Oídos sordos de Peña Nieto al clamor de madres por justicia

Angélica Jocelyn Soto Espinosa

© César Martínez López

A los pies de una enorme mujer de piedra que carga en brazos a un niño, cientos de madres mexicanas se reunieron el 10 de mayo para protestar juntas por la desaparición de sus hijos.

Desde las nueve de la mañana en el Monumento a la Madre más de 200 personas se congregaron para iniciar la “Tercera Marcha por la Dignidad Nacional: Madres buscando a sus Hijas, Hijos, Verdad y Justicia”, y exigir al Estado mexicano respuestas sobre el paradero de las 26 mil 121 personas desaparecidas que hasta febrero de 2013 contabilizó la Secretaría de Gobernación (Segob), según datos de las organizaciones civiles.

La protesta reunió en esta capital a familias provenientes de Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, Veracruz, San Luis Potosí y Estado de México, entre otras entidades, que desconocen el paradero de uno o más de sus integrantes, y que no han obtenido información ni justicia por parte del Estado mexicano.

Durante la marcha se exigió un encuentro inmediato con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, para que informaran sobre el número y los nombres de las personas desaparecidas, así como las acciones del gobierno ante lo que las familias calificaron como una “emergencia nacional”.

Pero el encuentro solicitado no se llevó a cabo ni hubo eco o pronunciamiento oficial alguno. De nuevo los oídos sordos de las autoridades hicieron acto de presencia.

Las madres demandaron a la Comisión Nacional de Derechos Humanos la creación de una instancia para las personas desaparecidas que revise los casos con puntualidad, pida cuentas al gobierno y armonice las leyes para acabar con las desapariciones en el país.

En lo individual, las familias protestaron por el abandono y la indiferencia de las autoridades ante su desesperación; la opacidad de las investigaciones; la lentitud de la búsqueda, y los obstáculos que pone el Estado para que los propios familiares encuentren a sus seres queridos.

¿DÓNDE ESTÁN?

Rosa María Reyes Martínez, proveniente del Estado de México, narró que su hija de 25 años salió en enero de 2012 en busca de trabajo. Nunca regresó. Rosa, acompañada de sus dos hijos menores de edad y de su nieto de siete años, denunció que las autoridades no tienen voluntad para apoyarla en su búsqueda.

Durante la marcha, cada persona llevaba en la mano o el pecho la foto de su familiar. Acompañaron la imagen con preguntas y consignas sobre su paradero. Sus playeras y pancartas, unas de lona y otras de cartón, mostraban datos y detalles que podrían contribuir a la identificación del desaparecido.

Una cuarta parte de las madres entrevistadas por Cimacnoticias acudieron solas a la marcha debido a que por falta de recursos no las pudieron acompañar más familiares, o –lo más doloroso– luego de más de tres años en búsqueda quedaron desamparadas.

Con lágrimas, relataron la última vez que vieron a sus hijas, hijos o familiares, quienes –advirtieron– no se fueron por su voluntad, como sostienen las autoridades para justificar su inacción.

Son personas que dejaron una vida normal en suspenso: hijos pequeños, matrimonios recientes, el puesto de trabajo que buscaron toda su vida, o la última semana de su carrera profesional.

Gregoria Ortiz Garnica, madre de un joven que desapareció en el camino de la escuela a su casa hace siete años, acusó que el Ministerio Público (MP) de su estado –Hidalgo– ha enfrentado desinterés, ya que aunque presentó pruebas y nombres de los presuntos responsables de la desaparición, no tuvo resultados; por ello, decidió radicar en el DF para interponer una demanda judicial.

Como ella, cientos de madres reclamaron que las autoridades criminalizaron a sus hijas e hijos por ser jóvenes, por ser mujeres, por habitar en contextos violentos o por ser pobres; ya que cuando van al MP se topan con argumentos como “se fue porque quiso, tenía un amante o era delincuente”.

Algunas personas que vinieron de otros estados desde el pasado lunes para participar en la marcha se quedaron en refugios que improvisaron organizaciones civiles, hoteles de paso o hasta en los camiones.

Eso fue lo que menos les importó, siempre y cuando tuvieran la oportunidad de hablar con las autoridades sobre sus casos.

GRITOS AL UNÍSONO

Al filo de las 12 del día, la multitud caminó sobre Paseo de la Reforma. Las consignas acompañaron sus pasos: “Hija, escucha, tu madre está en la lucha”, “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “De norte a sur, de este a oeste. Seguiremos en la lucha, cueste lo que cueste”.

Al paso, la voz se quebraba, las lágrimas corrían y las manos con las pancartas se alzaban más alto. Los cantos se escuchaban muy fuerte: “¡Ahora, ahora se hace indispensable presentación con vida y castigo a los culpables! ¿Dónde están, dónde están, nuestros hijos dónde están?”.

Otras madres, ya encontraron a sus hijas e hijos pero sin vida, también acompañaron la marcha. Muchas de ellas exigen justicia. En la lucha perdieron al resto de sus familias, se quedaron sin recursos.

María, proveniente de Guerrero, dijo que ella sabe el nombre de los secuestradores y asesinos de su hijo; que ha dado todas las pruebas a la Procuraduría, pero no ha sido detenido el responsable.

Frente a la Procuraduría General de la República (PGR), la marcha se detuvo para mostrar su apoyo a Omar Esparza, esposo de Bety Cariño, quien junto con Jyri Jaakkola fue asesinada por paramilitares en Oaxaca en 2010. Omar está en huelga de hambre frente a la dependencia desde hace 12 días en demanda de castigo para los homicidas

 

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