El patriarcado en cuatro escenas
En días recientes, México ha sido testigo de una serie de acontecimientos que, aunque parecen aislados, exponen un mismo patrón estructural: la persistencia del patriarcado en la vida política y social del país. Cuatro escenas, cuatro formas de ejercer y reproducir el poder masculino, especialmente cuando una mujer ocupa la más alta responsabilidad del Estado.
Escena 1: La muerte como lenguaje político
El asesinato del presidente municipal de Uruapan, conocido tanto por sus denuncias como por un estilo confrontativo y teatral del poder —como cuando cacheteó a policías municipales o apareció con chaleco antibalas en actitud heroica— abrió la semana.
Este hecho, perpetrado por otro hombre, recuerda que en México la disputa política sigue hablándose en clave de violencia y masculinidad armada. El poder entendido como dominio, como fuerza que se exhibe y se defiende hasta la muerte.
Escena 2: El empresariado exige “orden”… a una mujer
Tras el homicidio, líderes empresariales y políticos conservadores aprovecharon el momento para exigir orden, disciplina e incluso la renuncia de la presidenta.
No se trató solo de una crítica institucional: fue una forma de reafirmar un mandato patriarcal. A una mujer en el poder no se le cuestiona: se le regaña, se le exige, se le niega legitimidad.
El mensaje implícito es claro: si no mandas como los hombres mandan, no sabes gobernar.
Escena 3: El acoso presidencial y la revictimización mediática
En plena calle del centro histórico de la Ciudad de México, durante un trayecto oficial, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, fue acosada físicamente por un hombre. La agresión fue inmediata y evidente. Sin embargo, la violencia no terminó ahí.
Los medios reprodujeron una segunda agresión: las fotografías del momento fueron colocadas en portada, repetidas, ampliadas, escrutadas. La imagen del acoso —su cuerpo invadido sin consentimiento— se convirtió en mercancía noticiosa.
Así, se repitió un patrón habitual: primero la agresión, luego la exhibición, y finalmente la carga pública para la víctima.
En su conferencia matutina, la presidenta condenó el hecho y llamó a fortalecer las leyes contra el acoso en todos los estados del país. La respuesta política fue clara; la respuesta mediática, profundamente patriarcal.
Escena 4: La ira masculina y la añoranza del castigo
En paralelo, algunas figuras empresariales recurrieron a insultos y descalificaciones, acusando al gobierno de falta de control e incapacidad para “poner orden”.
Se exigió fuerza, mano dura, autoridad tradicional. Y en esa exigencia emergieron viejas coordenadas: el poder entendido como castigo, la ley al servicio del privilegio, la amenaza como argumento.
Incluso deslizaron reclamos fiscales personales, mezclando interés privado con ataque político. La masculinidad del poder busca proteger sus beneficios, y cuando se siente amenazada, grita.
Un mismo guión: poder, violencia y género
Cuatro episodios, una trama: el patriarcado opera como dispositivo político. Lo hace desde la violencia letal hasta la violencia mediática; desde el insulto público hasta el acoso físico; desde la nostalgia por el mando autoritario hasta la deslegitimación abierta de una mujer que gobierna.
En este clima, pensar y desmontar las formas masculinas del poder no es un ejercicio teórico: es una urgencia democrática.
Epílogo: cuando la sociedad se piensa a sí misma
En este mismo contexto, académicas y académicos de distintas instituciones hemos sostenido un simposio sobre masculinidades críticas, reflexionando justamente sobre estas expresiones del poder patriarcal y sus efectos en la vida pública.
Hoy presentamos la minuta de este encuentro como un aporte para comprender, discutir y transformar estas estructuras.
Porque para enfrentar el patriarcado no basta describirlo: hay que debatirlo, desmontarlo y construir alternativas colectivas desde la investigación, la docencia y la acción pública.








No comments yet.