«Cada vez que hay una sequía, comenzamos de nuevo»
Las lecciones no aprendidas que tienen a la mitad de México al borde de una crisis por la falta de agua. Entrevista con Helena Cotler Ávalos, investigadora titular del Centro de Investigaciones en Ciencias de Información Geoespacial.
Texto: Ignacio Alvarado Álvarez en Pie de Página
Fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO. – La grave sequía que atraviesa el norte del país tiene su ejemplo más tangible en Monterrey y su área metropolitana, en donde los últimos cinco meses han sufrido por la falta de suministro público. Pero la ausencia de lluvias desde 2019 -uno más de los ciclos que se repiten desde hace siglos en las zonas áridas y semiáridas- habrá de sentirse con severidad en un futuro inmediato.
Ya sea por falta de previsión, acciones legislativas, omisiones de gobiernos, corrupción y falta de conciencia ciudadana, muchas otras ciudades, desde Baja California hasta Durango, Chihuahua, Coahuila y Querétaro se encaminan a una crisis parecida a la de Nuevo León, de acuerdo con expertos y científicos estudiosos del fenómeno.
México está lejos de ser el único país afectado por la falta de precipitaciones pluviales. Este año, buena parte del planeta acusa los efectos del cambio climático. El norte de Europa registró este verano temperaturas récord, incendio de bosques, bajos de niveles de agua en presas y aguas subterráneas. Lo mismo en algunos estados de la Unión Americana, sobre todo en el sur de California.
La diferencia con el caso mexicano, es que ninguna zona metropolitana con las dimensiones de Monterrey ha entrado en colapso. Lo que se ve hoy en la tercer ciudad más poblada del país, no es consecuencia de fenómenos naturales sino de acciones concretas, entre ellas la planeación y crecimiento urbanos subordinados al capricho de los grandes capitales.
Grandes ciudades fronterizas como Tijuana, Mexicali o Ciudad Juárez, construidas sobre zonas desérticas, han entrado o se hallan por entrar a las puertas de la falta de suministro de agua potable. La instalación de grandes complejos industriales no solo atrajo población a un ritmo insostenible, duplicándose cada década, sino una demanda extraordinaria del recurso.
Es la misma suerte que comparte la capital de Querétaro, en donde se proyecta la construcción de un segundo trasvase ahora que se volvió insuficiente el primero de ellos, que sustrae agua del río Pánuco.
La suma de todos los factores que encaminan a la mitad del país hacia una catástrofe hará -como ya ocurre en otras latitudes- que el agua adquiera una nueva valoración: el del recurso natural más preciado. ¿Qué ha fallado y qué debe trabajarse?
La doctora en Ciencias Agronómicas Helena Cotler Ávalos, especialista en cuencas hídricas, conservación de suelos y adaptación al cambio climático, ofrece algunas lecturas sobre ello en la siguiente entrevista.
«No estamos ante algo nuevo»
-¿Cuáles son los puntos obligados para atenderse de cara a una crisis masiva por la falta de agua?
-Saber que se vive con esa variabilidad de precipitación. O sea, no estamos ante algo nuevo. Se sabe que son climas áridos y semiáridos que se caracterizan por esa variabilidad de precipitación y en esos tipos de ecosistemas lo que queremos es realizar actividades agrícolas o pecuarias que requieren permanentemente agua. Entonces desde ahí viene la contradicción. Lo que está faltando es una muy buena planeación territorial, y no pedirle manzanas al olmo.
-¿Qué consecuencias ha tenido esa vocación agropecuaria en zonas desérticas?
-La perforación de pozos cada vez más profundos, lo cual acarrea un sinfín de problemas porque es agua de mala calidad, con mucha salinidad, lo que no solo saliniza los suelos, sino que se está dejando sin agua a la población.
Entonces, como dirían los católicos, hay un pecado original en la manera en cómo estamos utilizando el territorio. Es decir, si es un territorio que tiene estas características. El problema no es el agua. El agua sigue la variabilidad que siempre ha tenido. El problema es cómo podemos utilizar el territorio, porque estamos dispuestos a que se instalen las cerveceras, a que se instalen las embotelladoras. Todos están poniendo actividades con una gran intensidad de uso de consumo de agua.
Lo que prima es la ganancia a corto plazo. Y lo que estamos viendo es que sí, algunos tienen ganancia a corto plazo, pero la sustentabilidad y sobrevivencia de la población es lo que está en riesgo.
Un proceso histórico
-¿La falta de previsión está ligada a la corrupción de un sistema de gobierno?
-Hay muchos factores. Es decir, el desarrollo agrícola en el norte del país viene, me parece, desde Lázaro Cárdenas y tiene otras connotaciones políticas, que es poblar las fronteras. Y ahí se comienzan a desarrollar los primeros distritos de riego: el 05 en Delicias, Chihuahua, por ejemplo. Además, es mucho más fácil establecer un distrito de riego ahí, donde no hay vegetación, que en el sureste, donde se tenían humedales, donde se tiene una selva exótica y es mucho más difícil sacarla para establecer agricultura. Entonces, hay muchos factores históricos, geopolíticos, que explican que se hayan dispuesto ahí los principales distritos de riego.
Además tenemos la frontera desde la Segunda Guerra Mundial. México estaba exportando alimentos, algodón a Estados Unidos. Es decir, hay muchos motivos históricos, políticos, por lo cual la agricultura agroindustrial se está desarrollando en el norte del país.
Y luego las cerveceras, las embotelladoras. Tener a Estados Unidos en el norte es lo que está jalando, lo que está determinando muchas de las actividades agrícolas pecuarias e industriales en el norte de México. No es una planeación en función de los intereses mexicanos, no es una planeación en función de la soberanía alimentaria, es Estados Unidos.
