“Sujetamos sus manos, para decirles Feliz Año”

“Sujetamos sus manos, para decirles Feliz Año”

Esa noche, en ese hospital de Cárdenas,  no hubo necesidad de intubar a ninguno de los pacientes. Así que hubo oportunidad de saludar a cada uno de ellos, con el rol de algún familiar, y así evitar que se deprimieran. Esta es la jornada de Año Nuevo de las enfermeras en la línea de fuego

Texto: Carlos Marí

Foto: Especial

VILLAHERMOSA, TABASCO.- En la vorágine de covid-19,  pareciera que la historia sólo es la de enfermos, cifras de más contagios y fallecidos, cuando al interior de las paredes de un hospital, están las enfermeras que no libran sus sentimientos al atender a los pacientes, entristecerse por el deceso de uno más, o bien, celebrar que a uno de ellos le dieron de alta o bien, el Año Nuevo, dándoles un abrazo.

Una de ellas, Gabriela Felipe Alcudia, enfermera del Hospital General de Zona Número 2 del IMSS, en Cárdenas, Tabasco, quien a como la mayoría de las que fueron contratadas para atender al pandemia, las clasificadas como 08, no contaba con experiencia como para estar en piso ocho horas forrada con un equipo de protección personal, y además, dar ánimo a los pacientes que por covid, sufren de insuficiencia respiratoria, tos, y en algunos casos, diarrea.

La guardia de noche del 31 de diciembre fue la primera ocasión que, como madre, le significó no estar con nadie de su familia para dar la bienvenida al Año Nuevo, pero de antemano sabía que era la misma situación de los enfermos de coronavirus que  atendería, en un área restringida, la llamada covid.

Apenas alcanzó a escuchar los fuegos pirotécnicos de las calles aledañas al hospital, ella y su compañera decidieron recorrer de nuevo las camas y tener contacto con los pacientes, ya sea mirándolos a los ojos, tomándoles las manos o abrazándolos, para decirles desde el interior de unas máscaras de protección: “¡Feliz Año!”. Y además, expresarles amor.

“¡Magaly, ya son las 12 de la noche!”, recuerda de aquél momento del 2021 que celebró dándole un fuerte abrazo a su compañera con ese traje plastificado, de pies a cabeza, con el que no es posible un contacto de piel.

“En el área covid no nos importa abrazarnos, porque sentimos como que somos más unidos y creo que cada una desprendió una lágrima de la emoción, porque ya habíamos pasado un año más. Fuimos con los pacientes y lo único que les dijimos: ¡Felicidades!”, detalla.

Pero, es quizá en ese momento, cuando es posible entender la encomienda amorosa que, desde 1931, pronunció José Castro Villagrana, director general del Hospital Juárez de aquel entonces, para que los días 6 de enero, se celebrara el Día de la Enfermera, en México. El sentido de destinar ese día, fue porque, las mujeres de la cofia son “un  regalo de Reyes para todos los pacientes hospitalizados y para sus colegas”.

Teníamos ganas de abrazarlos, sujetamos sus manos, a los pacientes que estaban conscientes –que no estaban durmiendo- y platicamos con ellos. Y sí, hubo un momento en que yo abracé a una señora, porque sentí la necesidad”.

Gaby Felipe

Esa noche, en ese hospital de Cárdenas,  no hubo necesidad de intubar a ninguno de los pacientes, por lo que hubo oportunidad de saludar a cada uno de ellos, con el rol de algún familiar, con el fin de evitar que se deprimieran.

Gabriela confiesa que ella y Magaly portaron gafas con la expresión “¡Feliz Año Nuevo”, que también escribieron en la parte trasera de su  traje. Esa escena, apenas la plasmó en una foto que compartió en la red social que tienen las enfermeras de su turno.

