Definición de libro

Imagen: http://www.jorgeleon.mx

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De todas las palabras existentes en el diccionario dos son las más complicadas: universo y libro. ¿Por qué? Porque ambas abarcan la totalidad, lo infinito.

Todo lo existente, fuera de esos conceptos, es mensurable y limitado, como limitada la vida del hombre. A pesar de que los hombres y mujeres de todos los tiempos han soñado con la inmortalidad, sus vidas son segadas en cualquier instante. Por ello, la infinitud del universo es incomprensible. Para sosegar la desesperación de lo finito, el hombre descubrió el libro. Y digo descubrió porque no fue un invento sino una concesión divina. El libro es el sucedáneo de la esperanza, del ideal de la fuente de la eterna juventud, es ¡la fuente de la eterna juventud!

En el libro caben todas las palabras, pero todas éstas no alcanzan a definir la miseria y grandeza del libro, así como todos los conceptos no sirven para dimensionar al universo.

¿En qué momento se produjo el Big Bang? ¿Qué lo provocó? Nadie sabe a ciencia cierta cómo el libro comenzó y cuál fue el motivo principal. Existen cientos de teorías, pero las palabras e ideogramas que están sobre la piedra, sobre los papiros y sobre el papel amate tienen su registro más antiguo en el libro del aire y nadie, ¡nadie!, puede afirmar en qué momento el libro del aire comenzó a escribirse. ¿Quién fue el primero que redactó en esas hojas de viento? ¿Lo que llamamos Dios?

El libro entonces es la piedra, la nube, la lluvia, el aire, la putería, las diosas y los pies. ¿Alguien es capaz de decir por qué el libro es piedra, por qué es nube, por qué es lluvia? ¿Alguien es capaz de caminar por Donceles y hallar que las putitas que ahí están concentradas son libro? El libro es un jarrito, pero no es el jarrito donde todo cabe sabiéndolo acomodar (esto más bien sería como definición de vulva). En el libro todo cabe pero no hay necesidad de acomodar algo. Todo cabe, porque es como un hoyo negro invertido, donde la luz que, al inicio, fue concentrada brota con tal despilfarro, como si el mundo fuera apenas una nuez y el mar estuviera a la vuelta de la esquina. Porque el libro, también es el mar y es la esquina y es la nuez y es el mundo y es el despilfarro. El libro es el jugador de carambola, el jugador de soccer, y es el lector, el lector que, con su magia, a la hora de abrir el libro, a la hora de hacer el amor con él, prolonga los senderos de la vida, o, como decía el poeta, hace camino.

Porque camino y vuelo es el libro. Vuelo de águila, de gorrión, de cría recién nacida. Vuelo hacia el infinito, infinito vuelo.

Cuando un libro está en un estante, arrumbado sobre un mueble, es apenas como el ojo cerrado, como la boca sin palabras, pero cuando el libro toma vida, en el instante en que un lector se acerca y lo palpa y lo huele (como si fuese una vulva de quinceañera) y lo abre y lo lee, en ese momento el agua de sus páginas se derrama como se derrama el semen en el interior de una muchacha, porque en ese instante la vida engendra y se vuelve idea y se vuelve luz.

Todo lo que existe en la vida y en el sueño está concentrado en los libros, porque los libros son la condensación del universo, el universo que está en constante expansión.

El libro (como tal) se agotará en el momento mismo en que el universo diga “¡Hasta acá!”, y como si fuese un viejo sifilítico cierre los ojos y comience a contraerse con la misma velocidad con que el gamo atrapa a una pulga trepada sobre un jaguar.

El libro es el más espléndido descubrimiento del hombre. Después del fuego no hay materia incandescente más fuerte que el libro: arde, ilumina, quema, abrasa.

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