Más comercio ambulante, por favor

Eduardo Flores

 

Foto: Eduardo Flores

Foto: Eduardo Flores

El comercio ambulante es sin duda un reto para las administraciones que han visto a este como un problema y no como un síntoma. Es inherente a los procesos de urbanización en países sub-desarrollados y en vías de desarrollo como México. Son además una constante en la rutina y dinámica socioeconómica de las ciudades emergentes, sin embargo su condición ilegal se centra en los vacíos dejados por la planeación y gestión de la ciudad, incapaces de garantizar la provisión de servicios y comercios, e inflexibles para adaptarse rápidamente a la dinámica urbana.

La venta informal y muchas veces ilegal en las calles de la ciudad no responde entonces a un problema de imagen urbana, de percepción del turismo o de seguridad, es resultado de la condición económica de la ciudad, de las pocas oportunidades de empleo formal a quienes no pueden acceder al él por falta de preparación académica, técnica o de mecanismos gubernamentales que incentiven el autoempleo. Y no solo eso; que el comercio ambulante e informal se encuentre dentro de espacios públicos no previstos para esa actividad, es un síntoma de la incapacidad del gobierno de construir espacios públicos y de servicios.

Los y las vendedores ambulantes y los alimentos y productos que se venden están expuestos al sol, a lluvia y temperaturas extremas, sin contar que debido a la falta de sanitarios cercanos, las calles son utilizadas como sanitarios públicos, resultando en espacios públicos poco higiénicos. Las y los vendedores ambulantes se concentran en densidades sobre el espacio público que impiden la utilización correcta de parques, banquetas o plazas, provocando inseguridad no solo por delitos que se puedan cometer, sino porque tales concentraciones dificultan el actuar de la autoridad en momentos de crisis.

Pero no todo es malo. La venta ambulante genera una dinámica económica y social interesante en las ciudades. Primero porque emplea a un sector de la población que puede ser fuente primaria de ingreso en la familia y genera lazos de convivencia importante entre la comunidad. Si se fomenta y regula, el comercio ambulante es una oportunidad de financiamiento para generar proyectos de regeneración del espacio público a través del pago de permisos y derechos. El comercio en vía pública atrae actividad humana, y a diferencia de un centro comercial a gran escala, establece el primer contacto personal entre quienes usan el espacio público y quienes comercian.

En una época en la que el mercado marca tendencia hacia la producción artesanal no industrializada, en la que el impulso al emprendedurismo y el autoempleo es una política de estado, el fomento a la construcción de espacios públicos que integren actividad económica ambulante, no ilegal, puede ser una herramienta importante para fortalecer las relaciones humanas, la economía a baja escala, elevar la recaudación, y construir nuevos centros de comercio y convivencia soportados por zonas habitacionales de alta densidad, e interconectados entre ellos por transporte público eficiente.

Una ciudad sustentable tiene como principio básico la habitabilidad del espacio público, que se potencia cuando la sociedad camina su ciudad, disfruta de espacios públicos diseñados a escala humana, y establece relaciones comerciales y sociales en ambientes seguros, cómodos e higiénicos. El comercio ambulante debe promoverse, regularse y dignificarse. Más y mejores espacios para el comercio ambulante, por favor.

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