Entre el temor y la necesidad, Campeche regresa a clases presenciales

Entre el temor y la necesidad, Campeche regresa a clases presenciales

Este lunes 137 escuelas rurales en Campeche regresarán a clase. En ellas no hay internet y los casos de Covid-19 son mínimos; sin embargo, el anuncio levantó las alertas de todo el estado donde muchas personas no conocen los protocolos que se planean implementar. En este estado la discusión del regreso a las aulas contra el aumento de casos que podrían provocar parece un crisol del ánimo del país

Texto y fotos: Arturo Contreras Camero de Pie de Página

CAMPECHE.- El anuncio se dio desde finales de enero: Campeche sería el primer estado en el que se regresaría a las aulas. Dos meses después 137 escuelas, las más alejadas del estado, están listas para retomar las clases presenciales. El tema es polémico entre estudiantes, madres y maestros; mientras unos no aguantan el tedio del gran encierro, otros no acaban de imaginar las implicaciones del regreso.

Una semana antes del anunciado regreso, que se llevará a cabo en tres etapas, pocos parecían saberlo, y el rumor del regreso a clases cundía entre la comunidad estudiantil. La primera etapa se realizará en las comunidades ya mencionadas (con menos de 2 mil habitantes) en las que los maestros han hecho esfuerzos titánicos para mantenerse al tanto de sus alumnos sin internet de por medio.

Dependiendo de los resultados, que se evaluarán dentro de tres semanas, y después de esperar la repercusión en la carga epidémica de las vacaciones de Semana santa, se podrá implementar la segunda fase, que abarcará 292 localidades de mayor población con 486 escuelas. La tercera fase comprendería al resto de los centros educativos.

Gerardo Cangas Mejía es prefecto de la preparatoria del Instituto de Campeche, la máxima casa de estudios del estado, y espera con ansias la implementación de la tercera fase.

“Yo qué más quisiera que ver las clases, que ya empezaran, que ver a los chamacos corriendo –y como llevado por sus recuerdos empieza a exclamar– ¡No pisen el césped, súbanse las playeras, que no estén mascando chicle! Ya quiero estar entre ellos, ya me falta esa rutina.

Después, Gerardo lo piensa un poco y matiza. Sabe que es necesario, pero el recuerdo de ver a su hijo enfermo de covid, lo hace reflexionar.

“Cuando ves llorar a tus hijos por eso, te cae el veinte. Y más que momentos antes que fuéramos (al hospital) nos tocó ver un muerto. Después nos mandaron al Seguro (social) grande y cuando ves eso, lo tomas más en serio. Uno hace lo más que puede para cuidarse, pero también es muy pesado, porque el ser humano es un ser sociable”.

Hasta hace unos días a Gerardo, como al resto de la población no le habían llegado los detalles del regreso a clases, mas que por rumores. Radio Pasillo de la preparatoria del Instituto de Campeche le informó que el regreso sería escalonado, teniendo primero a la mitad de un grupo lunes y miércoles y a otra mitad martes y jueves, mientras que los viernes serían para regularizar a los alumnos con peor desempeño.

Tal vez Gerardo no lo recuerde, pero desde septiembre, semanas antes de que en el país iniciara la segunda ola de la epidemia, la Secretaría de Educación Pública, ya había anunciado dicho modelo.

“Nosotros tenemos esa idea de que de esta manera van a trabajar. De manera gradual, te digo, con los más retrasados, con los que ya tenemos detectados que son problemita, que van a tener problemas y de eso se va a tratar, de concientizar a sus padres de que los hagan venir. Yo tengo calculado que un grupo van a entrar diez, sin aire acondicionado y con las ventanas abiertas. Eso es lo que escucho en Radio Pasillo”, asegura desde detrás de las rejas de la preparatoria.

Junto a él hay un armatoste que levanta una cubeta de 20 litros, con un grifo en la base. Es un lavamanos emergente, como ese, cientos de comercios, desde puestos de mercado hasta locales de plazas comerciales, tienen uno parecido, porque claro, lavarse las manos con agua y jabón es mejor que usar alcohol gel.

Luis Segovia y su hijo Lisandro Román pescan en el malecón de Campeche al terminar el día. Luis es trabajador de la Universidad Pedagógica ya está vacunado y empezó a trabajar desde el 16 de abril, Lisandro espera los días para regresar a la escuela y volver a salir a pescar con sus amigos

Un año perdido

No todos comparten el entusiasmo de Gerardo. La maestra Etna Martín Daniel, que enseña sexto grado en una primaria pública de Campeche capital, pone el acento en puntos débiles del regreso a clases incluso de esta primera fase, que se llevará a cabo en comunidades tan pequeñas y remotas, que algunas de ellas no figuran en los mapas (tanto digitales como análogos).

