Crónica de una doctora obligada a trabajar con Covid-19

Uno de los hospitales públicos en Chilpancingo en estos días de contingencia.

Han fallecido 21 trabajadores a causa de esta enfermedad y la cifra de contagiados entre médicos, enfermeras y paramédicos del sector salud suma 221

Texto: Jesús Guerrero de Amapola

Fotografía: José Luis de la Cruz

Chilpancingo

Una doctora adscrita a un hospital público de Guerrero denunció que durante los primeros días de mayo un paciente con Covid-19 que atendía la contagió. Aun con ese aviso, sus jefes la obligaron a trabajar por varios días, porque no le creyeron que estuviera enferma.

Recuerda que trabajó con la sintomatología de la enfermedad –fiebre, cansancio, entre otros padecimientos –y tiene la seguridad de que contagió a una de sus compañeras.

Después de que le dieron los resultados que le confirmaron padecer la Covid-19, varios de sus compañeros divulgaron una falsa información para ofenderla y burlarse, lo que evidencia una violencia mayor: se contagió en un bar o prostíbulo.

«Eso es discriminación grave que sufrí por parte de mis jefes del hospital y de varios compañeros», platica la doctora a quien llamaremos Ofelia para guardar su identidad.

Ofelia relata a través de una llamada telefónica que adquirió el SARS-CoV-02 el pasado 5 de mayo, cuando trasladaba en una ambulancia a un paciente con la Covid-19 al Hospital General de El Quemado, en Acapulco.

El 4 de mayo, narra, pidió que le autorizaran una incapacidad porque tenía lastimado un dedo del pie derecho y eso la imposibilitaba para caminar, pero el director del hospital donde trabaja en Costa Grande le negó ese derecho.

Al día siguiente se presentó a trabajar y había la orden de trasladar a un paciente enfermo con la Covid-19 al Hospital General de El Quemado, pero nadie quería cumplirla.

Ante la presión, burlas y reclamos de algunos de sus compañeros de trabajo, Ofelia decidió subirse a la ambulancia y encargarse del traslado.

Dice que cuando iba con el paciente se desprendió el motorcito de la burbuja del respirador –que es una pieza indispensable para que el enfermo con la Covid-19 obtenga oxígeno –, le cayó en el pie y el aire del motor le pegó en la cara como tres segundos.

Desde ese primer momento tuvo la certeza que se había contagiado.

Lo peor, cuenta, vino después.

Cuando pidió a sus compañeros que le ayudaran a quitarse el traje de protección no le apoyaron. Se lo quitó sola, con la incomodidad que implica tener el dedo del pie lastimado.

«En la desesperación para sacarme el traje, el cubrebocas N-95 me rebotó en la cara y lo mastiqué sin querer y grité: ¡No manches cómo puede ser posible!”, comparte Ofelia.

Además, la Secretaría de Salud estatal nunca previó ni puso en marcha un protocolo para la atención de pacientes con la Covid-19 ni capacitó a su personal. El accidente de Ofelia ocurrió en el contexto de esa falta de aplicación de protocolos.

Comparte que ni siquiera les enseñaron cómo colocarse el traje de protección.

Una vez Ofelia propuso al hospital comprar un traje y con ese realizar el simulacro de cómo ponérselo y quitárselo, pero nunca lo compraron.

Burlas y oídos sordos al contar que tenía la Covid-19

Cuando tuvo el accidente con el enfermo enseguida se lo comunicó a su jefe de guardia. Éste no le dio la mayor importancia.

El 10 de mayo comenzó a sentir los primeros síntomas y ese mismo día le comunicó por teléfono su situación al director de su centro de trabajo.

«Yo le dije que estaba segura de que estaba contagiada y que ordenara que me hicieran la prueba de Covid», puntualiza.

Pero en vez de recibir el apoyo del funcionario de la Secretaría de Salud le contestó que era una mujer exagerada.

“Me dijo: es que eres bien rebelde y haces las cosas de mala gana”, cuenta.

