Resistencias guatemaltecas: quichés enfrentan a una empresa sin rostro; y garífunas reescriben su historia
Los pescadores quiché perdieron pangas, redes y libertad por defender el lago del cual han vivido durante generaciones. Su resistencia se enlaza con la de los negros Garífuna de Guatemala, que han decidido relatar una historia alterna a la de ser esclavos
Texto y fotos: José Ignacio De Alba en Pie de Página
LIVINGSTON, GUATEMALA.- La divergencias culturales también son políticas. Lo pienso después de pasar algunos días en este país, que ofrece una resistencia silenciosa al capitalismo y su sistematización de la vida.
Busco Livingston, el “África guatemalteca”. Pero en el camino me platican de la lucha de unos pescadores en contra de una minera y doy marcha hacia atrás para buscar esa historia. Me dirijo a El Estor, uno de los poblados en la rivera de Izabal.
23 de agosto de 2022
Día 9.
Cristóbal Pop vive en una barraca de lámina. Por el piso de tierra caminan las gallinas y los perros. Platicamos a la sombra de un árbol, el calor hace el ambiente benigno para que las moscas aniden en la fruta marchita. Cristóbal Pop es indígena quiché, aunque estamos en su casa, habla como si estuviera condenado.
El pescador tiene un gesto duro, platica conteniendo las lágrimas. Lo único que quiere es volver a pescar. Pero, por ahora, le toca atender los llamados judiciales, que lo tienen enfangado.
Cristóbal no puede salir de El Estor y cada semana tiene que firmar los papeles de su libertad condicional. Hubo un tiempo en que salía al amanecer para alistar atarrayas y fondearse en el lago verde para pescar. Lo único que no cambiaba en la vida de Cristóbal era el lago de Izabal. Gracias al lago, él pudo casarse, tener hijos, comprar una casa, comprar más redes, más motores, un arpón.
Pero Izabal comenzó a amanecer con manatíes, tortugas, lagartos y bancos de peces muertos. Entre febrero y marzo de 2017 emergió del fondo una mancha ferrosa, como si el agua se hubiera oxidado. Cristóbal explica que aquel escurrimiento metálico iniciaba en la planta procesadora de la minera Fénix, subsidiaria de la Compañía Guatemalteca de Níquel (CGN) y Pronico (pertenecientes al grupo de inversión suizo Solway).
El lago olía a podrido, dice, “como si se estuviera muriendo”. Así que entre varios pescadores se organizaron para crear la Gremial de Pescadores Artesanales, dedicada al cuidado del lago, sustento de vida para cientos de personas.
Mi lucha es legítima, porque tengo hijos. ¿Si yo no hago la lucha para detener la contaminación de la minera quién lo va a hacer, de qué van a vivir mis hijos?”, dice Cristóbal Pop.
A Cristóbal le cuesta expresarse en español. Mientras teje sus hamacas, cuenta que que la Gremial de Pescadores denunció la podredumbre del agua ante el Ministerio de Ambiente y no hubo respuesta; ante el Ministerio de Energía y Minas y no hubo respuesta; ante el Ministerio de Salud Pública y no hubo respuesta. Los pescadores pidieron que se hicieran pruebas de laboratorio al agua del lago y nadie les hizo caso. Mientras, los animales muertos se acumulaban en la playa.
El 1 de mayo de 2017 la Gremial inició un periodo de “resistencia”, como lo llaman ellos. Los pobladores cerraron el camino a los camiones que entraban y salían de la mina a cielo abierto. Lograron parar las actividades. Pero el 27 de mayo el gobierno utilizó la Policía Nacional Civil y el ejército para reprimirlos. Fue un enfrentamiento tan duro que el pescador Carlos Maaz Coc murió tras recibir un disparo en el pecho.
Desde 2017 no he vuelto a pescar, es una situación bastante triste”, dice Cristóbal.
Él y otros ocho líderes de la organización fueron detenidos: Jerson Xitmul, Juan Eduardo Caal Suran, María Cuc Choc, Marco Tulio Cuc, Vicente Rax Pop, Tomas Che Cucul, Abelino Chub Caal y Eduardo Bin Pooul. También fueron apresados un barbero y dos periodistas Jerson Xitumul y Carlos Choc (Prensa Comunitaria).