“Lo que no se dimensiona es que más del cincuenta por ciento de los profesores de esas comunidaes son maestros que deben trasladarse”, cuenta la maestra, cansada, casi al final de la jornada.

Después de planear clases y revisar actividades con los alumnos con los que aún tiene contacto, aún debe revisar las tareas que le mandan por WhatsApp.

“La mayoría vienen del Camino Real –la vía que une Campeche con Mérida– de Calkiní. Esto implica intercambio con otras personas y esto no lo consideran las autoridades, va a seguir ahí el miedo del contagio. El mismo maestro puede llevarles el contagio, aunque tenga que semanear –pasar una semana en la comunidad y regresar a su casa los fines de semana– necesita este traslado”.

A pesar de que la maestra reconoce que el regreso a las aulas no puede aplazarse más, no cree que vaya a ser tan pronto como todos esperan.

“Estamos haciéndonos la idea de que debería ser para el inicio del ciclo escolar en agosto. Sentido regresar sí tiene, porque necesitamos ya trabajar y rescatar a los chicos. Aunque trabajemos con ellos a distancia, en contenidos y aprendizaje –a la maestra se le corta la voz– a nivel académico, este ciclo escolar nosotros lo contemplamos, pues se escucha feo, pero sí, como un ciclo perdido”.

Campeche quedó verde del miedo

El maestro jubilado, Manuel Pachecho recorre una de las escuelas en las que dio clases por más de 30 años; teme que el regreso a clases pueda inducir un aumento en los casos de Covid-19

En las palabras de la maestra Etna, resuena el eco del miedo a la pandemia. Su hermano, Román, lo ejemplifica muy bien:“Nosotros en Campeche, al principio de la pandemia, como todos, estábamos renuentes. Pensaban que no era cierto, como si no tuvieran un conocido cerca, de por donde viven o de su familia, no tomaban conciencia”.

Pero no en todos lados fue igual.

“Hubo lugares donde sí estaba fuerte la enfermedad. En algunas zonas, como Lerma, una colonia que está allá para donde está la playa, póngale que en una cuadra había como diez contagios, en otra cuadra, habían ocho. Eso ya tiene tiempo del año pasado, a mediados de julio. La gente como que no veía que había enfermedad, todavía estaba mucho en la calle, pero hasta que empezamos a ver de que ya se estaban enfermando varios, ya teníamos más cuidado de estar saliendo, pero ya, cuando la gente empezó a ver que había mucha gente que se estaba muriendo, entonces ya se empezaron a cuidar”.

En Campeche la pandemia ha sido unimodal, a diferencia de otras regiones, como la Ciudad de México o el país, que la epidemia ha presentado dos olas, en este estado solo se presentó una. Precisamente en los meses que relata Román Martín Daniel. Desde entonces, el control se ha mantenido.

Manuel Pacheco, maestro jubilado, como el resto de los campechanos que se cuidan, el regreso a clases le levanta la preocupación.

“¡Es que podemos jugar con la salud de los niños! A mí ya me pusieron las vacunas, ayer me pusieron la segunda, pero yo como maestro jubilado no pienso que sea lo más correcto. Regresar ahorita, ok, con la pandemia baja, pero no sabemos si vaya a volver a subir. Ahorita en Yucatán tienen uno de la británica que es más peligroso que este”, dice preocupado porque en ese estado se detectó una persona contagiada con una de las variantes de covid más contagiosas.

La desinformación permea el regreso

Una de las hijas de Estrella Ortega se encuentra con un compañero suyo de la escuela en el parque, no lo ha visto en más de un año, obligadamente, su madre hace una pausa para que platiquen y jueguen al fresco de la noche

“A nosotros nos habían dicho que después de la semana iban a entrar los niños, eso nos dijo la maestra que siempre está en comunicación con ellos, pero ahora parece que quién sabe hasta cuando”, Romana Caamal Barragán habla desde el pórtico de su casa, a través de una reja, prefiere no acercarse. Detrás de ella, sus sobrinos-nietos dan tumbos y juegan en el patio, asomándose de refilón, porque les da pena acercarse.

“Es que hay muchos otros papás que dicen que no van a mandar a sus hijos, porque si las otras personas no se cuidan como uno, ¿cómo? Es que si yo llevo a mi niña a la escuela, cómo me garantiza usted de que no se va a contagiar mi hija. Si no la dejamos que salga ni nada ¿y si trayéndola, si se contagia miija, entonces, qué? Y luego con lo que dice que va a volver a dar un brote”, dice con referencia a una posible tercera ola.

