En la meseta p’urhépecha, la identidad comunitaria resiste ante los partidos

En la meseta p’urhépecha, la identidad comunitaria resiste ante los partidos

A diez años de que Cherán proclamó su autonomía tras expulsar a los políticos y al crimen organizado, la forma en que eligen a sus gobernantes por usos y costumbres no escapa al desgaste, pero su identidad indígena lo mantiene a flote; en la comunidad vecina, Nahuatzen, la falta de una identidad como ésta da cabida al regreso de los partidos y el fin de la autonomía indígena


Texto y fotos: Arturo Contreras Camero en Pie de Página

MICHOACÁN.- De Cherán a Nahuatzen uno puede cruzar caminando, las dos comunidades están separadas por unos 10 kilómetros. Este 23 de mayo estos dos municipios de la Meseta P’urhépecha de Michoacán renovaron su gobierno por usos y costumbres. Los procesos en ambas comunidades se miran tan distinto que destacan las dificultades de organizar, y mantener, un gobierno comunitario.

En Cherán la convicción de conservar a los partidos políticos lejos de la organización del pueblo, arraigada en la convicción de la comunidad, superó la baja participación, auspiciada por la pandemia, por las quejas de una mala gestión de crisis sanitaria y la incapacidad ante algunas muestras de inseguridad.

En Nahuatzen, la autonomía apenas cumple cuatro años y ha estado marcada por un conflicto intestino entre el Concejo Indígena de Gobierno y los representantes de los partidos políticos. En medio, parece quedar la población, que cansada por la violencia de los enfrentamientos está ausente de los mecanismos de participación.

A continuación, presentamos un relato de ambos cambios de gobierno.

Cherán: contra los partidos, la identidad comunitaria

Luisa Campur cubre su cabeza del sol con su rebozo. Los rayos de mediodía caen a plomo, pero no es suficiente para que Luisa rehuya a su deber. A cada persona que entra a la secundaria federal de Cherán, Luisa le despacha gel sanitizante. Ella es parte del comité de vigilancia de su barrio, y por eso le toca a ayudar a organizar la asamblea para la designación de nuevos concejales, que está a punto de comenzar.

“Yo soy del 52, y desde que nací aquí gobernaron los partidos. Primero los del PRI y después los de la Democrática”, dice mientras descansa a la sombra. “Yo veo que sí está bien esto que estamos haciendo, porque así ya los otros partidos ya no se pueden meter. Sí está bien”. Después explica el sistema de organización de fogatas (una en cada calle), en las que los vecinos toman decisiones en torno a la organización comunitaria; estas suben a las asambleas de barrio y desde ahí al Concejo Mayor, integrado por tres representantes de cada barrio.

Minutos después, desde el micrófono, una voz anuncia a los cientos de personas reunidos en el patio de la secundaria: “Que la unión y la voz del pueblo se aplique en Cheran Keri –Cherán la grande–. Justicia y restitución del territorio”. Las palabras marcan el inicio de la asamblea. A pesar de que en este barrio, como en los otros cuatro el patio luce repleto, la participación es baja si se compara con la de años previos.

“A pesar de la participación de los jóvenes, que fue decisiva hace 10 años, ahora la participación está muy descuidada. Como que se les va la idea de que la participación sirvió para dejar a los carteles fuera”, explica Daniel Romero, abogado de 36 años que fungió como parte del primer Concejo de Honor y Justicia.

En total, en el pueblo participaron unas 2 mil 500 personas en el relevo del Concejo Mayor. En la asamblea del barrio tercero se registraron pocas más de 700, sin embargo, una de las personas responsables del registro asegura que esperaba por lo menos unas tres mil.

“A 10 años, nos ha faltado avanzar en varios aspectos, pero lo aceptamos como tal”, responde Daniel al hacer un balance de la última década de gobierno autónomo. “Después de todo, hemos estado en ese proceso de aprendizaje, pero una de las deudas es que no hay una verdadera planeación, los concejos andan en función de las necesidades si mediatas y no se ha concretado un proyecto a mediano plazo”.

A pesar de que Daniel no identifica una amenaza clara de intromisión de los partidos políticos, está seguro de que si el próximo concejo no desempeña un mejor papel, el gobierno autónomo podría enfrentar una pérdida sustantiva de representatividad.

“La amenaza más grande es la interna. Yo creo que los fracasos de nosotros, los de nuestros procesos, son los peores enemigos que podríamos enfrentar”.