El funcionario le dijo que hablaría con ella el martes 12 de mayo, cuando le tocaba la guardia. Ese día, Ofelia le pidió una incapacidad porque ir a trabajar al hospital resultaba peligroso, porque, entre otras personas, podía contagiar a sus compañeros.

“Mira, a lo mejor no tienes nada, preséntate a trabajar y el miércoles (13 de mayo) platicamos”, comparte que le contestó el director.

Ofelia dice que se presentó a trabajar los días 12 y 13 de mayo.

El miércoles 13 tuvo otra plática con el director del hospital y otra vez le pidió que autorizara una incapacidad y que ordenara le hicieran la prueba de dectección del SARS-CoV-02.

“Mira, debes de relajarte, tú eres bien rebelde, todo lo haces de mala gana y siempre te estás quejando, yo creo que es eso», comenta que le contestó el funcionario.

El director del hospital le repitió que se relajara y se tomara tres días de descanso, pero debería regresar a trabajar el domingo 17.Los síntomas de la Covid-19 le continuaron. Para el jueves 14 Ofelia se sintió peor y se lo hizo saber a su director en una comunicación. Le explicó que ya tenía mucha fiebre y tos seca. Le reiteró que era necesario que le hicieran la prueba.

«No, tranquila, tú descansa», dice que le respondió.

Personal médico al frente de esta pandemia.

Covid-19 en el sector Salud

Al ver nuevamente las evasivas del director, la doctora le habló al jefe de Epidemiología de la Jurisdicción 05, en la región Costa Grande, a quien le contó su caso y le pidió un consejo. Este otro funcionario también ignoró su petición.

Fue entonces que la doctora Ofelia acudió hablar a Covitel y de inmediato la contactaron con una brigada médica de Acapulco.

Hasta el lunes 18 le hicieron la prueba. Los resultados, que recibió el 22 de mayo, confirmaron que dio positivo al virus.

Cuenta que cuando le comunicó eso al director del hospital nuevamente se burló de ella. «Ah, y ¿qué quieres, que te haga un monumento?», asegura que le respondió.

Después de tener varias discusiones con su jefe por fin le extendieron un documento de incapacidad para pasar su confinamiento en su casa. A la par, las agresiones de sus compañeros aumentaron.

Entre los muchos comentarios que, supo, hicieron sobre ella fue que se había contagiado en una cantina. «Seguramente se infectó en un prostíbulo», dijeron, según Ofelia.

Le advirtieron que si se había contagiado fuera del hospital la acusarían al Sindicato de Trabajadores de la Salud, aun cuando ella no pertenece a esa organización.

Ofelia lleva ocho años trabajando en este hospital mediante contrato, con un salario de 4, 800 pesos a la quincena y sin ninguna prestación social.

Por su precaria situación laboral les decía a sus compañeros de trabajo que no se metería a atender a pacientes con coronavirus, porque, en caso de contagiarse, el salario no le alcanzaría para pagar sus medicamentos ni sus tomografías de pulmón. Le entró y se contagio.

En algunos momentos de la llamada, Ofelia hace pausas. La voz se le corta, al parecer de las emociones que le provoca su historia. Lamenta que sus jefes y compañeros de trabajo se hayan burlado de ella.

Todo eso podría ser motivo de una denuncia por discriminación, pero por el momento no lo hará.

Otra de las situaciones que lamenta la doctora es que cuando la obligaron a trabajar enferma contagió a una de sus compañeras de trabajo.

También a ella no le quisieron realizar la prueba, pero afortunadamente, al igual que ella, ya pasó la crisis de la enfermedad.

En su casa contagió a su esposo y a su hijo de 12 años. Ambos, dice, ya están bien.

A los 33 días de haberse contagiado tiene leves dolores de cabeza y garganta, y algo de tos.

Estos días de pandemia para ella fueron muy difíciles, pero la pone de buen humor que en la tomografía que le sacaron recientemente salió bien de los pulmones.

Según la dirigente de la Sección 36 del Sindicato de Trabajadores de Salud (SNTS) Beatriz Vélez Núñez, fallecieron 21 trabajadores por la Covid-19 y la cifra de contagiados entre médicos, enfermeras y paramédicos del sector salud suma 221.

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