Pieza arqueológica detonó hallazgo de dos sitios prehispánicos en Veracruz

*Fotos de portada: cortesía Museo de Antropología de Xalapa.

*Esta nota fue realizada por La Marea, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.


Uno es el asentamiento humano más al norte de la cultura olmeca que se coloca entre los más antiguos en región costera central y cambia el conocimiento que se tenía sobre el área donde tenían presencia. El otro hasta el momento no presenta asociación con algún grupo cultural conocido y posee un monumental juego de pelota, único por sus dimensiones.

Por Karina de la Paz Reyes Díaz

En 1951 don Constancio Torres, habitante de El Viejón, municipio de Actopan, Veracruz, pidió a un peón que edificaba cimientos, utilizar para la tarea una piedra de considerable tamaño que se asomaba del suelo y dificultaba el paso en el patio trasero de su casa. En la labor se percataron de que estaba tallada y tenía relieves.

Siete décadas más tarde, en enero del 2023, fue retomado el estudio arqueológico de aquella roca que dificultaba el paso y ya detonó el hallazgo de sitios prehispánicos. Uno de ellos resultó ser el asentamiento olmeca más al norte, con relación a su área nuclear.

En aquel entonces dieron parte a las autoridades competentes y se desarrolló una excavación a cargo del arqueólogo Alfonso Medellín Zenil; fue él quien determinó que se trataba de un monumento, sin lugar a dudas, de estilo olmeca y el “más antiguo del Horizonte Preclásico de la Costa Atlántica”.

Era la estela más al norte, y en la Costa del Golfo, si se tomaba como referencia el corazón de la también llamada cultura madre o primera civilización de Mesoamérica —cuya antigüedad es de más de tres mil años—: a unos 400 kilómetros de distancia del hoy sur de Veracruz y extremo noroeste de Tabasco.

La pieza fue resguardada en el Museo de Antropología de Xalapa (MAX) y, como ya se citó, pasaron más de 70 años para retomar su estudio, así como las incógnitas que suscitó.

La estela de El Viejón está en exhibición en el Patio 1, Sala Olmeca, del MAX (Foto cortesía del Proyecto Arqueológico de El Viejón).

De la estela queda escasa memoria en su lugar de origen: “La recordamos muy poco, no se ha dado a conocer la importancia de lo que a veces los antepasados nos han dejado”, compartió un habitante de El Viejón, don Eduardo Domínguez Osorio, quien tenía 10 años cuando ocurrió aquel suceso fortuito; además, este lugareño fue trabajador en posteriores excavaciones dirigidas por Medellín Zenil en la zona, aunque no tuvieron resultados igual de significativos.

De ello compartió a La Marea en el solar de su casa. Ahí, como en todo el poblado, deslumbra la vegetación tropical y da la sensación de que nace sola, pese a ser una tierra cuarteada: matas de variados plátanos, árboles frondosos de almendros y mangos, otros más cargados de jícaras, así como palmeras luciendo cocos.

Mientras don Eduardo hacía memoria, su esposa cocinaba hábilmente en un fogón al aire libre. Con una mano atendía lo que calentaba en la olla de peltre, rodeándole con una cuchara, y con la otra alimentaba las llamas con escasas varas, delgadas, crujientes, sumamente secas, que evidenciaban la labor de los rayos del sol, aún siendo plena temporada de invierno.

Es la temporada en que los árboles que nombran “amor de un rato” están cundidos de carnosas flores amarillas.   Pero el monumento no fue amor de un rato, lo recuerdan escasamente porque casi enseguida del descubrimiento fue trasladado a la capital del estado, llevándose de ahí el nombre: La Estela de El Viejón.

El hallazgo ocurrió en la comunidad El Viejón Viejo, pues también existe el Nuevo. Ambas están contiguas y muy cerca de la playa Chalchiucueyetl, como la conocían en la época prehispánica, o Villa Rica, como fue llamada por el conquistador Hernán Cortés, aquél Viernes Santo de 1519.

“(A la estela) la recordamos muy poco”, don Eduardo Domínguez, habitante de El Viejón. Foto: Karina de la Paz Reyes Díaz.

La estela de El Viejón o del Dios del Maíz

La estela de El Viejón resultó ser un bajorrelieve realizado por los olmecas durante su desarrollo intermedio o Preclásico Medio (del 900 al 400 a.C.), es decir, hace más de dos mil años. Sus dimensiones en centímetros son: largo de 76, ancho de 176 y alto de 270, de acuerdo con la información que proporciona el Catálogo Digital del Acervo del MAX, institución adscrita a la Universidad Veracruzana (UV).

“En esta estela se plasmó una escena en donde aparecen dos personajes llevando a cabo un posible rito agrícola evidenciado por la presencia de la espiga del maíz, una planta considerada sagrada en todo Mesoamérica”, especifica el Catálogo.

