«Compañeroa es una palabra que te incluye como eres»: Marijose

«Compañeroa es una palabra que te incluye como eres»: Marijose

Marijose, tojolobal y zapatista, integrante del Escuadrón 421, compartió su historia ante colectivos en Zúrich, Suiza: «por estas venas también recorre sangre roja igual que la de ustedes, igual que el de todo el mundo, el ser trans, el ser compañeroa, no tiene otro color de sangre«

Texto: Kau Sirenio en Pie de Página

Foto: Daliri Oropeza

ZÚRICH, SUIZA. La caravana marítima Escuadrón 421 compartió su experiencia de lucha con colectivos y colectivas en Zúrich. Marijose, integrante de la delegación del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) habló de su resistencia personal y colectiva. Su relato se centró en tres partes: su infancia, el zapatismo y la resistencia.

Después de que la activista Dominica habló de su experiencia como trans en el movimiento feminista suizo, vino la palabra de Marijose.

Soy Marijose, tojolobal y zapatista, esta es mi historia que les quiero compartir. 

Voy a compartir con ustedes mi vida en tres espacios:

El principio, me di cuenta como a los cinco años que no era igual, aún no entraba a la primaria, a esa edad me di cuenta que yo era una persona diferente a los demás. Empecé a descubrir que yo era una niña. 

No me sentía a gusto con mi cuerpo, me gustaban los juegos de niñas. Así viví mi primera etapa de la vida sin saber que después viviría discriminada. Cuando entré a la primaria sufrí humillaciones de los niños más grandes de la escuela, me insultaron, sentí el desprecio, dolor, pero esos dolores, esas angustias los aguanté con tristezas. Lo almacené en mi corazón.

Pensaba que era un capricho de niño, cuando esté más grande cambiaría mi forma de pensar, pero no fue así, a la edad de doce años me di cuenta que me gustaban los niños, entonces dije, no puedo competir con este sentimiento. 

Con cuerpo de hombre y enamorada de otro hombre, ¿cómo es posible enamorarme de una persona del mismo sexo?, me preguntaba. Mientras que los insultos aumentaban en la escuela, los niños de sexto grado eran los que más me insultaban, me humillaban porque sabían de mi condición homosexual, aunque yo lo negaba, trataba de ocultarlo, decirles que no, que todo lo que dicen de mí no es cierto.

A los 14 o 15 años de edad, empecé a descubrirme, ahí me di cuenta que mi cuerpo pertenecía a otro cuerpo, fue cuando empecé a ver lo que pasaba con mi cuerpo, y me preguntaba: ¿Cómo hago para liberar esta persona que llevo adentro? No podía decirle a mi familia, tenía miedo que me corrieran de la casa, que me despreciaran. Mi vida era silencio, no lo platicaba con nadie. 

Cuando tuve más fuerza que acumulé durante el tiempo que me insultaron, humillaron y discriminaron, lo utilicé como arma o herramienta para crecer y ser más fuerte, porque en mi corazón y en mi mente había la seguridad que un día iba a liberarme, para mostrarle a la gente lo que soy. 

Necesitaba tiempo y espacio para crecer, para fortalecerme, para sacar esos insultos, que almacené en mi corazón. Empecé a hacer unos cambios en mi persona, pero eso llevo a que perder a mis amigos, cuando les dije mi condición homosexual, me decían “tú eres puto, tú eres manpo”, y me rechazaban en su círculo de amigos. “Sabes que no quiero amigo así, la gente va a decir que también soy como tú, entonces prefiero que no te acerques y no me hables”, así alejaron de mí. 

De ahí empecé a participar en el movimiento zapatista, porque me di cuenta que ellos tienen dos modos de vivir la vida. En el zapatismo, me involucré a los encuentros por los talleres de educación, y me puse a trabajar en temas de salud, vi que los compañeros zapatistas no discriminaban a nadie, mientras que algunos empezaban a preguntar que si soy homosexual, yo ocultaba eso, pero ellos decían que no discriminan, que no humillan a la gente, que son así, porque la lucha no distingue religión, sexo y colores de la piel, lo único que importa es luchar por la libertad.