A los defensores del lago Izabal los acusaron de instigación a delinquir, de asociación ilegal, de usar armamento de fuego, de secuestro y de violencia contra las mujeres. Les cargaron cosas que no reconocen. En un principio todos fueron a la cárcel, pero después de un par de años salieron con prisión domiciliaria. Ahora, viven enredados por incriminaciones y procesos que no se terminan de cerrar, cada mes tienen que presentarse en el ministerio público.
El Ministerio de Ambiente se vio obligado a hacer un estudio sobre la calidad del agua. El gobierno explicó que la tintura fue provocada por algas del lago y que incluso eran el origen de la muerte de animales. Después cambió la versión y dijo que las que estaban causando la contaminación eran las mismas comunidades q’eqchi.
Cristobal Pop, que es el líder más visible de la organización, volvió a ser encarcelado en 2019 y estuvo detenido durante 90 días. Lo cuenta así:
Los primeros días que yo fui encarcelado fui enviado a una bartolina, a un lugar que ellos tienen cavado en la tierra, un lugar feo, horrible, donde me estuvieron torturando. Me preguntaban que quién nos estaba financiando, que cuántas personas conforman la directiva”.
Alargar el proceso judicial parece una estrategia de la minera para debilitar los esfuerzos de los inconformes, incluso para empobrecerlos. Cristóbal Pop que solo estudió la primaria tuvo que vender su lancha, motores y atarraya para financiar su defensa legal y para alimentar a su familia. Ahora está resignado a hacer hamacas, desde el portal de su casa. Pero extraña, insiste, pescar en su Izabal.
El lago para mí es sagrado, es como la vida de mi madre, tengo que defenderla, tengo que luchar y en dado caso pues tendría que sacrificarme por ella, lo haría con mucho gusto porque me ha dado muchas cosas, me ha dado una vida muy buena”, dice Cristóbal.
Este pescador y su familia han recibido intentos de secuestro, en varias ocasiones. Cristóbal está seguro de que eso tiene que ver con su enfrentamiento con la minera. De alguna forma se cree condenado: “Yo estoy bien jodido, mi hermano”.
La “alfombra mágica” y el complot ruso
Desde el 2017, el lago Izabal parece estar enfermo, la pesca se redujo y las enfermedades en la piel y problemas pulmonares de las personas que viven en la orilla del lago han aumentado. Los pobladores, acompañados de la Asociación Estoreña para el Desarrollo Integral lograron hacer un par de estudios independientes sobre contaminantes en Izabal, los resultados demostraron que el lago está contaminado por metales pesados, generados por la minería. La Corte Constitucional obligó en 2019 al Ministerio de Minas a detener sus operaciones hasta la realización de una consulta pública para preguntar entre los líderes mayas si deseaban o no la continuidad. Pero la minera cooptó a pobladores y a autoridades y ganó la consulta.
Una investigación de Forbidden Stories basada en la filtración de ocho millones de documentos reveló que la empresa minera propiedad del fondo de inversión Solway, opera con recursos de magnates rusos y estonios. También se descubrieron daños ambientales; propuestas de “compra” de líderes comunitarios, así como pagos a policías; planes detallados para desplazar a las comunidades locales; e imágenes que documentan la vigilancia de los periodistas que investigaron la mina.
Las subsidiarias de Soloway “estuvieron donando regularmente dinero a líderes de la comunidad involucrados en la consulta”. Según la investigación la minera se propuso relocalizar a la comunidad quechí de Las Nubes, para poder extraer los minerales que se encontraban debajo de las casas. Así que la compañía utilizó donaciones, prometió trabajos, cooptó a líderes religiosos y organizó eventos para ganar proximidad con los lugareños. Pero la gente de Las Nubes se negó a abandonar sus casas, así que la corporación utilizó estrategias más duras. Difundieron rumores de una epidemia de VIH, pagaron a delincuentes locales para que iniciaran incendios para destruir los cultivos y dispersaro el rumor de que un líder de la comunidad recibió su casa como soborno. Al final la minera optó por comprar parcelas individuales que se encuentran en Las Nubes.
De acuerdo con la investigación, los casos de corrupción llegan hasta el despacho presidencial. En verano de 2021 denunciantes que abandonaron Guatemala señalaron que representantes del conglomerado minero ruso Mayaniquel S.A. entregaron fajos de dinero en efectivo enrollados en una alfombra al presidente guatemalteco Alejandro Giammattei, con la finalidad de tener un acceso privilegiado a un puerto en la ciudad de Puerto Barrios. El caso conocido como la “alfómbra mágica” sacudió a la opinión pública.