“Era papá, abuelita, mamá, hijo o hija. Nosotros tratamos de hacerles esa guardia un poco más amena. ¿Cómo lo hicimos? Llevamos unos antifaces que decían: “¡Feliz 2021!” y tratamos de hablarles a los pacientes o escribirnos algo en el traje para que ellos vieran que realmente a nosotros nos interesa el paciente”.

Desde momentos antes de ese festejo, según cuenta, algunos de los pacientes habían dado indicios de ansiedad por no estar acompañados de ningún familiar. Recuerda a una señora que seguido pedía cualquier atención o cosa con el fin de no estar sola.

“Cada cinco minutos nos hablaba, y por ejemplo: “Necesito agua”, “necesito gel”. Pero, ella estaba muy aprehensiva por la fecha, lo que ella quería era estar acompañada y bueno, nosotros tratamos de estar cuando nos llamaba, o la íbamos a ver qué estaba haciendo, se levantaba muy seguido al baño, pero era su ansiedad por la fecha”.

Quizá tres semanas atrás a todo el personal del área covid le hubiera tocado atender  a sólo un enfermo, que fue la cantidad reportada por varios días, pero precisamente ese 31 de diciembre se estaba acentuando el llamado “rebrote” en Tabasco.

Al arribar al nosocomio, Gaby había sido enterada que en el área covid había 12 pacientes, seis más que dos días antes, cuando había dejado su anterior turno. A nivel estatal, la cifra había pasado 227 a 248 hospitalizados.

Afortunadamente, dice, no fue un momento álgido como el que se enfrentó entre los meses de mayo y julio, cuando había un promedio de 750 hospitalizados y en el caso de hospital de Cárdenas, de 25 a 27.

Goggles empañados

Por estos momentos, que le ha tocado vivir desde abril, cuando fue contratada por el IMSS, Gaby Felipe presume que prefiere trabajar en el área covid más que en el área de hospitalización general, pero también lamenta que vive un proceso de un constante involucramiento emocional con los pacientes de esta pandemia, de la que muchos fallecen.

“Ahí, en el área covid, te encariñas demasiado, hay personas que salen y tú dices, ‘gracias a Dios está vivo’. Y de pronto, sabes algo de aquella persona en el Facebook y te alegra que esa persona siga con bien.

“Hay escenas que nosotros hemos pasado, frustrantes, porque hay personas que tienen la edad de nuestros familiares, la edad de nuestra madre y de pronto la señora fallece, cuando tenía 15 minutos de haber hecho una videollamada a sus familiares.

“Tus goggles se empañan de las lágrimas que a ti te salen sin querer, es un sentimiento indescriptible y yo creo que las personas que estamos ahí dentro de covid, hemos pasado un sinfín de cosas, de sentimientos encontrados; le das el valor a la vida”.

Como ese triste momento, Gaby narra que vivió otros, desde que fue contratada por el IMSS para participar en la campaña de atención a la pandemia.

“Afortunadamente tuve la dicha de ser contratada, pero con miedo, con mucho miedo, porque no sabíamos qué era covid, no sabíamos a qué nos enfrentábamos. Incluso, las primeras guardias llegamos y hubo una persona que me dijo, así, literal: “Que Dios te bendiga, exige que te den todo tu equipo”. Eran palabras que, según ella, en darle ánimo, le daban miedo.

Y no es para menos, entre los compañeras de su turno, tres ya se infectaron de covid, y de ellas, una continuó trabajando sin darse cuenta; otra, está incapacitada y una más, ya está también por otorgarle permiso para ausentarse.

Pero, expresa que entendió que el covid no sólo implica el riesgo de contagio, sino la vocación de saber tratar con paciencia al enfermo, sobre todo cuando se trata de síntomas totalmente anómalos.

“Sé que el paciente va a tener demasiada diarrea, porque es así. Hay pacientes que tienen evacuaciones diarreicas por segundo, ahorita lo estás limpiando y al ratito, lo estás volviendo a limpiar. Y tal vez, allá afuera (en hospital general) no pasas esas escenas, pero lo que es aquí adentro lo pasas, y como que ya es algo que ves como normal”, sostiene.