Ahora ocupo cargos en el movimiento, porque la lucha así lo pide, ahí crecí como persona que quería ser, me sentí segura. Les dije a los compas lo que soy, quería ver sus reacciones cuando pero no hubo rechazo, así que me involucraba con ciertas palabras sobre la homosexualidad, que piensan como lo ven y lo que ellos decían se escuchaba muy bonito, me ponía muy contenta porque al final encontré un lugar donde no voy a sufrir discriminación, porque ahí podía vestirme como yo quiera, y nadie me iba a criticar, eso pensé, pero no les decía todavía, para llegar donde estoy ahora empecé a pensar soy gay o soy trans o soy trasvesti, tenía esas dudas.

Con el apoyo del internet estudié un poco sobre géneros, me confundía porque no sabía qué quería ser, después le platique a un amigo lo que sentía, como era, ¿Por qué soy así?, él no lo creía porque nunca se imaginó eso de mí, como era compañero, él dijo que no hay problema, que se siente orgulloso de tener una compañera así, lo que importa es el trabajo y la decisión de la luchar. 

Para mí eso me quitó un peso de encima, se lo dije como a los 23 años, le conté que era homosexual, porque igual en la familia tenía que buscar el modo de decirles a mis padres lo soy, para no esconderme, pensé en muchos lugares para esconderme, primero se me pasó por la cabeza ser marista porque ahí no me va a discriminar la gente, porque los maristas se entregan a lo que es la religión, no pueden casarse, eso fue lo primero que se me ocurrió.

Luego vi la posibilidad de ir a las montañas con los compas insurgentes, pero dije que no, eso es muy comprometedor y muy duro, creí que no voy aguantar ahí. ¿Qué hago?, ¿será que me vaya de mi casa, abandono la lucha?, pero había visto que ahí hay algo mejor. Era imposible dejar eso, no voy a dejar este camino y volver al mundo donde hay humillación, donde hay discriminación. 

Conocí a más amigos fuera del zapatismo, platiqué con ellos, vi que también viven en una situación discriminatoria, homofóbica, me les uní para explicarles que iba por otro camino, que en el camino en el que estoy es un camino más seguro, les platique un poco del movimiento y se sintieron contentos y felices porque igual iba hacer realidad mis sueños, llega el momento en que no sabes qué hacer, estás entre pared, que no sabes qué hacer a esa edad.

Sentía más odio, cuando me gritaban en la calle cuando me veían caminar, escuchaba los insultos, no solo de niños sino también de jóvenes, padres de familia que me insultaban, me empezaban a humillar de una manera tan odiosa, de una manera como si les estuviera haciendo algo malo, a veces les preguntaba ¿por qué su rabia hacia mí?, soy como ustedes, les dije, si soy puto, maricón, lo acepto. ¿Pero cuál es el problema?, es mi vida, no su vida, vean por su familia, por sus hijos si es que los tienen, no se fijen en la vida de la gente. 

En ese tiempo estaba en el punto exacto para demostrarle a la gente que a la persona que insultan sí existe, que solo estaba oculta, luché mucho tiempo, hice mi propia lucha contra mi cuerpo, porque esa es una resistencia también que uno crea en uno mismo. Empecé a crecer, resistir contra mí mismo y contra ese cuerpo que me hacía incómodo. 

Nunca pensé en hormonizarme, conocí a personas que me decían “hormonízate para que seas diferente”, no quiero eso, quiero estar como estoy, el que me va a querer, me va a querer como soy, porque esas cosas también traen consecuencias o a veces es generar gastos de dinero, me quiero así y a ver qué pasa.

Comencé a transformarme, lo hacía a escondidas para que mi familia no se diera cuenta, me iba a algún lugar y en el camino me arreglaba, me vestía de niña, de regreso me quitaba todo y lo escondí en el monte, llegaba a la casa como si nada. Antes de eso platiqué con mis padres, para saber su opinión de todo eso, trabajé con ellos, les dije que en el movimiento zapatista no discriminan. 