Una lectura desde el territorio
-Con una industria y actividad económica instaladas, ¿existe margen de maniobra para evadir una crisis?
-Hay que sacarnos del tema del agua y entrar en el tema de la planeación territorial; como país, hacia dónde queremos llevar esa región. Sí, es económicamente es muy importante por su ubicación, pero hay que comenzar a poner en la balanza qué significa tener todas estas industrias y actividades con tal demanda de agua, porque nunca van a estar satisfechas sus demandas de agua y cada vez van a estar requiriendo trasvases del sur hacia el norte.
Ahora mismo el noreste está seco y el noroeste tiene lluvias extraordinarias. Pero eso es parte de los patrones climáticos de esa región, que se sí se están agudizando en el contexto del cambio climático, pero esa variabilidad la hemos tenido siempre. La gente parece no saber que está viviendo en un ambiente semiárido, como que no le entra eso en la cabeza y los gobernantes dicen: Vamos a poner otra presa. Sí, y si hubiera habido otra presa el año pasado, pues tampoco se hubiese llenado. Y los pozos ya no tienen disponibilidad de agua. Eso, me parece, es lo que realmente amerita un una reflexión mucho más profunda. Nunca aprendemos de las lecciones.
En Monterrey, qué es lo que va a quedar en términos de gestión del agua como aprendizaje, ¿las casas con piscinas? Las industrias van a seguir teniendo la misma concesión de agua, sino es que más. Eso es lo terrible: no hay lecciones aprendidas. Si viene otra cervecera y otra embotelladora van a decir, ¡por su puesto! En un contexto en el que debe garantizarse el derecho humano al agua, en un contexto de cambio climático, se vuelve obligado cambiar la gestión del agua, pero eso no existe. Cada vez que hay una sequía, es como si recomenzáramos absolutamente de nuevo.
-El ojo público está puesto sobre Monterrey, pero existe otro puñado de ciudades del norte y del bajío que llevan años con depresión hídrica. ¿Qué escenario prevé para la próxima década?
-En menos de una década, diría. Van a seguir teniendo sequías y cada vez va a ser la misma discusión. Si revisamos los documentos en el 2011 y la respuesta que hubo, es exactamente la misma a la de ahora: que se atravesó una gran sequía. Eso es lo terrible, porque más de la mitad del país está en clima semiárido y árido. Y no aprendemos de las lecciones.
Permisividad hacia las industrias
-A qué atribuye la mala gestión, la falta de una cultura del reciclaje y tratamiento de agua.
-Hay un grave problema porque también la industria no trata el agua. La industria descarga su agua en muchas regiones y las mezcla con las municipales. Pero las plantas de tratamiento municipales no tienen capacidad para tratar esos contaminantes. No hay inspección, no hay coerción, no hay sanciones. Es decir, no hay ningún tipo de regulación en términos de agua. Por eso urge una Ley General de Aguas. Todos estos problemas, si hubiese una Ley General de Aguas, con respeto al derecho humano al agua, ya se hubiese cambiado la manera en que se dan las concesiones, ya se hubiese cambiado cómo se calcula la disponibilidad de agua, ya se hubiese modificado este sistema de plantas de tratamiento. Muchas cosas se podrían modificar, pero estamos entrampados sin poder avanzar, sin poder mejorar la participación social.
Lo común es decir: A ver, cómo la ciudadanía hace para ahorrar agua. Pues no te bañes, o si te bañas hazlo en cinco minutos; cierra la llave, no le jales al váter. ¡Perdón! Y mientras, el resto de las industrias siguen utilizando agua. Con esas narrativas, con esos discursos no permiten realmente aprender cómo hacer una gestión de agua en climas áridos y semiáridos.
-Eso ocurre en las zonas urbanas, ¿en el campo es igual?
-Falta tecnificar y cambiar también los tipos de cultivo. Tendríamos que estar sembrando cultivos cuya demanda de agua sea mucho menor. En términos agrícolas se podrían estar haciendo muchas otras cosas, que tampoco se hacen porque, bueno, los agricultores no pagan por el agua. Pueden pagar por la distribución, por la infraestructura, pero por el agua no pagan. Y volvemos a lo mismo, no hay un marco legal.
Entonces yo creo que se trata de mejorar gobernanza poniendo unas cuantas vocalías más en los Consejos de Cuenca. Pero los Consejos de Cuenca siguen sin financiamiento. Los Consejos de Cuenca siguen sin independencia económica, institucional. Los Consejos de Cuenca finalmente son nada más de consultoría, no toman decisiones. Hay muchas trabas y al final todo recae en la parte institucional. Hay muchas cosas para resolver, pero la parte institucional, la parte legal, esa sí urge resolverla.
Inventar el territorio
-Ha utilizado en término Geoficción. ¿A qué se refiere con ello?
-Mucho es porque la delimitación de los acuíferos pues no son acuíferos. O sea, los acuíferos no son polígonos, los acuíferos son flujos. Entonces esa delimitación de acuíferos que se hizo en los años 90 respondía a un conocimiento teórico. Pero la ciencia avanza y las leyes tendrían que estar hechas con la mejor ciencia posible. Los acuíferos hay que pensarlos como flujos, no como un polígono estático. El hecho de tener un polígono estático lleva a pensar que puede perforarse en un determinado lugar porque se está sobre un acuífero, y no. Entonces, en términos de administración, a Conagua le fue muy fácil hacerlo y quiso ponerlo de esa manera, pero realmente el agua subterránea no funciona de esa manera. Y no podemos cambiar ni siquiera el concepto de acuíferos.
Lo que falta es mucha voluntad política en el Legislativo y en el Ejecutivo. Yo creo que la voluntad política está cooptada por el sector económico.
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