En Argentina, el derecho a la educación sexual depende de trabajo voluntario docente

Ariel Paris Spataro (izquierda), profesor de inglés quien también dedica su tiempo a impartir talleres de educación sexual integral de forma voluntaria, y Maia López, estudiante de 19 años, demuestran cómo colocar métodos anticonceptivos en un taller en una escuela, en Buenos Aires, Argentina, el 30 de agosto de 2023. Foto: Lucila Pellettieri, Global Press Journal Argentina

Esta historia se publicó originalmente en Global Press Journal.

Por: Lucila Pellettieri, Global Press Journal Argentina

Ariel Paris Spataro es docente de inglés en una escuela pública de Buenos Aires, pero además dedica entre 10 y 17 horas semanales a preparar materiales sobre métodos anticonceptivos, consentimiento, violencia de género y respeto a la diversidad, así como a asesorar y acompañar a estudiantes que enfrentan situaciones de violencia o embarazos no deseados. Organiza jornadas de educación sexual integral (ESI) tres veces al año y vela por que sus colegas también incorporen estos contenidos a sus clases. Las personas que ejercen esta función son conocidas como referentes escolares de ESI.

 “Es un montón de trabajo y no se paga; a veces es difícil de sostener”, dice Paris.

 Paris es un hombre trans y reconoce que la mayoría de quienes ocupan estos roles lo hacen por convicción y militancia. “O son mujeres interesadas en la temática o somos disidencias y personas trans, y tiene que ver con buscar que nos respeten”, dice.

 En Argentina, donde el 11,5% de los nacimientos son de madres adolescentes, de acuerdo con información del Ministerio de Desarrollo Social, la ESI es obligatoria por ley en todos los establecimientos educativos desde 2006. Sin embargo, no existe una remuneración específica para quienes la imparten ni una fiscalización efectiva de su cumplimiento, por lo que el acceso a este derecho es muy desigual entre instituciones. Docentes, estudiantes y organizaciones feministas aportan trabajo voluntario y dinero de su bolsillo para mejorar y sostener el acceso a esta formación clave para prevenir violencias y garantizar derechos.

 La legislación establece que se debe promover que todas las escuelas cuenten con un equipo docente referente de ESI encargado de organizar clases anuales de educación sexual integral, favorecer que se incorporen estos contenidos en todas las materias y colaborar en el abordaje de casos de violencia, abusos o embarazos no intencionales, entre otros.

De hecho, la ESI demostró ser una herramienta útil para que infancias y adolescentes reconozcan y denuncien abusos sexuales. En 2019, entre el 70% y 80% de los niños y niñas de entre 12 y 14 años que denunciaron en Buenos Aires se dieron cuenta de que habían sido abusados después de recibir clases de educación sexual integral, según información del Ministerio Público Tutelar del Poder Judicial de la ciudad.

 También está contribuyendo a bajar el índice de embarazo adolescente, dice Rocío Sánchez, especialista en ESI y miembro de la organización Red de Docentes por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

 Según datos del Ministerio de Salud, la tasa nacional de fecundidad en esta población se redujo un 57,05% entre 2005 y 2021.

“No son pocas cosas las que hace la ESI. En las escuelas se puede hablar de abuso”, dice Sánchez. “Hay un montón de situaciones que han surgido desde que en las escuelas se puede hablar de estos temas”.

 A pesar de que Sánchez decidió no ser referente ESI debido a la precarización que representa para la labor docente, el grupo al que pertenece difunde de manera gratuita información sobre interrupción voluntaria del embarazo a estudiantes.

“Las que llevamos a cabo la ESI en las escuelas somos las militantes de la ley y no debería ser así”, asegura Sánchez.
 

Financiar la ESI con el bolsillo propio

 A finales de 2021, solo el 35,8% de las escuelas primarias del país, a las que asisten estudiantes de entre 6 y 12 años, contaban con referente ESI, muestran cifras del Ministerio de Educación. Paris cree que esto se debe, en parte, a que los recursos no están llegando a estas personas.

 Relata que una de las escuelas secundarias en las que trabaja contaba con cinco referentes, financiados a través de un presupuesto entregado a la institución para mejorar el acompañamiento a estudiantes. A mediados de 2022, ese recurso dejó de llegar y sus referentes renunciaron. Paris dice que incluso tuvo que comprar de su bolsillo los elementos necesarios para explicar cómo se coloca un preservativo.

