso Indígena de 1974, sus padres en el alzamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En ambos movimientos exigieron salud, educación, caminos. Este 2025, indígenas tseltales de una docena de comunidades ubicadas en la Cuenca del Río Perla, en el corazón de la selva Lacandona, nuevamente se organizaron, siguen sin ser escuchadas sus demandas.
Pobladores de Amador Hernández, Guanal, Plan de Guadalupe, Ibarra, Candelaria y Pichucalco, entre otras se reunieron en esta última comunidad. Hombres, mujeres y niños, recorrieron los caminos de la selva, en medio del lodo y la lluvia. Algunos tuvieron que caminar hasta 10 horas.
Para llegar a las comunicades de la Cuenca del Río Perla hay dos vías, una caminando por la selva, la segunda es en avioneta, cuyo costo puede llegar a 5 mis pesos por persona, un precio inaccesible para quienes viven de la siembra de maíz y la cría de un poco de ganado. Prácticamente unos 15 mil tsetales de esta región viven aislados.
Este miércoles 17 de septiembre, tras discutirlo por largos meses, decidieron reunirse en la comunidad Pichucalco, para denunciar el abandono en el que viven desde que, hace más de 80 años, fundaron la región.
Sus abuelos llegaron a la selva huyendo de las fincas donde vivían como esclavos, otros provenientes de diversos estados del país, donde eran campesinos sin tierra y sin futuro. Fundaron poblados y, con el tiempo, algunos lograron obtener títulos de propiedad de la tierra de la selva, que entonces eran considerada terrenos nacionales; otras comunidades siguen en indefensión y con riesgo de ser expulsados.
Las condiciones en las que vivían en la década de los 1960 en la selva eran sumamente precarias, por lo que, en 1974, convocados por el obispo Samuel Ruiz García, participaron en el Congreso Indígena para exigir tierra, comercio, educación y salud. En ese momento, el gobierno escuchó, pero no resolvió sus demandas.
Entonces se volvieron a organizar, y en 1994, como parte del EZLN, esta región participó en el alzamiento armado para exigir nuevamente, como 20 años atrás, salud, educación, caminos para poder comerciar, trabajo, justicia, democracia, paz.
50 y 30 años han pasado desde la primera y segunda vez que denunciaron las condiciones en que viven; este mes de septiembre, nuevamente se reunieron, en el poblado Pichucalco, para denunciar que siguen sin ser atendidos.
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En Pichucalco hay un cuarto hecho con tablas y techo de láminas, adentro hay una báscula, una mesa de madera y unos anaqueles semivacíos donde hay algunos medicamentos, unos ya caducos. Un partero y una promotora de salud, indígenas ambos, son los que atienden a la comunidad, no hay médicos y desde hace más de tres años no llegan vacunas para los recién nacidos y la niñez.
Un niño llega con una herida severa en la mano, solo le limpiaron la herida y le colocaron un lienzo para cubrirle y evitar que se infecte. No se puede hacer más. La promotora de salud y el partero narran que en abril pasado murió un recién nacido, sin que pudieran hacer más que salvar a la madre.
En la región, hasta hace 7 años, los pobladores podían contactar por radio con la Secretaria de Salud y, en casos de emergencia, el gobierno enviaba una ambulancia aérea para trasladar a los pacientes más graves. En el sexenio pasado ese servicio fue suspendido igual que el traslado de vacunas y personal médico. En síntesis, los más de mil habitantes de Pichucalco no cuentan con servicios de salud; lo que se repite en el resto de las comunidades de la región.
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En la Cuenca del Río Perla hay alrededor de 5 mil niños y niñas en edad escolar. Las comunidades decidieron construir aulas y mesabancos. Se trasladaron a la capital del estado y gestionaron la matrícula para las escuelas. Formalmente existen, pero lo que no hay, son maestros.
Al inicio, autoridades educativas contrataron a jóvenes de la misma comunidad y crearon un programa llamado Plan Educativo Comunitario Intercultural (PECI) mediante el que le pagaban 800 pesos mensuales a cada joven que sabía leer y escribir, para alfabetizar a los niños y niñas de su misma comunidad; pero les dejaron de pagar.
Luego, argumentando que ningún maestro quería llegar hasta estos poblados, empezaron a contratar maestros interinos, a los que pagan esporádicamente, y esporádicamente llegan. Este ciclo escolar ningún maestro ha acudido a la zona. Los menores, literalmente, se quedaron esperando durante el inicio del actual ciclo escolar.
En la región también hay jóvenes que quisieran estudiar Secundaria, Preparatoria, Universidad. “Hay algunos padres que fueron a dejar a sus hijos a San Cristóbal, a Chalco. Por qué motivo, por qué no hay escuelas”, detalla la señora Lilia Gómez, del Ejido Pichucalco. Ellos ya son jóvenes migrantes.
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El tener caminos de acceso podría facilitar la llegada de médicos y maestros, pero eso tampoco hay en la región que se encuentra rodeada por el río Perla. Con su esfuerzo, los tseltales construyeron un puente de hamaca llamado Cristalino. Pero cada temporada de lluvia se cae. Entonces la región queda incomunicada, como actualmente se encuentra.
En el pasado proceso electoral llegaron hasta la zona candidatos y candidatas a la presidencia municipal. Ahí los tseltales les hicieron firmar un compromiso de voto a cambio de “un camino (carretera) con longitud de 17 kilómetros más 360 metros del tramo Pichucalco al ejido Candelaria)”.
Este camino permitiría la comunicación con varios poblados más, y facilitaría la llegada de médicos y maestros.
Angélica Méndez, la actual presidenta municipal, firmó el compromiso. Por ser una mujer indígena tseltal de la región, “creímos en su compromiso, creímos que por ser mujer y por ser de la zona, nos iba a comprender nuestras necesidades”, dijo una de las pobladoras.
Acudieron a votar por ella en las elecciones de 2024. Actualmente la alcaldesa ya no contesta las llamadas, “y cuando llegamos a Ocosingo a verla, nos dicen que no está”.
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Lo que viven los pobladores de la Cuenca del Río Perla se repite en muchas de las Cañadas y las subregiones de la Selva. Desde el aire este lugar luce como un paraíso lleno de ríos, lagunas, árboles de hasta 50 metros de altura. Se ven los poblados distantes unos de otros.
Ya en tierra, las casas de madera lucen impecables, los pocos utensilios de cocina cuelgan alrededor del fogón, los pisos, aun los de tierra, se muestran limpios. En cada comunidad hay una iglesia con Santos y Vírgenes vestidos a la usanza indígena.
Las mujeres destacan por sus trenzas brillantes y sus faldas y blusas adonadas con listones de colores. Cuando caminan por horas entre la selva, no manchan sus ropas, solo los pies van abriéndose camino entre un espeso lodo, pero al llegar a su destino lo primero que hacen es buscar algún riachuelo para limpiarse.
La población tzeltal destaca por dos cosas: por su buen carácter, amabilidad hospitalidad y orden; y por su capacidad organizativa. Este lugar es la cuna de movimientos que han cimbrado la estado y al país, la población es paciente, pero este mes de septiembre, advirtieron que ya son muchos años de esperar.
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Testimonios de la población de las comunidades Amador Hernández, Candelaria, Pichucalco, Ibarra, Guanal, Plan de Guadalupe y otras de la región Cuenca del Río Perla.

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