La construcción de un nuevo horizonte en América Latina
Ante un declive de fuerzas de Estados Unidos, América Latina tiene cartas por jugar para definir su futuro. En el marco de #Clacso2022, dialogamos con el intelectual argentino, Atilio Borón, y el exvicepresidente del estado plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, sobre los futuros posibles en la región
Texto: Alejandro Ruiz en Pie de Página
Foto: Isabel Briseño / Cortesía Atilio Borón
CIUDAD DE MÉXICO. – Tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, algunos pensadores proclamaron el fin de las ideologías. Las perspectivas de un futuro más allá del capitalismo parecían desvanecerse.
La hegemonía estadounidense se asentó no solo en la región, sino a nivel mundial. La dolarización de la economía, el modelo neoliberal y el control de los Estados nación del tercer mundo brindaban los recursos para acrecentar su poderío.
Pero la consecuencia del ascenso norteamericano parece traer consigo la semilla de su declive. El surgimiento de gobiernos progresistas a finales del siglo XX y, con mayor fuerza, en los primeros años del siglo XXI, son una expresión de ello.
Hoy, una “segunda ola” parece detonarse en la región. Los retos, sin embargo, son distintos. En entrevista con Pie de Página, el ex vicepresidente del Estado plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, y el intelectual argentino, Atilio Borón, caracterizan el momento actual y los retos de esta segunda ola del progresismo latinoamericano; la cual, coinciden, se enmarca en una crisis de la hegemonía estadounidense en nuestro continente.
La primera ola
La Cuba revolucionaria, que navegaba sola contra el imperio tras la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, se vio acompañada de la Venezuela de Hugo Chávez; la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa. El fantasma del socialismo comenzó a resurgir en el continente, y se renovó y actualizó con la realidad de los Estados-nación y sus contradicciones.
Después, el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, la Argentina de Néstor Kirchner, y el Uruguay de Pepe Mujica se sumaron al oleaje.
La consigna parecía clara: para transitar a otra sociedad (no capitalista), era necesario combatir al imperialismo norteamericano.
La ola progresista cosechó su primer triunfo en la IV Cumbre de las Américas, al echar abajo la propuesta económica que la Organización de Estados Americanos (OEA) había perfilado para la región desde 1994: la conformación de Área de libre comercio para las Américas (ALCA).
Además, la redistribución de la riqueza en los países abiertamente antiimperialistas, así como la ampliación de derechos y su unificación en bloque, recortaron las brechas de desigualdad provocadas por décadas de políticas intervencionistas que sumergieron en la pobreza a estos países.
Pese a ello, el ocaso de la primera ola del progresismo latinoamericano llegó pronto.
¿El declive norteamericano?
Ahora, la invasión de Rusia a Ucrania parece marcar el fin del mundo unipolar. Las sanciones económicas que la Unión Europea y los Estados Unidos han impuesto a Rusia han orillado que este país fortaleciera sus relaciones comerciales con China.
Este factor, sumado a un debilitamiento de su influencia política en América Latina y el Caribe, es el rasgo principal que ha propiciado el declive de la hegemonía norteamericana en la región, coinciden García Linera y Atilio Borón.
Para el ex vicepresidente boliviano, “Estados Unidos no tiene una agenda para América Latina”; es decir, no hay un proyecto específico que no trascienda “los buenos deseos”.
Biden le está dando 40 mil millones de dólares a los ucranianos para que vayan a morir, y a América Latina les viene a decir políticas generales de medio ambiente, o que no compren tecnología 5G a Huawei; la gente se da cuenta, la gente no es tonta. Estados Unidos no tiene una agenda para América Latina”, enfatiza García Linera.
Borón considera que otro rasgo que expresa el debilitamiento de la hegemonía norteamericana es el hecho de que, aún empleando métodos de desestabilización en contra de los gobiernos de Cuba y Venezuela, no ha podido intervenir en sus gobiernos.
