El primer mundial sin Maradona

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Por Jorge Rosendo Negroe Alvarez*

En todo el mundo existe una admiración por Diego Armando Maradona, aquel “barrilete cósmico” que por lo menos alguno de nuestros compañeros de la escuela, o del barrio, querían encarnar en las cascaritas amistosas (quizá hasta fuimos nosotros). Hay quienes lo aman y quienes lo odian pero para nadie pasa indiferente. Hablo de él en presente porque su leyenda ha trascendido el cuerpo físico para volverse una figura mítica que nos recuerda las glorias y fracasos en una misma efigie.

Particularmente en México hay una especie de complicidad con Maradona, acá vino a consagrarse como un héroe de su tiempo, a incomodar a los “correctos”, a vengar simbólicamente una afrenta bélica y a demostrar que combinando tanto habilidad como mañas y trampas se puede triunfar en la vida (pensamiento tan parecido culturalmente a nuestra figura del “cábula”, que nos encanta), por lo que así se fue, cargado en brazos luego de darle la vuelta olímpica al Estadio Azteca.

Con el tiempo la fama lo envolvió, lo llenó de excesos, de lujuria y de alcoholismo, su figura cambió como su imagen, el balón pasó de estar bajo su pie a darle forma a su cuerpo, los escándalos lo consumieron y los medios de comunicación provocaron una opinión pública decadente hacia él, creando una imagen dividida: por un lado los aficionados que lo seguían fervoriosamente, por el otro los que le recalcaban sus errores por no haber seguido el “camino del orden social”, contrastado rigurosamente por figuras de su misma especie (astros del futbol) que se “portaban bien”, como Pelé.

En varias ocasiones se debatió entre mejorías y recaídas, pese a todo, su leyenda se amparaba en los logros de la cancha, incluso se llegó a hablar de dos Maradonas para mantenerle limpia la mitología, tanto del antiguo “pibe que la rompía” como del humano confundido que luchaba por salir adelante ante los ojos de sus seguidores, y tal como dice el principio barrístico “en los peores momentos es donde se demuestra el verdadero apoyo”, sus fans le mostraron tal entrega que hasta llegaron a fundar una religión a su nombre.

En el 2017 parecía que se había incorporado al camino del clientelismo corporativista, al unirse como embajador a la FIFA, el monstruo que blanquea todo lo sucio a punta de billetes, y ser un par del “buen” Pelé. Pero el gusto le duró poco, porque durante el Mundial de Rusia 2018 se le vio de nuevo haciendo desvaríos, con la mirada perdida y balbuceando incoherencias ante los ojos del mundo, esta vez ni la FIFA lo pudo salvar.

A pesar de eso, en un segundo aire de dignificación, Maradona regresó a México, buscaba levantarse de sus fracasos en su nueva etapa de Director Técnico en Latinoamérica (lo había sido antes pero en Dubai), volvió derrotado pero con aire triunfalista y llevó a dos finales al Dorados de Sinaloa, un equipo de segunda división ubicado en una región que ama el Beisbol. No pudo levantar ninguna Copa pero su figura volvió a brillar, al grado que se abrió una sucursal de la “Iglesia Maradoniana” en Cholula, Puebla.

Yo recuerdo que me encontraba en Argentina cuando “El Diego” dirigía en México, allá muchas personas seguían los partidos del Dorados en la televisión cuando en nuestro país casi nadie se preocupaba realmente por verlos. Después, Maradona regresó a su tierra natal para dirigir al “Lobo”, el histórico “Gimnasia y Esgrima” de La Plata, en la provincia de Buenos Aires, actividad que desarrolló hasta su muerte en 2020.

Qatar es la primera Copa del mundo en la era post Maradona, pero ¿Qué hubiera pasado si aún viviera? ¿Iría al Mundial o estaría “vetado” por la FIFA luego del escándalo en Rusia? ¿Le causaría nostalgia volver a los Emiratos Árabes Unidos? ¿El Emir de Qatar lo habría invitado para restregárselo en la cara a Dubai? ¿Hubiera presenciado la consagración de Lionel Messi con la selección Argentina? ¿O se hubiera quedado en Buenos Aires, bebiendo mate mientras veía jugar en streaming a sus compatriotas? Eso se los dejo a la imaginación.

 

*Doctorante en Antropología Social por la IBERO CDMX y Asistente de Investigación en la misma institución. Maestro en Estudios de Cultura y Comunicación, Interesado en los Estudios Sociales del Deporte, la Fotografía, la Música, los Conciertos y los Viajes.

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