Aunque Solway siempre negó cualquier relación con la minera Mayaniquel, Forbbiden Stories publicó emails y otros documentos que ventilan una activa relación entre las compañías. Lo que deja dudas sobre cómo se entretejen los intereses mineros rusos y su influencia en las altas esferas del gobierno guatemalteco.
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Solo a unos cuantos kilómetros donde la minera deshecha sus cargas químicas la gente del lugar se baña, lava ropa y juega. Las aguas de Izabal discurren hasta el Caribe por el Río Dulce.
Dejo el lugar pensando en los pescadores locales en quiebra por culpa de una empresa extranjera, de la que ni siquiera conocen a sus propietarios, de la que solo conocen por la devastación y la rapiña. Los pescadores sin panga y sin redes, fueron devueltos a la pobreza donde a nadie estorban.
24 de agosto
Día 10.
Despierto en el hostal de Río Dulce. Al embarcadero llega una lancha para llevarme, ahora sí, a Livingston. Esa ciudad del Caribe guatemalteco es únicamente accesible por agua. El ronroneo de la lancha es constante, navegamos sobre el agua de fondo verde. El recorrido discurre entre montañas de tupida de selva, la vida lejos de los humanos florece en el territorio que llamamos “salvaje”. Pero la realidad es que se vuelve diversa y profusa.
Algunos pueblos quiché viven a la orilla del río y sobreviven de la pesca y las frutas dulces que se engendran en el vigor de la vegetación. La vida en estos sitios se vuelve frágil, pero paradójicamente armoniosa.
Andar en Río Dulce es navegar sobre una grieta geológica, es el desprendimiento entre las placas tectónicas de Cocos y el Caribe. Un bajo relieve donde el agua encontró su cauce hasta el mar. También las aves encontraron en este paso tibio un lugar para anidar. En los islotes fluviales revuelan las parvadas en algarabía.
Llegamos a Livingston, poblado de negros en el Caribe. Los antepasados de los habitantes del lugar fueron raptados por cazadores de esclavos en África. Cientos de hombres y mujeres fueron embarcados por la fuerza y mandados en barcos a América, donde serían obligados a trabajar en las colonias europeas. Pero un accidente en altamar les regaló la libertad.
La historia de este naufragio se cuenta como el nacimiento de una nación. A mí me la relata Jeki, una autoridad en la comunidad afrodescendiente, también conocido como tío. El hombre sin playera, pero coronado con un kufi negro y dorado, se bambolea con suavidad en una hamaca. Ese vaivén hipnótico parece imponer a los habitantes de la casa su ritmo lento. Nos aplatanamos y todos los que están en la choza escuchan al patriarca desde su solio tropical.
En 1635 dos naves inglesas cargadas de negros, naufragaron cuando se dirigían a las Indias Occidentales. Una parte de la tripulación murió, pero otra logró nadar hasta la Isla de San Vicente. Los arahuacos, calinagos y otros indígenas caribeños acogieron a los negros con los que se mezclaron: con sus idiomas y costumbres. Los “indios negros” originaron la cultura garífuna.
Con orgullo Jeki asegura: “Somos los únicos negros en América que nunca fuimos esclavizados”.
La historia que cuenta Jeki ha sido refutada por historiadores, pero no importa; porque es la historia que cuentan los Garífuna. Los ingleses iniciaron una dura persecución en su contra y fueron declarados enemigos. A los que tenían aspecto de indígenas se les permitió permanecer, mientras que los de tonos más oscuros fueron expulsados a Roatán. Desde ahí se esparcieron a las costas de Honduras, Guatemala y Belice; se estima que más de medio millón viven en esta región.
Siempre perseguidos, los Garífuna lograron prevalecer. Hoy el Caribe es su casa, aunque ahora el turismo los ha convertido en un atractivo.
Un turista estadounidense me explica su revelación antropológica del viaje: “los Garífuna son pobres felices, a diferencia de los negros que viven en las ciudades”. Vaya, no sé cómo darle una respuesta que satisfaga a este estúpido.
La cocina Garífuna es exquisita, su mejor platillo es el “tapado”, una mariscada en caldo, con jaibas y cangrejos, moluscos y camarones, calamares y cebollas, yucas y pescados, plátano y cilantro, abundancia de coco y hierbas de olor. Hay recetas que llevan más o menos, como siempre hay diferencias, tradiciones y secretos.
Me dirijo a la playa de Quehueche para instalar la casa de campaña, paso la noche en medio de un aguacero, como sólo el Caribe sabe regalar.
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