La evolución de la vida de una mujer tejedora en San Juan Chamula
*López e Isunza revisaron cinco casos etnográficos mediante entrevistas y la observación participante de la vida cotidiana, la casa y la familia de cada una; Rosenda, Pascasia, Dolores, Mariela y Juana. Expertas en prendas de lana, profesan una variedad de credos religiosos, casadas, dos de ellas en segundas nupcias. El número de hijos que tenían estaba relacionado con la edad. La más joven intensificó su producción textil de alta calidad mediante la organización de su propio taller.
Silvia López López licenciada en Gestión y Autodesarrollo Indígena de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y Alma Isunza Bizuet doctora en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), investigaron a cinco mujeres de San Juan Chamula y como han llegado a ser artesanas expertas en la elaboración de prendas de uso ceremonial para los habitantes de Los Altos de Chiapas y como el proceso de producción de los textiles de lana constituye el eje de su vida cotidiana.
La observación in situ en los cinco hogares permitió organizar la diversidad de los trabajos que realizan estas mujeres en tres tipos de responsabilidades: las familiares, las de trabajo artesanal y las comunitarias. Cada actividad requiere de un aprendizaje específico; cada movimiento o actitud corporal significa la adaptación del cuerpo a cada tipo de trabajo que llevan a cabo.
López e Isunza observaron las técnicas y movimientos corporales habituales en el proceso de elaboración de tejidos son los mismos en el caso de las que tienen más edad tienen un patrón de posturas y movimientos definidos para cada labor. Pero las más jóvenes han modernizado su postura y sus movimientos en varios procesos, mencionan López e Isunza.
Las jóvenes se sientan en una silla pequeña en lugar del suelo para tejer en el telar de cintura, en el abatanado hay tres variantes posturales: presionan con las manos, apisonan con los pies o sostienen con firmeza el lienzo y lo golpean contra una piedra plana y pesada, la última es la más común pero la que provoca mayor riesgos en la espalda, consiste en que el tejido adquiera una consistencia uniforme y compacta, se logra golpeando el lienzo mojado contra una piedra plana, requiere esfuerzo y algunas mujeres terminan con lesiones en la columna.
López e Isunza encontraron que las pequeñas comienzan a tejer a partir de los 12 años, a los 18 ya elaboran una prenda completa para usar o vender, la mayoría dijo que a los 20 años ya estaban casadas con uno o más hijos; comienzan a aplicar todo lo aprendido del tejido y a vender las prendas para conseguir ingresos. Pero las mayores manifestaron que disminuye su fuerza y energía para trabajar y era más difícil con alguna enfermedad; por ello habían dejado de trabajar, aunque eso no significa que abandonaron su telar.
En cuanto a la postura corporal para dichas actividades, las niñas aprenden de sus madres o abuelas. Las más comunes para la elaboración de prendas son: arrodillarse, sentarse sobre los talones, sentarse en flor de loto, sentarse en una silla y agacharse, entre otras. Se especializan en uno o varios procesos según cada labor y eligen aquellas que les gusta hacer o las que hacen mejor.
Las actividades que realizan implican ritmos que generan cansancio y calor; para recuperarse, reposan y su descanso consiste en un cambio de labor para relajar el cuerpo. Esto es explicado a partir de dos expresiones que representan la concepción con la que se organizan: “el cuerpo manda” y “completar el día”.
La expresión “completar el día”, implica una valoración del tiempo de cada día; aprovechan bien las horas, siempre hay tareas que hacer. Aunque se sientan agotadas, manifestaron que lo que hacen es cambiar de una actividad a otra menos pesada para relajar el cuerpo. Y “el cuerpo manda”, involucra una habilidad de entender el cuerpo. En este sentido, explicaron cómo planifican las horas del día para atender sus variadas y múltiples tareas.
El tiempo que dedican al quehacer diario lo planifican a través de su intuición corporal. En cuanto a la variación de actividades, las artesanas respondieron que el cambio de una a otra se realiza dependiendo del cansancio que sienten en el cuerpo, en relación con la planificación ordenan sus labores diarias de acuerdo con el número de pedidos que tienen, mencionan López e Isunza.
A los cuatro años inicia el aprendizaje de las labores hogareñas y del tejido; deben aprender la forma correcta de vestir el traje y el buen comportamiento dentro y fuera del hogar. La madre siempre lleva a la niña, la menor observa y juega a imitar a la madre, hasta que poco a poco va tomando un lugar activo en la realización de las tareas.
El aprendizaje del tejido tiene el objetivo de que las mujeres lleguen a ser “artesanas expertas”; además, esta actividad forma parte del proceso de socialización, que involucra el desarrollo de la responsabilidad, la cooperación y la participación. Una forma de vida con valor identitario, más allá del factor económico y parte de narrativas que sólo en las familias tienen lugar.
Coincido con el comentario anterior de no haber ninguna mujer de Chamula en las fotos. De hecho, en la primera foto, tiene como título de «Artesanas de San Juan Chamula» y no lo son. Pierde seriedad este artículo, deberían tener más cuidado en eso detalles.
En las fotos no se ve ninguna mujer de Chamula. Muy pobremente documentado artículo.