Satélites revelan enormes fugas de metano desde empresas mexicanas, y exponen brechas de reportes oficiales
La industria petrolera en México ha sido protegida y premiada con ingresos gubernamentales durante más de cien años. Pero las emisiones del sector, una de las principales causas del calentamiento global, tienen un turbio historial de transparencia. Así lo demuestran las fugas de metano desde la infraestructura de petróleo y gas, que han sido detectadas por satélites y que superarían las estimaciones oficiales del gobierno
Texto: Rebecca Conan / Climate Tracker
Foto de portada: W.-Carter / Wikimedia-Commons
Si bien la construcción de oleoductos y los derrames de petróleo tienen impactos altamente visibles en sus comunidades y entornos vecinos, el impacto silencioso del metano ha obtenido menos cobertura mediática. Esto, en parte debido a la falta de datos robustos. Hasta hace poco, detectar metano ha sido como boxear en la sombra contra un oponente invisible. Pero eso comenzó a cambiar en 2019 con la llegada de satélites capaces de detectar emisiones de metano desde el espacio.
Durante los últimos tres años, los satélites han registrado 17 fugas masivas de metano sobre la infraestructura mexicana de petróleo y gas, una prueba más de que las emisiones de metano, uno de los principales impulsores del calentamiento global, serían mucho más altas que las estimaciones oficiales del gobierno.
Entre 2019 y abril de este año, un satélite detectó enormes plumas de metano – inodoras e invisibles a simple vista – que fueron emanadas desde gasoductos que atraviesan la ciudad desértica de Mapimí en Durango, según datos recopilados por la empresa de geoanálisis Kayrros, que fueron entregados en exclusiva a Climate Tracker.
El satélite también registró 12 fugas de este gas en ciudades de Veracruz y Puebla, donde las escuelas, casas y restaurantes conviven con los pozos petroleros y gasoductos que surcan la zona.
De hecho, Climate Tracker pudo comparar las coordenadas proporcionadas por Kayrros a través de las imágenes del satélite Sentinel-5P (perteneciente a la Agencia Espacial Europea), con mapas de la infraestructura energética del gobierno mexicano para identificar las potenciales fuentes de las emisiones, las empresas responsables y las comunidades cercanas.
De esa forma, se constató que las emisiones suman 1.915 toneladas de metano por hora (t/h), equivalentes al uso anual de energía de 6.030 hogares o al consumo anual de gasolina para 10.316 automóviles. Pero las fugas podrían ser mucho mayores, ya que cada evento emisor podría durar horas o incluso días, mientras que la cobertura de nubes y la humedad presente en las zonas de detección limitan la capacidad de la imagen satelital.
La fuga más grande, un evento de nueve días sobre gasoductos cerca de Mapimí, es incluso mayor que la tasa de emisión detectada durante una liberación récord de una plataforma marina de la empresa estatal Pemex. Científicos de la Universidad Politécnica de Valencia reportaron emisiones de metano de 100 t/h de la plataforma Zaap-C durante varios días en agosto, mientras que los penachos de Mapimí oscilan entre 99t/h y 372 t/h.
Las coordenadas proporcionadas por Kayrros, que poseen un margen de error de 20 kilómetros, sugieren que las fugas de Mapimí podrían haberse originado en una línea operada por la empresa estatal Cenagas o en el gasoducto El Encino-La Laguna, de Fermaca. Sin embargo, ante la solicitud de una entrevista, ambas compañías se negaron a declarar al respecto y a confirmar si habían reportado las fugas detectadas por Kayrros.
“Hay una gran discrepancia entre las emisiones que reportan las empresas y lo que se observa en la atmósfera”, afirma Christian Lelong, director de soluciones climáticas para Kayrros.
“La información de los satélites es una manera de que nos emancipemos de la falta de transparencia que puede existir en los reportes de las empresas”.