Si bien en el bajorrelieve hay dos personajes de perfil, uno se fracturó en aquél primer intento de moverlo cuando se desconocía su valor cultural; el otro rostro está completo y es el que en su mano derecha flexionada porta lo que Medellín Zenil interpretó como tal espiga y lo llevó a determinar que se trata del Dios del Maíz, explicó Rodolfo Parra Ramírez, académico adscrito a la Facultad de Antropología de la UV y a quien recientemente le fue avalada la investigación en torno a esta pieza, por parte del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Curiosamente, a unos metros de donde se encontró la estela del Dios del Maíz en 1951, se instaló una monumental tortillería en la década de 1970, hoy en completo abandono. Según cuenta la población, en ella producían alrededor de mil 500 kilos diarios de ese alimento, para cinco mil trabajadores dedicados a la edificación de la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde (aunque la planta ya pertenece al municipio de Alto Lucero, también es colindante con El Viejón Viejo).

El Viejón Viejo y El Viejón Nuevo, actualmente. Foto: Karina de la Paz Reyes Díaz.

La cultura olmeca fuera de su área nuclear

Parra Ramírez cuenta que la investigación de La Estela tiene, entre otras cosas, la oportunidad de aportar nueva información sobre qué sucedió posterior a la caída de los principales asentamientos olmecas: San Lorenzo (Sur de Veracruz), La Venta (Tabasco) y Tres Zapotes (Sur de Veracruz). “La Estela por sí misma y el contexto que logremos recabar puede dar luz acerca de qué pasó con lo olmeca fuera de su área nuclear”.

El investigador especificó dos datos más: La pieza, al estar fechada entre el 900 al 400 a. de C., se coloca en la plenitud de la llamada cultura madre, y de acuerdo con investigaciones de Ann Cyphers Tomic, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para ese entonces la primera urbe de Mesoamérica, San Lorenzo, ya estaba en decadencia.

Dejó en claro, también, que para la cultura Olmeca el tener un monumento implicaba un reconocimiento directo de la clase gobernante. Por ello esa escultura, encontrada tan al norte de la Costa Central veracruzana, debió tener el consentimiento de la jerarquía. “No era por capricho u ocurrencia, eso requería el reconocimiento, y en algunos casos, era necesario un linaje o relación sanguínea directa entre quienes ejercían el poder y los asentamientos periféricos al área nuclear”.

¿Será posible determinar de quién tuvo el reconocimiento La estela de El Viejón: de San Lorenzo, La Venta o Tres Zapotes?, se le preguntó al arqueólogo y su respuesta fue “sí”, pero requerirá tiempo, una investigación sistematizada y rigurosa.

En ese contexto, en enero de este 2023 se desarrolló la primera temporada de campo del proyecto arqueológico avalado por el INAH, teniendo como punto de partida que, hasta el momento, no había más elementos asociados. Se trataba, aparentemente, de una pieza aislada y a cientos de kilómetros del área nuclear olmeca. Por ello el objetivo era encontrar indicios de que hubo un asentamiento prehispánico en su alrededor. Y se cumplió.

El hallazgo: ciudades antiguas

De acuerdo con los resultados preliminares de esa primera temporada en El Viejón Viejo, es muy probable que la estela se haya elaborado ahí mismo, con materia prima de una cantera ubicada en el llamado “Macizo de Palma Sola”, conformado por los cerros La Bartola, Cerro Azul, Los Metates y La Paila (éste forma parte del polémico proyecto minero conocido comúnmente como Caballo Blanco).

Con trabajos de prospección, se identificó el asentamiento olmeca al que se asocia la estela y que también tiene una antigüedad de más de dos mil años, colocándose entre los de mayor antigüedad para la Costa Central veracruzana.

Tiempo después, en el periodo Clásico (300 al 900 d. C.), hubo continuidad ocupacional por otro grupo humano del cual se desconoce la identidad y descarta que hayan sido integrantes de la cultura totonaca, pese a estar cerca dos significativos sitios de ésta:

Cempoala, la que según las crónicas de la Conquista en mayo de 1519 impresionó tanto a Hernán Cortés y sus soldados, que la compararon con Sevilla, España; y Quiahuiztlan, donde precisamente “se concertó una alianza” entre totonacas y españoles para conquistar el imperio Tenochca”.

Presumiblemente, la ocupación más antigua, la olmeca, está por debajo o fue arrasada para construir la del Clásico. El análisis espacial y de los materiales arqueológicos recabados en esta primera temporada les permitirá confirmar o desechar las observaciones realizadas en campo.

Mientras tanto, con base en los materiales encontrados es posible especificar que en El Viejón Viejo se han dado cuatro momentos de ocupación: el del Preclásico, el del Clásico, el Posclásico (900 al 1521 d. C.) y el actual.