Mientras Romana habla, su sobrino escucha la conversación y se asoma desde el fondo de la casa. “Yo creo que es una irresponsabilidad entrar a clases, porque estamos en plena pandemia, y si bien ya se vacunó una parte, pues aún no a todos. Los niños están también en alto riesgo de que puedan salir contagiados, pero además que hay de nosotros que tenemos cuarenta años, no estamos ni vacunados. Mi punto de vista es: pierde el año, hijo, y si se molestó la maestra mengana, pues prefiero una molestia a verte en un hospital”.

Manel Novelo Caamal, es mesero, tiene tres hijos: uno de once, otro de siete y una niña de cuatro. Los fines de semana y el resto de los días pinta casas y hace arreglos varios para conseguir algo de dinero. “Ahorita la maestra me está dando dolor de cabeza con lo del internet. Hubo un tiempo que me quedé sin trabajo y pues no tengo pa’ pagar 300 o 400 pesos de internet”.

A unas cuadras de donde viven los Caamal, sobre las vías del tren por donde se planea pase el Tren Maya, Nicole Dominique y Jesús Fuentes Ochoa, hermanos de siete y cinco años, corren y brincan entre los durmientes de los rieles, aprovechando que desde agosto ya no pasa el tren en frente de su casa.

Su abuela, la señora Jesús de los Ángeles, también conocida como Santi, es partidaria del regreso a clases. “Si me dijeran que los tengo que llevar mañana a la escuela, sí los llevaba”, dice sin dudar ni un segundo. “Hasta ahora, en el kinder no me han dicho nada”.

La abuela santi cuida a sus tres nietos mientras su hija trabaja. “Ahorita ya ellos no quieren hacer tarea pero quieren ir a la escuela. Están llorando y están estresadísimos. Y no quiero que regresen tanto por que no los aguante, sino que ellos quieren. El que está en cuarto año me dice: mamá, quiero ir a la escuela, ya no quiero estar acá, quiero ver a mi maestra, a mis amigos. Y las otras dos que entraron a la primaria, ya se quieren ir también, ya están fastidiadas.

“La verdad es que todos me bajaron bastante de calificaciones. El niño salía con ocho punto y tantos, pero ahora salió con siete”, dice entre risas mientras baja la mirada y menea la mano de arriba para abajo.

Un regreso precavido

Los nietos de la señora Jesús de los Ángeles, o Santi, como la conocen sus vecinos, bajaron de calificaciones durante la pandemia. «En la casa ya no encuentran qué hacer, están fastidiados, si a mí me dicen que los lleve a la escuela, ya los mando».

Ante el temor, la Secretaría de Salud del estado ya está trabajando para estar al tanto de cualquier eventualidad y también para sensibilizar a la población. En entrevista Francisco Góngora Ramirez, secretario técnico de la Secretaría explica que para el regreso a clases es requisito indispensable que todo el personal educativo de las instituciones que pretendan regresar a clases esté vacunado.

“Hay que quitarnos de la cabeza que todos los niños van a empezar clases en un solo momento”, dice decidido. “Hasta el momento son solo 137 puntos que van a llegar de manera gradual. Las garantías que podemos dar hay son las que tenemos en el resto de las actividades bajo un riesgo controlado, que determinamos con los diez indicadores que nos miden, se están comportando de una manera favorable”.

Sin embargo, reconoce que, así como para controlar los casos en el estado, el lograr un regreso a las aulas con un riesgo bajo dependerá de todos los ciudadanos.

“Esta es tarea de todos, sí entendemos que la reactivación escolar no es una línea recta de casa a la escuela, hay toda una serie de puntos intermedios. Evidentemente, el hecho de que estés en verde significa que tienes un control epidémico. Eso quiere decir que la mayoría de la gente está cumpliendo con las medidas y que los riesgos están disminuidos, no están en cero, es imposible. Yo creo que las recomendaciones están”.

Sin embargo, reconoce que en términos de la epidemia no todo está escrito, pues en cualquier momento, su curso podría tener algún tipo de cambio que eleve los riesgos para la población, por lo que si cualquier escuela presenta un caso, inmediatamente cerrará sus puertas y se analizará la apertura del resto de los planteles cercanos.

Sobre el control epidémico, Francisco Góngora concluye: “No creemos que esto sea un caso de éxito, porque no hemos terminado y porque la epidemia ya dejó saldos muy altos en todo el país”.

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