“Lo que antes hubiera volteado de un golpazo, suponete Santo Domingo en 1965, o Panamá en 1989 (…) hoy en día no lo puede hacer”, dice el sociólogo.
La guerra en Ucrania está cambiando, definitivamente, el equilibrio de fuerzas internacionales. Estados Unidos está, realmente, sufriendo un retroceso muy significativo. Más allá de los avances o no avances del ejército ruso, etcétera, hay una realidad: la guerra puso fin a la globalización neoliberal”.
Tiempos de incertidumbre
García Linera aclara que, si bien el debilitamiento de la hegemonía norteamericana es fundamental para avanzar en la construcción de una nueva alternativa para la región, el declive de la influencia de los Estados Unidos “no es un declive acelerado, es un declive gradual que puede ser peligroso porque en algún momento puede volverse violento; pero creo que es algo inevitable e irreversible”.
Para el exvicepresidente boliviano, el momento que atraviesa la región (y a nivel global) es el de un tiempo liminal. Es decir, un tiempo en donde estamos presenciando la caída de un modelo económico y social, pero que, sin embargo, no presenta una alternativa concreta. Un tiempo de incertidumbre. Pero, es en este momento donde el auge de una segunda ola progresista en la región puede definir el rumbo de las sociedades. Por ello, resalta, sus tareas no son menores.
Es una segunda oleada progresista de gente que vuelve a confiar con proyectos de cambio y transformación social; pero el mundo ha cambiado, y esta segunda oleada tiene que superar los límites y no simplemente ser la continuación de lo que se hizo antes”.
Álvaro García Linera
AMLO y la segunda ola
Para ambos intelectuales, la segunda ola progresista comienza con el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México en 2018.
Es este momento, al que posteriormente se suman la elección de Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia, y Gabriel Boric en Chile.
Para Atilio Borón, este nuevo momento es distinto a la primera ola: “esta es una nueva ola que es mucho más moderada que las anteriores”.
No obstante, hay elementos que el sociólogo resalta como positivos. Primero, el declive de la hegemonía norteamericana; segundo, la acumulación de experiencia y cultura política y madurez intelectual a partir de los gobiernos de la primera ola progresista.
“Esto abre, entonces, una serie de posibilidades que en el pasado estaban cerradas, o por lo menos estaban semicerradas, sin ninguna duda. Hoy en día los gobiernos del área tienen un margen de autonomía, lo estamos viendo en la Cumbre de las Américas. El margen es pequeño; pero no es insignificante”, explica.
¿Fortalecer los estados?
Para García Linera, otro rasgo que caracteriza a esta nueva ola es el agotamiento de los recursos acumulados durante la primera ola. Desde su perspectiva, la tarea central de estos nuevos gobiernos tendría que ser la ampliación de derechos sociales y reformas profundas que, aun sin ser completamente radicales, fortalezcan el control de la riqueza por parte del Estado para acumular y generar riquezas.
Esto, añade, tiene que devenir de un proceso de redistribución de la riqueza; aminorando las desigualdades que, en la región, han permitido que un pequeño porcentaje de la población acumule y concentre grandes cantidades de dinero.
Pero ese tiempo liminal, de imperios en decadencia también implica un riesgo de derechización e instauración de gobiernos de corte fascista en la región, coinciden ambos pensadores. Ante ello, proponen y aplauden las propuestas de integración regional que, desde los aparatos estatales, disputen la hegemonía.
Para resolver la necesidad de una alternativa postcapitalista es necesario establecer una serie de pasos para asegurar un horizonte distinto que trascienda al mismo progresismo; esto, dice, no es una receta, sinoí una serie de principios. “Lo que está claro es que si nuestros países no avanzan, por ejemplo, en la defensa del medio ambiente; en el ataque a la fenomenal concentración de la riqueza; en la promoción de todo tipo de política tendiente a neutralizar o acabar con el patriarcado y la misoginia que prevalece en nuestros países; si no están dispuestos a avanzar por la vía de organización del campo popular, que el capitalismo se ha encargado, sistemáticamente, de desorganizar; si no están dispuestos a dar la batalla ideológica, bueno, pues no habrá manera de que se pueda avanzar en la construcción de un modelo postcapitalista”, dice.