Llegó el momento de platicarlo con mi papá porque algunas personas me habían visto vestida de mujer en ciudades cercanas de donde vivo. Se difundió por todos lados de la comunidad que me vieron vestida de mujer. 

Antes que llegue a oídos de mis padres por boca de la gente, me arme de valor para contarles todo sobre mí, mis padres escucharon por mi propia voz lo que soy, para ellos fue un golpe pero pudieron superarlo, porque en el movimiento estaba orientado sobre esas platicas, pusieron resistencia de aceptar eso. Mi madre, feliz de ser como soy, que me quiere como soy; mi padre, un poco molesto, pero me dijo que todo bien, que no pasa nada, eso me ayudó mucho, porque no hubo necesidad de salir de la casa. 

Mis padres saben lo que soy, me transformé a esa persona que desde niño pedía auxilio y libertad, aunque la gente empezó a murmurar y criticar más fuerte a mi persona, pero no me lastimaban, porque había crecido muchos años en la humillación, en la discriminación, a esa altura tenía fuerza, y resistencia. Los compañeros zapatistas al ver ese cambio, en vez de criticarme me empezaban a preguntar ¿Por qué eres así?, ¿por qué de pronto cambiaste?

Ahí vi cómo nos tratan los compañeros que, en vez de criticar, en vez de juzgar, lo primero que hacían es preguntarme, y con gusto les platicaba a los compas, a veces hacían círculos de unos 20 o 30 compañeros y me ponía en medio para contarles cómo fue mi vida de sufrimientos cuando pasé insultos, humillaciones en mi niñez y juventud fuera del zapatismo. 

Me decían que en la lucha todos merecemos respeto y un espacio donde nos podamos expresar nuestros sentimientos, vi a las compañeras y a los compas, que no me vieron como un monstruo como lo dicen los demás, que no era una extraña, que no era una enferma como nos trata el capitalista. 

Para el sistema patriarcal somos unos enfermos, enfermos de mentes, personas que no merecemos vivir en este espacio, para borrar eso se crearon hospitales donde hacer cambio de reasignación de género, todo eso. En el mundo capitalista solo hay macho y hembra, pero qué pasa con esta parte de nosotros, que algunos sueñan con eso también, necesitan mucho dinero, necesitan arriesgarse, bien salen vivos del quirófano o muertos, son cosas que uno se arriesga, me voy aceptar como soy, voy a luchar por mi vida, mi libertad y por mi cuerpo.

En el zapatismo es más bonito, es más tranquilo, a pesar de todo eso también tengo cargos en la lucha y los compañeros nunca me han discriminado por tener un trabajo, por tener un cargo en la lucha, pero la gente que no es zapatista me discrimina y se burlan de mí. Dicen que soy un mal ejemplo, para ser promotora de educación, porque trabajo como promotora de educación en pueblos y en la zona zapatistas, imparto talleres. 

Los hermanos que son partidistas dicen que soy mal ejemplo para los niños les voy a enseñar por lo que soy, pero no es así, una persona sabe que va hacer como somos nosotros los trans desde niños, lo traemos, no es porque lo vamos a prender, es como nosotras nadie nos enseñó a ser como somos. En ese tiempo no veíamos televisión, no existían las redes sociales como ahora. 

No sabíamos si existían esas clases de personas que el sistema capitalista les ha puesto transexuales, bisexuales, heterosexuales, gay, lesbianas. Para nosotros como zapatistas esa palabra es como una discriminación a esas personas, por eso nosotros como zapatista agarramos la palabra como compañeroa, porque compañeroa es una palabra en donde te incluye como eres: si eres lesbiana, si eres gay, si eres trans, todo abarca en una sola palabra que no te duela. 

A mí como me dicen los compañeros me dicen compañeroa Marijose, me siento halagada, me siento contenta, me siento respetada, protegida, porque esta palabra compañeroa para mí abarca muchas cosas, como que me abraza, entonces esa palabra es la que manejamos nosotros.

