Lavado de imagen y anestesia social

Banner Qatar Paralelo 2022.

Por Raciel D. Martínez Gómez*

Un negocio más blando que el crimen organizado, que incluso así es descrito -el poder blando-, es el lavado de imagen, también conocido como sportswashing, cuyo propósito es revertir la reputación dañada y hasta desviar la atención de problemas centrales que aquejan a determinado país (aunque el sportswashing asimismo sirve para exculpar a individuos, rescatar de oprobios a grupos y blanquear a corporaciones).

El deporte, futbol o boxeo, se ha prestado a ello gracias al poder de convocatoria y cobertura de los medios masivos de información que saturan ya en espacios especializados con programación en vivo y con contenidos a la carta.

El futbol, sin duda, es el deporte más popular en el mundo y es sostenido precisamente por una industria mediática que ve en él, no sólo una fortuna cada cuatro años, que lo es, sino un negocio redondo con todos los derivados que implica el consumo múltiple: bebidas, comida y el equipamiento que conlleva la práctica de cada disciplina. Se trata de la difusión de un estilo de vida.

Entre los más recordados ejemplos de lavado de imagen hay dos muy polémicos: el primero, las Olimpiadas de Berlín realizadas en 1936, donde Alemania era gobernada por el régimen nazi de Adolf Hitler; y el segundo, no menos memorable, fue el Mundial de Argentina 1978 donde jamás se le perdonó a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), de Joao Havelange, por su doble moral.

Y es que Havelange solapó la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina, cuando en aquel entonces el presidente brasileño durante su campaña para asumir la FIFA utilizó un argumento antirracista para repudiar la política de Stanley Rous, que admitía en la Federación a la Sudáfrica del apartheid.

Fue también Argentina 78 donde se desarrolló un mecanismo de sobornos y de entradas de dinero extraordinarias en la FIFA a través de una incipiente mercadotecnia que, no obstante, logró alcances de una proyección inimaginable en el extranjero con el patrocinio exclusivo de Coca Cola. Luego, tras investigaciones, se supo que Adidas había utilizado una empresa fachada para absorber la publicidad y sobre todo los derechos de televisión. Adidas vestía y calzaba a los equipos, pero la mina de recursos financieros fue la venta de transmisión de los partidos.

Recordemos que en la misma década de los 70, el promotor de boxeo Don King dio master class de sportswashing. Tomando como rehén la imagen en la cúspide de  Mohamed Ali, social y políticamente hablando, le promovió dos peleas mega espectaculares en países señalados como regímenes de terror. La primera fue contra George Foreman en 1974 en Zaire (hoy República del Congo) al amparo de uno de los más grandes cleptócratas de la historia, el presidente Mobutu Sese Seko. Posteriormente, Alí peleó contra Joe Frazier en Filipinas donde figuraba otra ficha del totalitarismo, Ferdinand Marcos.

En este contexto, de qué tamaño es la pasión por el futbol en todo el mundo, que su afición está inoculada para que se le escurra el sportswashing y tampoco resienta escándalos mayúsculos de corrupción de la FIFA que incluyen sobornos en Sudáfrica 2010 y millonario lucro que se hizo con la candidatura doble de Rusia 2018 y Qatar 2022 (en Sudáfrica 2010 Jack Warner condicionó el voto del Caribe a cambio de 10 millones de dólares y hasta Nelson Mandela fue utilizado por este personaje trinitario que, si lo hubiera descrito Gabriel García Márquez, hubiéramos dicho que era parte del  realismo mágico).

Tienta invocar de nuevo el espíritu de Karl Marx que, parafraseándolo, decía que la religión (el deporte) es el opio del pueblo; pero en verdad, es algo más complejo sobre todo si pensamos que, en una etapa de la civilización donde hay más pobreza y miseria, el bálsamo en muchos sentidos ha sido el deporte y más el futbol para continentes como África donde emerge un buen porcentaje de los jugadores que lucen en Europa.

Ya sabemos: Qatar no es promesa de vida eterna; todavía así, anestesia dolores históricos y emergentes. El Mundial estará bajo sospecha, sentado en un barril de pólvora. En esa dimensión se encuentra este futbol que paralizará la Tierra los próximos 30 días. Y sí, no andaba tan errado el filósofo alemán.

*Integrante del Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana.

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