 Sin la ESI “se pierden derechos, se reproducen estereotipos y prejuicios, se da lugar a que aparezcan situaciones de violencia”, dice.

 Se supone que quienes asumen el rol de referente ESI deberían obtener una remuneración, explica María Lucía Feced Abal, subsecretaria de coordinación pedagógica y equidad educativa del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.

 “Esto está pensado para que el referente tenga una remuneración a través de horas extra-clase o módulos institucionales”, dice la funcionaria.

 Estas horas “extra-clase” son horas pagas que parte del cuerpo docente de la escuela secundaria recibe para realizar tareas fuera del aula. Pero tanto esas horas como los módulos institucionales no son dedicados exclusivamente a la ESI, lo cual significa que las escuelas pueden asignarlas a las tareas que necesiten, según explica Feced.

 “Es tarea del ministerio supervisar y ver que los recursos lleguen para esta tarea. Pero esto es más un tema de implementación que de diseño de la política”, dice.

El Ministerio de Educación de la Nación y el Observatorio Federal de la Educación Sexual Integral, encargado de relevar la implementación de la ESI, no respondieron a las solicitudes de entrevista de Global Press Journal.

 Voluntariado ESI: la respuesta a la falta de fondos

 Ante la falta de recursos gubernamentales para operar la ESI, el trabajo voluntario se ha vuelto fundamental para impartir conocimientos sobre sexualidad entre la juventud. Ejemplo de esto son las clases impartidas por Mónica Fernández Blanco, licenciada en enfermería. Fernández es profesora y referente ESI del Instituto de Formación Técnica Superior Cecilia Grierson, una escuela de enfermería de la Ciudad de Buenos Aires donde los recursos nunca llegaron.

 Fue ella quien propuso, junto a una colega, introducir referentes y clases de educación sexual en su escuela, luego de que una de sus estudiantes muriera en un aborto clandestino. El proyecto inició en 2015.

 Fernández tiene 25 horas de trabajo semanal remunerado en la escuela y dedica otras 10 en forma voluntaria a preparar jornadas y materiales, mientras acompaña casos de violencia y a estudiantes que quieren realizar una interrupción voluntaria del embarazo.

 “Jamás nos pagaron ni hubo ningún proyecto para que nos pagaran. Lo sostenemos por convicción”, dice Fernández, quien lamenta que el gobierno no controle de forma proactiva el cumplimiento del programa.

 En otros centros, como la Escuela de Cerámica Nº1, es el mismo alumnado el que ha asumido voluntariamente responsabilidades que normalmente tendrían los y las referentes ESI para poder asesorar a sus propios compañeros y compañeras.

 Sin ESI “los que sufrimos las consecuencias somos nosotros”, dice Paola Romero Pastor, de 18 años, presidenta del centro de estudiantes de dicha escuela y miembro de la Mesa Federal de Centros de Estudiantes Secundarios, una organización que representa a estudiantes secundarios de todo el país frente a instituciones y organismos.

 Romero dice que la enseñanza de ESI impartida por la escuela se reduce a una o dos jornadas al año en las que se muestra cómo usar preservativos y qué hacer si se pinchan.

 «Solamente se explica sobre el cuidado de una pareja o una relación heterosexual. Después arreglátelas, buscá por internet o aprendé desde un vídeo en casa. No es realmente sólido”, comenta.

 Por eso, desde el centro de estudiantes organizan charlas con especialistas y juegos temáticos para ampliar la formación. También implementaron una consejería de género en la que capacitan a estudiantes para que puedan asesorar y apoyar a sus pares.

 A la consejería muchas veces llegan estudiantes muy jóvenes, asustadas porque menstrúan por primera vez. Ahí otras estudiantes se encargan de contenerlas y enseñarles a usar productos de higiene menstrual, dice Romero.

Por su parte, Romero también se encarga de compartir información sobre consejerías de género con centros de estudiantes de todo el país para que puedan replicar el proyecto, a falta de referentes ESI.

“Sentís que la tarea es propia, que tenés esa carga de poder comunicarle a los chicos cosas que es súper necesario que sepan, pero que no les enseñaron”, dice.

Global Press Journal es una premiada publicación de noticias internacional sin fines de lucro con más de 40 agencias de noticias independientes que da empleo a reporteras locales en África, Asia y América Latina.

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