El sector petrolero en México emitió 1,47 millones de toneladas de metano el año pasado debido a la quema, venteo de gas y las emisiones fugitivas, según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) y México reportó 760 gigagramos (Gg) de metano para 2015, según su inventario nacional publicado en 2018. Pero un estudio realizado por científicos, incluidos expertos del Fondo de Defensa Ambiental, encontró que las instalaciones de petróleo y gas en tierra emiten 10 veces más metano que lo reportado en los informes del gobierno mexicano. La investigación, publicada en enero de 2021, fue una de las primeras en utilizar datos satelitales para medir las emisiones en México.
¿Qué es el metano y por qué nos importa?
El metano es alrededor de 84 veces más potente que el dióxido de carbono para atrapar el calor en la atmósfera, pero es mucho más efímero, lo que hace que la acción temprana para su reducción sea crítica si queremos evitar los peores efectos de la crisis climática, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).
La buena noticia es que las emisiones de metano del sector petrolero son relativamente fáciles de reducir, ya que la mayoría de los recortes se pueden hacer utilizando la tecnología existente al costo neto, según la IEA.
Si bien el metano en sí no es tóxico para la salud humana, casi siempre se emite junto con otros productos químicos que sí lo son, según una revisión de los últimos diez años de investigación científica realizada por la Universidad de Harvard en 2021.
De acuerdo al mencionado documento, «la exposición a algunos de los contaminantes atmosféricos dañinos para la salud que se encuentran en las emisiones de petróleo y gas, incluso en pequeñas cantidades, puede causar nacimientos prematuros, asma, cáncer y otros impactos adversos para la salud». Además, advierte que «la ciencia también muestra que este riesgo es mayor cuanto más cerca las emisiones a las poblaciones humanas«.
En ese sentido, las 12 plumas de metano restantes detectadas por Kayrros se encontraban en áreas residenciales en Veracruz, muchas de las cuales corresponden a comunidades indígenas del área metropolitana de Poza Rica, así como a ciudades satélites de Papantla, Tihuatlán y Coatzintla. La fuga más grande, de 60 t/h, se produjo en Papantla el 28 de marzo de 2020 y tendría un impacto ambiental similar a la quema de 20 camiones de gasolina.
Aunque no es posible identificar la fuente exacta de la emisión con el satélite Sentinal-5, los pozos, oleoductos, gasoductos y plantas de almacenamiento propiedad de Pemex se encuentran a poca distancia de cada fuga.
Mientras que Poza Rica surgió a raíz del auge de la producción de petróleo de México en la década de 1950, Papantla fue fundada en el siglo 13 por la comunidad indígena totonaca. La infraestructura petrolera está entretejida entre ambas ciudades, y la mayoría de los residentes viven a pasos de algún tipo de infraestructura de Pemex.
“Yo nací aquí entre los pozos”, relata Manuel López*, residente de una comunidad totonaca cerca de Papantla. “Adelante de mi casa hay instalaciones grandes de Pemex donde hay un quemador y huele horrible, como a huevo podrido… todo eso estamos respirando”.
Hay 58 pozos petroleros alrededor de la comunidad de López, de acuerdo con registros de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), y la luz emitida por el quemador de gas casi ha ahuyentado a la «infinidad de luciérnagas que solían habitar los arroyos por las noches”.
Para totonacas como López, el balance entre la naturaleza y las personas que residen en ella, es una parte clave de su patrimonio cultural.
“Los dioses cuidan el entorno como un equilibrio para tener buenas cosechas. Si no sanamos la tierra, ya no va a haber maíz para comer”.
La infraestructura petrolera en la región es antigua y sufre de una falta de mantenimiento, una situación agravada por algunas tomas ilegales que pueden provocar liberaciones de gases. En efecto, en el grupo de WhatsApp de la comunidad se informa de una fuga casi cada mes, y Pemex suele tardar en responder, asegura López. Pero después de un incendio grande en junio, en un tramo de un oleoducto que tardó días en apagarse, la empresa habría mejorado sus tiempos de respuesta.