El traje de la ansiedad

De antemano a toda esa rutina emocional y física, cualquier enfermera cuando está en el área covid, padece de las limitaciones que implica el traje de protección, que es un protocolo para el que no fue capacitada en su formación profesional, sobre todo para portarlo ocho horas. Y es que su vestimenta, con este equipo, se convierte en un doble uniforme, siendo el segundo el que las hermetiza y protege de contagiarse, pero que también las sofoca y les impide realizar sus necesidades fisiológicas.

“Creo que ya perdí dos kilos, porque la verdad con cargar el traje sudas demasiado; es incómodo. Las horas de estar aguantándote ir al baño también es súper incómodo. O si quieres evacuar, ni modo, te aguantas, porque no puedes hacer más.

“De hecho, la primera vez que me puse el traje, sí me dio como una insuficiencia, como ansiedad; yo sentía que me iba a desmayar y me decía: “tranquila, Gabriela, es parte del trabajo; tienes que ser fuerte”. Y gracias a Dios me pude controlar.

«Nos ha sucedido mucho, por ejemplo, nosotras las mujeres que menstruamos, y disculpe que yo se lo diga, nos hemos manchado por estar tantas horas, sin ir al baño y cambiarte una toalla, nos hemos puesto hasta pañal”.

Para evitar orinar, confiesa programa prácticamente un ayuno, antes de ir al hospital: “Yo dejo de tomar agua, a las cinco de la tarde, porque afortunadamente hago demasiado, de ir al baño. Y si yo sé que voy a ser la primera que voy a entrar, en las primeras horas, todo ese lapso me tengo que aguantar. Entonces, no tengo que tomar nada de agua. Sí, sí cambia tu ritmo de vida, en las cosas; y demasiada hambre, mucha hambre. Sales a las 2 de la mañana o si sales a las 6 de la mañana con un hambre brutal, que quisieras comer lo que sea”.

Por todo este esfuerzo, a Gaby – a como las alrededor de 20 mil enfermeras del IMSS- le sobrevino más que una compensación: el aguinaldo. Su sorpresa, fue que las eventuales, clasificadas como 08, con su sueldo de 16 mil pesos mensuales, alcanzaron uno de 29 mil pesos, aun cuando todavía tenían ocho meses de estar trabajando.

Aguinaldo sorpresa

“La verdad no esperaba la cantidad que recibí, fue una satisfacción enorme. Sentí mucha alegría, porque es la primera vez que yo recibo esa cantidad y me sentí muy contenta. Pero, sí dices, bueno, tú estás aquí, porque hay una pandemia, y sientes feo, porque te hubiese gustado estar de otra manera y no como lo estás ahorita. ¿Por qué? Porque han fallecido muchas personas”, lamenta.

Pero, a la par con lo económico, para una enfermera que está al frente de la batalla contra covid, su éxito está, según considera Gaby, en contribuir a que los pacientes que están a su cargo no fallezcan. Y si lo logra – añade-, va un día, como el 1 de enero, a disfrutar con mayor tranquilidad a la familia.

Al salir de la guardia, lo primero que dije: “¡Gracias, Dios mío, un año más, un año terminando trabajando e iniciando trabajando!”.

“La verdad lo primero que pensé fue darle gracias a Dios, sobre todo porque ningún paciente había fallecido y que no había ingresado ningún otro”, recuerda de aquella primera mañana del 2021.

Su fortuna fue que si bien no pudo dar la bienvenida al Año Nuevo con una cena, sí con un recalentado que le ofreció su familia. “En mi casa, gracias a Dios me estaban esperando, igual me abrazaron… Bueno, primero lo que hice fue bañarme y ya después, me abrazaron y “qué bueno, hija, que ya estás aquí”. Y sí, un desayuno calientito en casa.

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