Una decisión desde lo más interno del pueblo

Para formar parte del Concejo Mayor de Cherán, o para ser Keri, como dicen acá, es necesario ser mayor de 45 años, contar con trabajo activo al interior de la comunidad y ser propuesto por la misma (uno no puede lanzarse para Keri, o pedir ser postulado). Durante los últimos cambios de concejo, esta discusión se realizaba en cada una de las fogatas de cada barrio una semana anterior a la asamblea. Sin embargo, este año, pareciera que el proceso se adelantó, y entre las fogatas y el día de las asambleas barriales solo hubo una noche de separación.

La noche del sábado la plaza central de Cherán vibra con los paseantes que salen a tomar un atole y con los niños que se arremolinan entre unos globos largos que lanzan al cielo para después atrapar donde sea que aterricen. Horas antes, cada barrio se reunió para determinar las condiciones para la elección de los Keris y para discutir quiénes serán los siguientes representantes populares.

Después de la asamblea en su barrio, Yunuen Torres Asencio, que fue parte del Concejo de Jóvenes y sigue siendo una participante muy activa de las actividades comunitarias, coincide en que el desgaste del gobierno autónomo es el propio de la década.

“En un primer momento las necesidades eran muy diferentes, en el primer concejo la seguridad era el punto clave y se sabía que iban a haber aciertos y desaciertos. En el segundo ya estaba más vigilado, pero en el tercero hay un tema de que hay cierta comodidad y más despreocupación en muchos sentidos; es el tema de sentirte confortable”, opina.

“Hace 10 años no me imaginaba esto, el contexto era muy difícil, más para las mujeres y para las mujeres jóvenes. El tema del acoso era muy fuerte desde las personas que venían de fuera de la comunidad. Los malos, los talamontes y las otras policías nos hacían sentir inseguras”. El sentimiento, asegura, se replicaba en todos los compañeros jóvenes.

“Había toque de queda y era tu responsabilidad salir; parecía que la policía tenía el derecho de cuestionar tu presencia en la calle. Nos hacía sentir muy incómodos. En esos días empezaron a aparecer ciertas cosas que crecimos escuchando en las noticias, que los secuestros, que las extorsiones, pero aquí teníamos conocimiento de eso, hasta que empezó a pasar. No era normal, todo era un síntoma de algo que no estaba bien. En los jóvenes se traducía en que no teníamos ningún tipo de participación política más allá que después de cumplir los 18 años no convertíamos en blanco de los partidos para la compra de votos”.

Harta de la situación, la gente de inmediato empezó a tomar acciones, y empezaron a organizarse en brigadas y a hacer fogatas de vigilancia en cada calle del pueblo para detener a los talamontes y al crimen organizado, desde entonces, la misma organización social da forma a la vida política del pueblo.

Una lucha para el futuro

En el barrio primero, una señora de unos 50 años acompaña a sus papás a la asamblea. No quiere dar su nombre por miedo a que sus opiniones le puedan causar problemas en el pueblo, aunque sus opiniones no parecieran tan controvertidas.

“Hay unos que dicen que vamos en retroceso, por eso de tener un gobierno indígena, pero yo en realidad veo más participación de los jóvenes. Por ellos es que estamos haciendo este movimiento. Con todo esto que se nos removió, con todo esto, tenemos que sentar las bases para que podamos seguir y ellos puedan seguir con esta forma de gobierno”, asegura. “Hay algunas gentes que dicen que quieren regresar a los partidos políticos, pero es solo por el dinero y por la corrupción, por los privilegios. Ellos son los que dicen que esto es un retroceso”.

En Nahuatzen, años de conflicto anuncian el regreso de los partidos

En la comunidad vecina, la participación para designar al nuevo Concejo de Gobierno fue aún menor que en Cherán. Aquí no es la pandemia la que ahuyenta a la gente, sino el miedo a salir lastimados. Hace quince días miembros de los partidos políticos atacaron la casa comunal, sede de este concejo. Esta fue la última de las agresiones en un conflicto sostenido entre quienes defienden al gobierno indígena y quienes promueven el regreso de los partidos políticos.

Una semana antes, en los barrios de este pueblo se eligió en las asambleas internas de cada barrio a los nuevos concejales de gobierno; trámite que sucede por primera vez desde 2017, a pesar de que la promesa del primer concejo era realizar un cambio en la representación comunal una vez al año.