Fuera del zapatismo a esta altura todavía me insultan, porque las personas como nosotras somos humilladas, somos usadas, porque hay ciertas personas que en el mundo de la heterosexualidad se dicen muy machos, pero cuando a una persona como nosotras nos discriminar, a veces sucede que la persona que te discrimina es porque en el fondo del corazón es lo mismo y le da rabia que nosotros nos hayamos liberado. 

Marijose, del Escuadrón 421, observa las expresiones de la manifestación “No nos conquistaron” a 500 años de la toma de Tenochtitlan en Madrid. Foto Daliri Oropeza

Lo he vivido en carne propia, me insultan, pero después me coquetean e intentan seducirme, cuando están sus amigos tratan de ser una persona, esconden lo que son, ahí me di cuenta que existen esos odios, esas homofobias porque la persona no pudo salir donde está encerrado, por eso nace ese odio hacia esas personas que sí tenemos ese valor de salir del closet a enfrentar nuestra realidad.

Sufrí humillación, a veces me ven, invitan a tomar un café, pero cuando se entera o escuchan que soy hombre, se espantan, les digo que no soy mujer de verdad, que en realidad soy hombre, en ese momento se acaba el encanto. “Pinche puto, para que te vistes así”. Son cosas que enfrentamos. He experimentado ese tipo de vida, de cómo se vive allá fuera, cómo se vive en el mundo de la sociedad capitalista, todas esas cosas las he vivido. 

Las cosas que le platico lo he vivido en carne y hueso, es doloroso cuando uno te dice “vete a la chingada porque no eres mujer”, he aprendido hacer clara con ellos, cuando alguien me hace una invitación les dijo claro no soy la mujer que tu esperas, soy una como le dicen en el mundo actual de ellos: soy trans, y si así quieres, adelante, si no, no hay problema. 

Hay personas que te dicen no importa, platiquemos, conversemos, cuéntame de tu vida; pero hay personas tan crueles que casi te dan una patada porque somos así. Son cosas que nosotras vivimos, cuando estamos solas o perdidas no encontramos la salida, algunas llegan a suicidarse, porque no resisten ese odio, desprecio, más si la familia no los toleran, es una triste realidad que muchas personas como nosotras terminen en manos de los homofóbicos, en manos del sistema opresor, el ser así como somos no nos hace diferentes a los demás, porque tanto como nosotras, como ustedes, por estas venas también recorre sangre roja igual que la de ustedes, igual que el de todo el mundo, el ser trans, el ser compañeroa no tiene otro color de sangre.

Como zapatistas estamos luchando por un mundo donde quepan muchos mundos y como compañeroas tenemos ese mundo construido dentro de la autonomía, dentro de la lucha zapatista y queremos ser como el reflejo de todas esas compañeras, de todos esos compañeros que aún están escondidos, que aún les da miedo decir quien son, queremos que ellas aprendan a luchar, que aprendan a organizarse, a defender su vida. 

Todos merecemos libertad, vivir tranquilos, vivir como nosotros queramos, no es que peleemos entre nosotros, el que las personas nos insulten, nos griten, no es que agarremos odio contra ellos, no es que vamos a pelear contra ellos, yo los ignoro porque sé con el que tenemos que enfrentarnos es el sistema capitalista, es el principal enemigo de que nosotras nos vean como personas sin derecho, como personas extrañas. 

El sistema capitalista le metió en la cabeza de la sociedad no pueden existir estas personas, que somos un estorbo, que personas como nosotras debemos ser eliminadas, desde ahí empieza el odio, si todo fuera lo contrario, si eso no hubieran sembrado en la cabeza de los demás de los seres humanos o de la humanidad, el sistema capitalista, el sistema patriarcal hubiera aceptado, hubiera reconocido las personas que somos así, quizás ahora sería un mundo diferente, no existiría homofobia, ni discriminación. 

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.