Pemex y todas las empresas del sector privado que operan infraestructura de hidrocarburos deben presentar planes de reducción de metano a seis años, así como impulsar programas anuales de monitoreo y prevención de fugas bajo regulaciones que entraron en vigor en 2022, después de una prórroga de casi dos años solicitada por Pemex.
“México fue de los primeros países de América Latina en tener regulaciones de metano, pero ha sido letra muerta”, comenta Anaid Velasco, investigadora del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA). “Hay que implementar, efectivamente, estas disposiciones y las sanciones por falta de cumplimiento. Hay un estado importante de impunidad en general, y las emisiones de metano no son la excepción”.
En junio, ante el escrutinio de los medios sobre las fugas desde su plataforma marina Zaap-C, Pemex optó por negar la escala de las emisiones y, en cambio, desacreditó un artículo de investigación revisado por pares. Desde Climate Tracker se solicitó una entrevista a Pemex, pero al cierre de esta edición no recibimos respuesta. Tampoco se confirmó si habían reportado las fugas detectadas por Kayrros.
México: en sentido contrario
La negación de la crisis climática fue un sello distintivo de los primeros tres años de la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador. La prisa por revertir las décadas de declinación en la producción petrolera ha sido acompañada por un incremento en más del 70% de la quema de gas desde 2018.
El aumento en la quema de combustibles fósiles constituye un síntoma de la política gubernamental que también ha obstaculizado la transición energética, un proceso que consiste en sustituir los combustibles fósiles de la matriz energética por fuentes de energías renovables, con el fin de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, es clave para enfrentar y mitigar la crisis climática.
Por el contrario, el gobierno mexicano ha incentivado la generación eléctrica basada en combustibles fósiles, construyendo por ejemplo una nueva refinería justo en un momento en que otros Estados latinoamericanos se comprometen a impulsar estrategias para disminuir las emisiones.
Por todos los antecedentes, las políticas y metas climáticas del Estado mexicano han sido calificadas como «altamente insuficientes» por Climate Action Tracker.
Además, “México es especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático y, en décadas recientes, se han presentado algunos efectos relacionados con este fenómeno, como: disminución en disponibilidad de agua, inundaciones y sequías”, según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).
Pero la retórica de López Obrador ha cambiado durante el último año, reconociendo públicamente la necesidad de reducir las emisiones de metano y anunciando en junio una inversión de $2 mil millones para reducir la quema de gas.
“Todo parece indicar que, resultado de una continua y perseverante tarea diplomática por parte de los Estados Unidos, colocaron el tema en la cabeza del presidente”, sostiene Adrián Fernández, director de la Iniciativa Climática de México. “Los equipos técnicos de Pemex saben perfectamente cuáles son las instalaciones que son de mayor potencial de tener intervenciones tecnológicas para bajar las emisiones”.
De hecho, México se adhirió al Compromiso Global de Metano el año pasado, durante la COP26 en Glasgow, y el enviado especial presidencial para el clima, John Kerry, ha visitado el país cuatro veces desde entonces para concretar un camino común hacia la reducción de emisiones en un 30% para 2030.
Mientras tanto, el Programa Especial de Cambio Climático, el documento que busca dirigir las acciones a tomar en México, no incluye mecanismos para medir el cumplimiento del compromiso, lo que lo convierte en gran medida en una promesa vacía. Respecto a la COP27, organizaciones civiles esperan que México actualice sus compromisos climáticos, mientras Fernandez mira con esperanza el advenimiento de la tecnología satelital para estas actualizaciones.
“Es indispensable que todos los países utilicen esta información para recalcular de inmediato sus inventarios nacionales de emisiones”, expresa Fernández. “Es un hecho que va a incrementarse el volumen real de las emisiones y, con ello, la importancia relativa del metano va a crecer en el conjunto de la matriz de emisiones”.
*El nombre del entrevistado fue cambiado para mantener en reserva la identidad
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