No estamos solos

Conversatorio en la Universidad Iberoamericana. Foto: LadoB

Conversatorio en la Universidad Iberoamericana. Foto: LadoB

Aranzazú Ayala Martínez/LadoB

@aranhera

“Nos sentimos que no estamos solos porque realmente así es. En sí, nosotros no estamos solos”. Las palabras de Camilo se repitieron en los oídos de más de cien personas que sentadas, de pie, en el jardín y asomándose desde el segundo piso, escuchaban atentos al muchacho, estudiante de la escuela normal rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero. 

El miércoles 5 de noviembre a mediodía, como parte del Día de Acción Global por Ayotzinapa, al que se sumaron varias instituciones educativas con paros de clases, eventos culturales y movilizaciones, tres normalistas hablaron en la Universidad Iberoamericana Campus Puebla. Dos alumnos de Ayotzinapa, Ángel y Camilo, y Salomé, una alumna de la Normal Rural de Teteles, Puebla. El conversatorio que duró alrededor de una hora y media fue convocado por el colectivo universitario #NoOlvidamos, en solidaridad con la tragedia que desde hace mes y medio ha sacudido a México y a todo el mundo. 

Foto: Marlene Martínez
Foto: Marlene Martínez

El alumno Alberto Merlo fue quien abrió la mesa, diciendo que la indignación debe convertirse en una digna acción. Después tomó la palabra Camilo, quien dijo que Guerrero está dolido por sus hijos desaparecidos. Los normalistas, aclaró, no secuestraron los autobuses en los que iban a ir a la marcha del 2 de octubre a la Ciudad de México. Ellos toman prestado, porque secuestrar es pedir algo a cambio, es privar de la libertad. Con la voz firme relató la pesadilla que fueron el 26 y 27 de septiembre para él y sus compañeros, entre balaceras y represión. En ese momento, dijo, sólo tuvieron una de dos: quedarse ahí o correr. Muchos de los que no pudieron correr fueron levantados por patrullas de la policía municipal, de las cuales incluso tienen anotados los números y placas. Desde ese día no han parado de compartir información, de ayudar a los padres de los 43 desaparecidos, de los muertos y de los heridos, ni de hacer conciencia. Aunque se alegran de que haya tanta gente llegando a su escuela, “nos hubiera gustado que las visitas fueran en otro momento”, dijo Camilo, que la atención se enfocara en Ayotzinapa por otros motivos y no por un hecho que está marcando un antes y después en la historia tanto de las normales rurales como de todo el país.

Después habló Ángel, a quien se le quebró la voz al compartir su experiencia como normalista de la Isidro Burgos. Estar ahí ha implicado ataques constantes del gobierno, muchas carencias pero también un honor especial, porque si llegan a Ayotzinapa no es sólo para poder educar a los niños, sino del mismo pueblo. Los problemas que atraviesan las normales rurales fueron confirmados por Salomé, de la escuela de Teteles, en la Sierra Norte de Puebla, diciendo que no les dan recursos. Estar allá, en la normal, dijo, es diferente, porque “allá sientes más el dolor”.

Y no porque la Universidad Iberoamericana sea privada significa que no luche también, que no sienta a los 43 normalistas desaparecidos como suyos y que no esté también en la lucha, dijo el rector Fernando Fernández. En su intervención, la última antes del lanzamiento de 43 globos blancos por los desaparecidos y 6 negros por los asesinados el 26 y 27 de septiembre en la ciudad de Iguala, el rector recordó que la juventud es el futuro de México: que son los jóvenes ahí presentes, los normalistas, los alumnos de la Ibero, los estudiantes, los que tendrán a su cargo arreglar al país. “Los adultos les hemos entregado un país destrozado, y ustedes no se lo merecen”.

Y no porque la Universidad Iberoamericana sea privada significa que no luche también, que no sienta a los 43 normalistas desaparecidos como suyos y que no esté también en la lucha, dijo el rector Fernando Fernández.

Antes de empezar la sesión abierta de preguntas para los estudiantes se hizo el pase de lista de los 43 desaparecidos. Cada nombre resonaba en todas las voces: “¡Vivo lo queremos!” 43 muchachos, 43 vidas y 43 familias que no saben dónde están sus hijos. Una profesora subió después al templete a leer unas coplas escritas por la tragedia y también a compartir un mensaje: “¿Si son nuestros y serán, cómo no nos va a doler?”.

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Foto: Marlene Martínez
La marcha

Al acabar el conversatorio, los normalistas se integraron con los miles de estudiantes citados a las 3 de la tarde en Ciudad Universitaria para salir a marchar, como la semana pasada, exigiendo justicia y la presentación con vida de los 43 alumnos de la Normal Rural Isidro Burgos. El gigantesco contingente se juntó finalmente en la facultad de medicina de la BUAP y de ahí bajó por las avenidas 11 sur y Reforma hasta llegar al zócalo de Puebla, sumándose a la tercera acción global por Ayotzinapa, replicada paralelamente en más de 100 países.

Al frente del contingente de aproximadamente 6 mil personas –aún más que durante la última movilización–, hablando al micrófono, compartiendo consignas y gritos de lucha, iban Camilo y Ángel con otros compañeros. Alumnos de varias facultades de la BUAP, de la Ibero y de otras universidades, junto con estudiantes de preparatoria, corearon por todo el centro, una y otra vez, los números del 1 al 43. Al terminar, gritaban “¡justicia!”. 

Foto: Marlene Martínez
Foto: Marlene Martínez

Cuando la marcha llegó al zócalo y los jóvenes tomaron la palabra, empezando por Camilo, uno de los drones de vigilancia del gobierno se acercó a la concentración. Mientras muchos le gritaban y le hacían señas al aparato de las autoridades, Camilo siguió hablando, cuestionando que con tanta tecnología el gobierno aún no pueda hallar a sus 43 compañeros. 

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