La ceremonia de este fin de semana solo consistió en la presentación del nuevo concejo en la plaza del pueblo. Este debería ser un evento que convoque a toda la comunidad, sin embargo, de una población que supera las 12 mil personas, solo 500 se dieron cita en la plaza;  aunque sus opositores, los de los partidos, aseguran que los asistentes no rebasaron las 100 personas.

“En un principio cuando elegimos esta forma de concejo hubo más de 4,500 firmas de ahí para acá creemos que ya se cimentó el movimiento”, dice al respecto Roberto Velázquez, uno de los concejales recién electos. “Hoy tuvimos buena afluencia, pero no la que esperábamos, debido a las amenazas que existen por parte de los partidos políticos. En otras ocasiones nosotros triplicamos la asistencia de estos eventos, pero ante la presencia de una Guardia Nacional que ya nos baleó dos veces, pues es difícil. La gente tiene miedo, pero nuestra organización sí abarca toda la comunidad”, asegura.

Desde 2015, esta comunidad inició su camino a la autonomía, luego de que el gobierno municipal introdujo al pueblo un cóctel de cuerpos de seguridad, entre policías municipales, estatales y otros elementos que venían de parte de la Federación. La mezcla, lejos de apaciguar la inseguridad, abrió la puerta a arbitrariedades de los cuerpos policiacos, que abiertamente cooperaban con miembros de la delincuencia.

Además en esos años, ante el olvido institucional y las malas gestiones, un grupo de ciudadanos se dedicó a cuestionar el poco ejercicio de los recursos, como cuenta Miguel Paleo, otro de los concejales que entran en funciones.

“Lejos de tener avances en las obras o en el desarrollo del pueblo, con los partidos políticos nada más veíamos olvido. Nos dimos a la tarea de ver cuánto dinero correspondía al ejercicio de la comunidad, porque no lo veámos reflejado en las calles. Eran 39 millones de pesos que no veíamos. Después dimos a conocer las nóminas de los funcionarios y pues eran cantidades que ofendían a la gente, a la que mantenían contenta con una despensa y con dádivas”.

Después de muchos intentos, en 2017 el Tribunal Electoral de Morelia reconoció el derecho de Nahuatzen a regirse por usos y costumbres, lo que dio lugar a la conformación de su primer concejo, sin embargo, el sistema de partidos, como ellos le llaman, contraatacó a través del control del presupuesto.

“Al estado no le pareció”, cuenta Roberto Arriola, uno de los primeros concejales que ahora deja de serlo. “Nosotros en nuestra gestión no pudimos hacer lo que nos tocó hacer en la comunidad porque no pudimos trabajar por la criminalización, porque nos bloquearon el presupuesto. El quitarles intereses económicos detonó que ellos estuvieran buscando muchas formas para terminar con esta nueva autoridad que salió”.

Dos gobiernos paralelos en pugna

Bajo el pretexto de que el Concejo no tenía autoridad jurídica para ejercer el presupuesto asignado a la comunidad, el gobierno del estado retuvo los recursos correspondientes al pueblo. Ante el conflicto el Instituto Electoral de Morelia llamó a una asamblea para determinar quién gobernaría en la entidad.

A dicha asamblea llegaron pobladores de otras comunidades asegurando pertenecer a Nahuatzen; en ella, se decidió que el Concejo sería un órgano de vigilancia de la ejecución del presupuesto, y que se crearía un nuevo órgano de gobierno. Pero en los hechos, el resultado solo avivó más el conflicto entre los dos bandos que reclaman el gobierno de la comunidad.

En búsqueda de que el gobierno liberara el presupuesto correspondiente a la comunidad, el Concejo inició con una serie de protestas. Según cuentan los pobladores de Nahuatzen, eso devino en una violencia extrema, aunque los integrantes del Concejo aseguran que se trata de criminalización en su contra.

“Yo por eso estoy en desacuerdo con lo de usos y costumbres, y en desacuerdo con el concejo”, cuenta una locataria del mercado de este pueblo, que, como el resto de los ciudadanos que prestaron su testimonio para este trabajo, piden se omita su nombre por miedo a tener represalias de cualquiera de los dos bandos.

“Desde que tomaron ellos el pueblo, a los comerciantes nos ha impactado más. Antes venían de las tenencias y de otras comunidades a comerciar, pero ahora ya no; también dejaron de llegar empresas como la Coca y Bimbo, porque les quemaban sus carros y no los dejaban entrar”, cuenta.

