Mujeres en la defensa del territorio, las relaciones desiguales

«Defensa del territorio cuerpo-tierra Apuntes Ecofeministas», de Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente AC

¿Dónde empieza el territorio para las mujeres? ¿Qué significa que a la naturaleza se le vincule con lo femenino? ¿Hay diferencias en la forma en que las mujeres y hombres viven los problemas ambientales? ¿Los proyectos extractivos -de agua, minerales, hidrocarburos, turismo, entre otros- impactan de igual manera a hombres que a mujeres?

Desde una perspectiva ecofeminista, la organización Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente AC, da respuesta a estas preguntas en el libro Defensa del territorio cuerpo-tierra Apuntes Ecofeministas, que analiza las relaciones desiguales con las que se viven los problemas ambientales.

“Las ecofeministas pensamos que un movimiento ambiental que no cuestiones las relaciones desiguales de poder ni los roles tradicionales de género, no es solo incompleto, sino inadecuado. De la misma manera, los problemas ambientales deben ser preocupaciones feministas que nos lleven a reflexionar en torno a nuestra relación con la Naturaleza y el impacto que se tiene sobre ella”, señalan en el libro.

No sin antes detallar que el ecofeminismo -teorías y prácticas que analizan los vínculos entre la explotación de la Naturaleza y la opresión de las mujeres-, no es una corriente homogénea de pensamiento, pero todas parten de la idea que “es la existencia de vínculos entre la dominación de la naturaleza y la opresión de las mujeres”.

Porque, añaden: en el actual sistema capitalista patriarcal, tanto el trabajo de los cuidados realizado principalmente por las mujeres, como los frutos de la naturaleza, son apropiados sin el debido reconocimiento de su importancia, quedando invisibilizados, a pesar de que son indispensables para la supervivencia humana.

En la presentación del libro, Angélica Schenerock, Claudia Ramos Guillén, Norma Cacho, Diana Itzú Gutiérrez, Angélica Gómez y Maike Alstut, compartieron también “la palabra y el aprendizaje de las mujeres a tres años de la Escuela Ecofeminista Mujeres defendiendo el territorio cuerpo-tierra”, que se realiza en Chiapas, estado que empresas y gobierno ven como “una bodega de recursos naturales”, explicaron. En este contexto cobra pertinencia el documento.

Otro hecho del que se parte en la publicación, es que la identificación asimétrica de la naturaleza con lo femenino (la emoción, la reproducción, la intuición, el caos, la oscuridad, lo salvaje) y la cultura con lo masculino (la razón, la pro- ducción, el conocimiento, la luz, el orden, lo civilizado), atribuye como positivas las características masculinas y negativas las femeninas.

Foto: Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente AC

“La aseveración de que los problemas ambientales afectan a todas las personas sin distinción de sexo, edad, etnia y condición social suele ser usada en el debate social para no visibilizar los impactos diferenciados en la vida de las mujeres, principalmente las indígenas, las urbanas marginadas, las niñas y las ancianas”, menciona el libro.

Y como muestra, Norma Cacho recoge algunos testimonios de mujeres que asistieron a la escuela ecofeminista. Una de ellas señala: “la realidad es que los megaproyectos te aplastan, destruyen. Decíamos que también hay una política, una instrumentación de la mujer, pues somos las que ejecutamos el trabajo en casa y en el campo. Estas políticas nunca han estado hechas para las mujeres. Hay una masculinización del territorio en las formas de controlarlo, son los efectos de megaproyectos del patriarcado”.

Cacho sostiene que los proyectos extractivos exacerba las desigualdades y violencias estructurales de las mujeres, particularmente de las mujereas rurales, indígenas y campesinas.

El testimonio de otra mujer señala: “(los megaproyectos) nos obligan a salir de nuestros hogares, a trabajar para las empresas y hay una explotación laboral, así como también empezamos a estar expuestas por los materiales tóxicos que utilizan estas empresas y que hacen daño a la salud, con afectaciones a la piel, pulmones, estómago y en la salud reproductiva a causa de todos los agroquímicos. También hay violaciones y la prostitución, y los feminicidios hechos por otros hombres que llegan de otros lugares a trabajar en las empresas”.

A estas dos situaciones se añade el que a las defensoras comunitarias ambientales y del territorio, se enfrentan a violencias particulares por este carácter, que ponen en riesgo sus formas organizativas, proyectos comunitarios e, incluso, sus propias vidas”.

Una mención especial en el libro Defensa del territorio cuerpo-tierra Apuntes Ecofeministas, la merece el agua, del que depende la vida, y el que usan de forma indiscrinada las empresas, por ejemplo para “lavar las tierra que extraen en los proceso mineras, para sacar solo los minerales; o los millones de litros que extran empresas embotelladoras y refresqueras como la Coca-Cola.

“Al disminuir las fuentes de agua, se disminuye la producción agrícola, amenazando la soberanía y seguridad alimentaria. Las mujeres somos las más afectadas por la contaminación del agua, ya que estamos a cargo del trabajo de lavar ropa, hacer la comida, cargar agua en cubetas, regar los cultivos de traspatio y dar de beber a los animales”.

Otra aportación que hacen las mujeres en el análisis, es que ante el deterioro del ambiente incrementa los problemas de salud, y en este caso, “las mujeres son más afectadas debido a que, generalmente, tenemos más grasa que los hombres. Los tóxicos y químicos, cuando entran en el cuerpo, se alojan en la capa de gordura que tenemos debajo de la piel”.

Foto: Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente AC

Más aún, para las mujeres indígenas, los megaproyectos violan sus derechos a la propiedad colectiva, a la consulta previa y a la autodeterminación. Y una vez establecidos, aumenta la presencia de más hombres –tanto obreros de los megaproyectos como los miembros del ejército o paramilitares– y aumentan las agresiones físicas y sexuales que, muchas veces, abren camino para la explotación y servidumbre sexual y hasta la trata de personas”.

Ante este escenario, mujeres se han organizado para defender su primer territorio, su cuerpo, y en seguida la tierra; se han convertido en defensoras de derechos humanos, particularmente de los derechos medio ambientales.

Por ello, sostienen las autoras en el libro, “es inadmisible que las leyes ambientales presenten a las mujeres como víctimas, no como seres humanas con capacidad de organización, injerencia y cambio social.”

“Desde el ecofeminismo, algunas mujeres campesinas e indígenas han construido redes y colectivas en lucha contra la sobreexplotación de los bienes comunes, la minería, deforestación, construcción de presas, gran- des carreteras y otros megaproyectos de de- sarrollo”.

“Tenemos una participación política efectiva porque somos las que ponemos el cuerpo y defendemos el territorio, quienes sostenemos la lucha diaria, quienes hacemos la comida, el cartel, el discurso político, y quienes nos seguimos organizando”, concluyeron en la presentación.

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