La paz no está con nosotros

Recientemente terminé un curso sobre paz y conflictos en contextos de salud y educación. Es una materia del posgrado de ECOSUR. Hemos analizado desde Galtung, el conflicto, sus resoluciones y la construcción de la paz. Si entendemos a Galtung, es imposible hablar de que la paz está con nosotros, pues es una gran tarea construirla y menos desde eso que se ha dado en llamar “arriba”.

Digo todo esto, porque desde ya algunos meses, el gobernador ha dicho que Chiapas vive en paz, y que Chiapas es otro, pues el conflicto parece ya un hecho del pasado. Debemos ser claros: la paz no es un decreto, y si bien, requiere de buenas intenciones, es un proceso constante y sonante.

No ha pasado mucho tiempo en el que el gobierno negaba el conflicto, e incluso muchos consideraban que estábamos en una guerra civil. De mi parte los argumentos han sido la de una guerra entre carteles por el control del territorio que conocemos como frontera sur. Los saldos son terribles como los miles de desplazados y desaparecidos.

Es cierto que Chiapas ha vivido o hemos vivido tiempos turbulentos, con una matriz agraria y política; que en 1994 un ejército popular tomó las armas y durante más de 14 días fue confrontado por las fuerzas militares del Estado mexicano, que posterior a ello, incluso en un contexto de conversaciones, el paramilitarismo creció, hubo cientos de desplazados, la confrontación no ha terminado, pues la estrategia de guerra de “baja intensidad”, digamos, llegó para quedarse. La militarización de Chiapas fue muy temprana: el conflicto agrario y político, más la información (negada), de que había insurgencia mexicana, provocó la llegada de más militares y la construcción del Cuartel de Rancho Nuevo, para la gente de Chiapas y que se ha organizado sabe bien que el control político va de la mano de la violencia y en particular la política.

Como hemos dicho, el caso del narcotráfico fue creciente y su presencia fue poco notoria. Desde la década de los años ochenta del siglo pasado, fue más que notoria. Sin embargo, en la medida de que creció la llamada narcopolítica y narcoenconomía, se fueron tomando rutas y posiciones de poder, que hicieron que Chiapas se volviera estratégico para los carteles, primero el llamado Cartel de Ciudad Juárez (aunque desde el llamado Cartel de Guadalajara, ya hubo presencia por lo poco vigilado de la frontera sur); Sinaloa, y a la par el Cartel del Golfo y Zetas, este grupo que se asentó en los Altos, y fue desplazado por las cédulas tsotsiles de Chamula, Pantelhó, y en la región tseltal de Yajalón, entre otras localidades.

Sin embargo, desde el el país, y del sur del continente, aparece un actor que fue tejiendo su poder y competencia al que hasta hace poco era el más importante: El Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), le hace la guerra, primero en el norte de país, y desde el sur, se alía con cédulas locales, quizá la más conocida para la entidad sea el que se llama Huistas. Su enemigo corporativo es y ha sido el Sinaloa, el del Chapo Guzmán.

Lo que vale la pena reflexionar es cómo los carteles fueron poco a poco invadiendo el espacio público y cómo se fueron haciendo muy fuertes, controlando el territorio, incrementando los niveles de violencia, determinando quién podria vivir o morir, y haciéndose de un poderoso ejército de sicarios, y de eliminar a quienes estorbaban en sus negocios. La droga de por sí es un negocio de mucha importancia, pero casi de la mano, el tráfico de armas, y sumaron trata de personas, creciendo en control de la mano de la explosión que ha venido teniendo la migación, y como tal, la extorsión, el secuestro.

Eliminaron en el año 2021, al hijo de un capo en Tuxtla los del CJNG; otro líder se pasó de un cartel a otro, pero se perdió de vista que todo eso se dio en el contexto de una lucha por el territorio, y que el Estado mexicano no tuvo -o no quiso-, la capacidad de prevención, de limitar sus acciones y que se escalara el conflicto. Una guerra entre carteteles. Las fuerzas armadas sabían quién, cómo, dónde, y sin embargo esta información solo era vista en las reuniones de seguridad, sin que pasara nada. En este país no pasa nada, es la realidad. Si algo nos caracteriza es que la impunidad, el normalizar se hace parte de nuestra realidad.

Por ello, con la llegada de la llamada nueva ERA, pensar que ya estamos en paz, con una crónica violencia, con la fuerza sin límites de los PAKAL, o la actuación de las fuerzas armadas es imposible, pero lo más importante: las condiciones que prevalecen en violencia visible o la llamada sistémica continuan, dado el discurso del gobernador, que le apuesta a una paz, que insisto, no está con nosotros.

Hay una criminalización galopante, se hacen operativos ¿selectivos? de personas que suponen estan ligadas al narcomenudeo, y las carreteras parecen que vuelven a la normalidad, pero el problema es mucho más que declaraciones. La presencia militar y la de la nueva fuerza Pakal es visible, retenes por aquí y por allá, pero los asesinatos, levantones, incluso, el predominio hoy parece tener Sinaloa, es inocultable. Ya se había adevertido que en la región de la frontera (Comalapa y Chicomuselo), Sinaloa tomaría venganza de la gente asociada a la organización MAIZ (Mano Izquierda), y nos comparten información de que así es.

Erradicar a los Carteles de un día para otro, no es ninguna tarea sencilla, abocarse a recuperar el espacio público, reducir el paso de drogas, armas, personas que son el objetivo de los Carteles, se requiere de funcionarios probos, del respeto a los derechos humanos de la población afectada, dejar de criminalizar a defensores de los derechos humanos.

La participación de la sociedad es muy importante, hoy el gobierno de la nueva ERA privilegia las redes sociales, un discurso menos belicoso y más realista, pero es el polo del discurso de la administración pasada, en donde los resultados son que las cosas siguen siendo muy delicadas.

¿Cómo hacer que construyamos una paz duradera? La implicación es colectiva, pero requiere de un cambio radical en cuanto a la justicia social, sin ella es imposible la paz. La guerra siempre está presente, la desigualdad ya no solo económica, sino desde las posiciones de la hegemonía es imposible hacer que ya no haya gente que quiera más, y ese más de por sí violento, hace que mucha gente lo haga -el más-, por la vía de la violencia. Quere un cuerpo, un espacio, un auto, prestigio no es asunto de un “trabajo”, es asunto de quererlo y si se puede con demasía, mejor. El mejor ejemplo es de la gente de MORENA, ejerció la crítica como oposición, ahora teniendo el poder, se comportan igual -o peor- muy diferentes de sus enemigos políticos, pero lo justifican, como es su silencio en estos temas: carteles, desapariciones…. No, la paz no está con nosotros.

Correo electrónico: ggonzalez@ecosur.mx

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