A diferencia de lo que pasa en Cherán, donde la identidad indígena juega un papel importante para la cohesión social, en Nahuatzen muchas de las personas no creen pertenecer a un pueblo indígena, lo que resta puntos a la cohesión y a la legitimación del concejo.

“Por eso tampoco queremos un Concejo Indígena aquí. Este no es un lugar purépecha, nosotros no somos indígenas, aquí, a diferencia de otras comunidades del municipio, no hablamos un dialecto”, asegura otro habitante del lugar, quien asegura ser partidarios de los partidos políticos.

Más o menos ese parece ser el mismo argumento que esgrime al respecto Mayra Morales, quien se nombró como la presidenta municipal interina, en sustitución de David Otlica, electo en 2018 en un proceso electoral marcado por la quema de casillas y otros incidentes. En esos comicios los enfrentamientos impidieron que en Nahuatzen se llevaran a cabo las elecciones organizadas por el INE, aunque en otras poblaciones del municipio sí se realizaron.

Mayra Morales despacha desde el Palacio Municipal, justo en frente de la plaza del pueblo. El edificio está olvidado y deshabilitado, en la mayoría de los cuartos no hay muebles ni tampoco personal laborando. En uno de los cuartos, ella y su equipo trabajan. Todos usan celulares iPhone de última generación y visten ropa de marca. La presidenta interina, que mientras ejerce el cargo también es candidata para ser reelegida en el puesto, porta una bolsa de piel marrón, con detalles dorados y las iniciales CK estampados en una trama muy estilizada. Otros miembros de su equipo usan camisas de vestir y pantalones de mezclilla. Sus cinturones y zapatos, lucen sendos adornos en el empeine y la hebilla que sugieren ser Ferragamo, una marca de lujo.

“Aquí tenemos nueve comunidades, cuatro son originarias, indígenas”, repite la presidenta interina en una entrevista. “Son Comachuen, Arantepacua, Sevina y Turícuaro, ahí sí son indígenas, pero aquí nunca se habló un dialecto y nunca vestimos un traje”, dice para descalificar la legitimidad del Concejo.

Elecciones y cambios de concejo bajo tensión

Mientras que Mayra, y el resto de personas que apoyan a los ocho partidos políticos que esperan que el próximo seis de junio la jornada electoral signifique el regreso de ese sistema de gobierno, los miembros del concejo buscan alguna manera de impedir que se realicen los comicios en el pueblo.

“Nosotros esperamos ir por la legalidad y no por la fuerza, y por eso queremos evitar que se instalen las casillas”, asegura Miguel Paleo, uno de los nuevos concejales. “Los partidos dicen que alteramos los derechos de todos los ciudadanos de votar y ser votados, pero en realidad no, nosotros queremos que haya democracia, pero no la que es impuesta por los partidos”.

“Gracias a dios, para estas elecciones que vienen, ya no camina Nahuatzen solo. Va acompañado de Arantepacua, de Sevina, de Comachuen y de Turícuaro, que son nuestras comunidades, las más grandes de nueve, eso significa que somos más del 80 por ciento de la población del municipio que no queremos elecciones”, añade. Las comunidades que menciona, como Nahuatzen, desde hace unos años han iniciado procesos de autonomía parecidos.

Afuera, en las calles de Nahuatzen, la polarización parece espantar a los ciudadanos de a pie, como cuenta un electricista que perdió fe en cualquiera de las dos maneras de elección de gobierno.

“Lamentablemente las cosas están mal, y han estado mal, tanto de un lado como de otro. Por una parte el Concejo empezó a trabajar bien en un principio y fue puesto por el pueblo, lamentablemente se empezó a convertir en un grupo violento que empezó a actuar de manera autoritaria a imponer cosas. Una cosa, por ejemplo, es que se suponía que se iba a cambiar en un año el concejo, pero al año ya no se quisieron salir y no aceptaron a otros que tenían también la voluntad de participar. Simplemente ya no quisieron salir”, opina. “Precisamente, por esta confusión y al ver tantas cosas que están mal, pues yo digo que no voy apoyar el concejo que parece un grupo de vándalos, pero tampoco a los partidos, que es un grupo autoimpuesto. Esto nos deja solos, nos deja huérfanos, como si Nahuatzen fuera un pueblo sin ley”.

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