México y la unidad latinoamericana
A inicios del siglo XXI, mientras el sur de América transitaba por la primera ola progresista, México experimentaba una alternancia del poder que, lejos de acercarse a esa ola, profundizó el modelo neoliberal y la ocupación militar en nuestro país.
México había quedado al margen de la ola progresista de inicios de siglo. Desgraciadamente con los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón, y Enrique Peña Nieto, México no tomó parte de ese gran momento de auge, en donde se logra nada menos que la derrota del ALCA en la Cumbre de las Américas de Mar de Plata. La elección de López Obrador, de alguna manera, pone en marcha, de nuevo, este mecanismo”, dice Atilio Borón.
A nivel internacional, el papel del presidente López Obrador ha sido calificado como progresista. Esto deriva de su posición en asuntos internacionales y su cada vez más lejana relación con el gobierno estadounidense.
Una expresión de esto ocurrió en la actual Cumbre de las Américas, donde el mandatario mexicano se negó a asistir debido a que los Estados Unidos no invitaron a los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
En su representación, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, quien fijó una postura antiintervencionista.
“La ausencia de López Obrador es una forma de mostrar que este arreglo no puede seguir así”, dice Borón.
Linera entiende bien el papel de México en este proceso que, a la larga, puede derivar en un bloque latinoamericano y del Caribe.
Si América Latina no actúa como bloque en ciertos temas, esta pelea interimperial entre imperios en decadencia, como el de Estados Unidos, imperios en ascenso, como China e imperios en el geriátrico, como los europeos, nos va a aplastar. Necesitamos actuar en bloque, en conjunto, para lograr cierto tipo de presencia y defender nuestros derechos. Entonces es necesario, y creo que la clave allí son México, Brasil y Argentina. Si esos tres grandes se articulan bien, unen recursos y una mirada a largo plaza, el resto de los pequeños nos vamos a unir””.
Durante la Cumbre, tal vez, se perfiló este ideal. El mensaje del presidente argentino, Alberto Fernández, lo dijo claro: “ser el país anfitrión no otorga el derecho de admisión”.
Con esto, el mandatario argentino se sumó a las críticas que lanzó el presidente López Obrador, con el agregado de que lo hizo en su calidad de presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Además, criticó el endeudamiento y la dependencia económica hacia los Estados Unidos y otros órganos internacionales.
Militante no hay camino
En realidad ningún mandatario plantea una ruptura radical con el modelo capitalista. Si acaso se plantea un capitalismo menos agresivo.
Borón lo lee claro, y reconoce que “esto no va a salir solo, porque la resistencia de los capitalistas va a ser impresionante. Lo estamos viendo en Argentina; en Chile; en México: la fortaleza que tienen (los capitalistas), aún ante reformas que no son reformas radicales”.
En América Latina, dice, aún en condiciones de una moderada política de reforma social, la respuesta (de los capitalistas) es la contrarrevolución. «Una contrarrevolución que suele ser un baño de sangre”.
¿Cómo evitar esto?
El sociólogo responde parafraseando al poeta Machado: “no hay fórmulas. Militante no hay camino, se hace camino al andar”.
Lo único claro hasta ahora, dice el sociólogo, es que hay que trabajar sin descanso para evitar un nuevo retroceso.
Nuestra obligación es luchar hasta el último aliento que nos quede en vida; y darnos cuenta que, el enemigo imperialista, y sus lacayos de la derecha, serán implacables con nosotros, como lo ha demostrado la historia de América Latina”.
“Por lo tanto: conciencia, organización y tácticas y estrategias adecuadas de lucha, serán fundamentales para evitar la reinstalación de gobiernos de derecha fascista, o fascistizante en esta parte del mundo. Luchar hasta el fin, esa es la idea, no darnos descanso”.
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