La Amazonía demanda un lugar en la COP26

La Amazonía demanda un lugar en la COP26

A través del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza, un grupo de organizaciones indígenas de la Amazonía pidió a la COP ser reconocidos como una de las partes involucradas en la discusión sobre el cambio climático; demandan que se incluya una representación indígena en ese foro 

Texto y fotos: Arturo Contreras Camero en Pie de Página

GLASGOW, ESCOCIA.- ¿Por qué si los pueblos indígenas son los que han protegido, durante siglos, los últimos reductos de naturaleza, los gobiernos no los escuchan? ¿Por qué si son ellos quienes ponen el cuerpo para defender la selva y quienes mejor la conocen, son los gobiernos quienes administran los fondos internacionales para su cuidado?

Este es el reclamo de los pueblos de la Amazonía que llegaron al Tribunal Internacional de la Naturaleza, una organización sin fines de lucro que desde hace un lustro busca reivindicar a la naturaleza como sujeto de derechos y nombrar responsables por su maltrato y destrucción. Si bien sus veredictos no son vinculantes, sirven para visibilizar graves violaciones a los derechos de la naturaleza que siempre implican violaciones a comunidades, sobre todo indígenas y campesinas.

«Cumbres internacionales como la COP buscan capitales para que entren a la Amazonía, que lleguen a través de la financiación y la capitalización. Lo primero, creemos nosotros, es garantizar los derechos de las comunidades y de la tierra. Queremos que este tribunal se pronuncie ante la COP para que la Amazonía no falte nunca más en las negociaciones como una de las partes. No puede estar representada por gobiernos como el de Bolsonaro. Pedimos que este tribunal se sume a las acciones de la Corte Penal Internacional para reconocer los derechos de la Amazonía», dijo el fiscal del Tribunal, Pablo Solón, experto en temas climáticos y forestales, quien también ha formado parte de la comitiva negociadora de Perú ante la COP en los últimos años.

El primer testigo ante este tribunal fue Gregorio Díaz, representante de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca del Amazonas, la COICA, una organización formada en 1984 para reunir las voces y las demandas de más de 10 mil organizaciones indígenas de los 511 pueblos que habitan en la Amazonía.

«Estoy aquí porque nosotros no hablamos desde afuera, sino desde dentro de nuestra casa que es la selva. A lo largo de 37 años hemos unificado nuestras voces en unos pocos conceptos: territorio, derecho de los pueblos, derechos de la selva y conservar nuestra cultura. Son miles de años que tenemos en esta selva, por eso tenemos autoridad moral para elevar nuestras voces ante la impunidad”, dijo Gregorio.

«Nosotros nacimos del agua y de la selva, eso dice nuestra religión. La selva es nuestra religión. Nosotros no nacemos en un hospital, en máquinas. Nacemos en la naturaleza y nuestro primer contacto con la realidad es nuestro río, nuestro primer aliento viene del mismo aire que compartimos con todos los animales. Es difícil entender que la selva y los animales hablan, que tienen vida. La otra ciencia quiere ocultar lo que les digo; quiere ocultar que todos deberíamos transformarnos para ser seres humanos, porque nosotros hablamos con la madre selva. De ahí nace la impunidad, cuando no se reconoce que la selva es un ser vivo. Que cuando se rompe ese derecho, se rompe el equilibrio de la vida. Y la vida no solo puede ser vista desde una máquina o desde una ventana, se debe ver desde dentro, desde la realidad de nuestros pueblos.

Dotar de derechos al bosque para salvarlo

La búsqueda final de este tribunal, como el de muchas otras acciones, es salvar la Amazonía, que está a punto de alcanzar un momento clave en su supervivencia. Al día de hoy ya se perdió cerca del 20 por ciento de este bosque y si este porcentaje aumenta, echará a perder su capacidad de regeneración, lo que significa la muerte de toda la jungla.

«Queremos que la Amazonía sea un sujeto de derechos porque está al borde del colapso en el que si no actuamos veremos cómo en 10 años empieza a morir por sí sola», aseguró el fiscal Solón.

«Para eso necesitamos que el tribunal busque un mecanismo de protección. Porque no se pueden seguir cometiendo delitos contra los bosques, contra los ríos, contra la montaña y los pueblos que ahí viven. Debe de haber una responsabilidad que pueda ser medida», añadió Gregorio.

La Amazonía no solo es el bosque tropical más grande del mundo, sino que además es un bien común de la humanidad y es decisivo para el equilibrio de las lluvias de todo el continente americano. Incluso, hay quienes aseguran que no se puede solucionar el cambio climático si no se rescata la Amazonía. Si muere, no habrá manera de restablecer el balance en la temperatura de la tierra y la sexta extinción en masa se habrá consumado, según dijeron durante la sesión del tribunal.

Durante la sesión del tribunal, Carlos Nobre, meteorólogo brasileño especializado en esta región y en calentamiento climático, advirtió: “Estamos muy cerca de un punto de inflexión, en el que el 60 por ciento de los bosques se van a degradar, gracias al calentamiento global. La temporada de estiaje es de tres a cuatro semanas más larga, ahora se está extendiendo hasta los 4 meses, si la temporada de lluvia se acorta, entonces lo que conocemos como selvas tropicales se van a transformar en sabanas, como las africanas”.

Por eso, Gregorio, el coordinador de la cuenca demanda un plan que se base en la visión de científicos como Carlos Nobre, pero que además integre los conocimientos científicos. “Nosotros con nuestra sabiduría debemos consensuar un plan para ir al territorio, el de la Amazonía. Allá está nuestra gente cuidando los sitios sagrados, que son intocables, pero están amenazados. Los gobiernos reciben dinero de las grandes potencias y se queda en salarios y en su burocracia, ellos no nos pueden enseñar cómo cuidar la selva; les pagan a ellos para que nos enseñen cómo cuidar nuestra casa. Mejor que nos den el dinero a nosotros. Hace falta esa voluntad; quieren seguir dándole a los bancos pero no a nosotros, que tenemos miles de años mostrando cómo cuidarla”.

Actualmente, de los 8 millones 470 mil 209 kilómetros cuadrados que ocupa la Amazonía, el 23 por ciento son territorios indígenas y otro 24 tiene la categoría de parques nacionales, entre ambos, representan una porción de 47 por ciento que está bajo el cuidado de comunidades indígenas.

Por otro lado, del total del territorio, 9.4 por ciento es afectado por distintos tipos de minería y otro 17 por minería ilegal, 31 por ciento por plantas hidroeléctricas, ya sean activas o que están en construcción, el 55 por ciento es cruzado por carreteras para la extracción de diferentes materias y otro 17 por ciento se destina a actividades agrícolas.

Si se unen todas estas afectaciones, considerando que unas ocupan los mismos territorios, se puede decir que cerca del 66 por ciento de la Amazonía se encuentra bajo algún tipo de presión extractivista.

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