“El área en general tiene una ocupación no solamente desde el Preclásico, sino de mucho antes, desde lo que llamamos asentamientos precerámicos”, comentó el arqueólogo de la UV. Sin embargo, aclaró que de ello no hay pruebas contundentes.

Pero la más importante fue la del segundo periodo, el Clásico: Se trata de una ciudad prehispánica que había permanecido oculta para el mundo académico hasta hace unas semanas y de esos “cerritos” en un manchón de selva sólo sabía la población local.

El sitio es habitado actualmente por gigantescas chacas, higueras, cedros, bejucos, hormigas león, culebras, vacas, y demás vegetación y fauna propia de la costa veracruzana.

Ahí registraron 45 edificaciones cívico-religiosas: plazas y montículos, algunos de éstos reflejan la geografía que les rodeó, otros son monumentales (uno de ellos alcanza los 30 metros de alto por 40 de largo, aproximadamente); incluso hay un afluente —que lleva el mismo nombre que el de la localidad—, lo cual da pie a pensar que existió un puerto.

En la imagen se aprecia una parte de lo que sería la plaza principal, con los montículos reflejando la geografía del entorno. Foto: Karina de la Paz Reyes Díaz.

Lo más llamativo para el grupo de investigación, conformado por el académico y 16 estudiantes de la carrera de Arqueología de la UV, fue el juego de pelota, toda vez que sus dimensiones son de las más grandes registradas en la región hasta el momento, lo que les permite decir que es “único”: 60 metros de largo.

“Cuando se encontró el juego de pelota, nosotros estábamos un poco más atrás de la plaza mayor”, narró Lorna Navarro García, del sexto semestre de Arqueología y oriunda de Matamoros, Tamaulipas; “nos llevaron a verlo y ¡era muy grande, es muy, muy grande, fue muy impresionante!”, comentó notoriamente emocionada.

El grupo experimentó tanta emoción como conmoción, “tristeza”, porque también identificaron un pozo de saqueó encima de donde posiblemente pudo haber un marcador para el juego de pelota.

René Casimiro Perea, del cuarto semestre de Arqueología y originario de Tuxtepec, Oaxaca, fue parte del equipo que identificó el juego de pelota y lo llama “un edificio monumental”.

De acuerdo con su testimonio, desde que se sumergieron en el sitio tuvieron la impresión de que se trataba de una ciudad antigua de considerables dimensiones, pero el hallazgo del juego de pelota superó toda expectativa.

“No se esperaba encontrar esto y al encontrar estas estructuras del juego de pelota —porque fue lo que más emocionó a todo el grupo— nos dimos cuenta de que estábamos en un sitio arqueológico muy extenso”.

Al igual que su colega, René Casimiro hizo notar la presencia de pozos de saqueo, en ese punto y en varios montículos. “Es una tristeza también encontrar eso, porque como arqueólogo ves el problema que podrían causar, no sólo afecta al trabajo, sino al patrimonio.”

Ciudad adentro, la vegetación ha resguardado los basamentos piramidales y a pesar de estar cubiertos con tierra, raíces, árboles y follajes por cientos de años, evidencian una bastedad de tepalcates. Foto: Karina de la Paz Reyes Díaz.

El saqueo, presente

Más allá del mundo académico y de la investigación científica, ¿Por qué es importante que se desarrollen este tipo de proyectos arqueológicos?, ¿Qué aportan a la sociedad en general y a la de ahí, en específico? De acuerdo con Rodolfo Parra, eso se resume en siete palabras: “Vincular a la comunidad con el pasado”.

Algo más es la identidad que se puede generar a partir de una investigación arqueológica. “Eso es de gran importancia y es también un objetivo del proyecto: Generar una relación entre el patrimonio arqueológico y las comunidades actuales; si bien éstas no son netamente indígenas sino mestizas, de alguna manera es su pasado”.

-¿Por qué es importante vincularse con el pasado?, se le insistió.

En sus palabras, la comunidad actual es la que vive en un lugar que posee un notable patrimonio arqueológico, de ahí la necesidad de que adquieran un sentido de apropiación de tales bienes y tomen la responsabilidad de cuidar y evitar el saqueo, con el apoyo de las instituciones -como la UV y el INAH- y autoridades competentes de los tres niveles de gobierno.

Es común que, así como la población sabía de “los cerritos” sin verlo como algo extraordinario, en su día a día se encuentre con tepalcates (pedazos de piezas de cerámica prehispánica), piezas de barro o piedras talladas.

Más allá de eso, como se describió líneas arriba, en algunos montículos el grupo de arqueología identificó “pozos de saqueo”, de ahí la importancia de propiciar el cuidado y alimentar la identidad local, coincidieron en decir tanto el estudiantado como el académico.

Con todos estos hallazgos en la primera temporada de campo el objetivo de esta investigación sigue siendo el del punto de partida: intentar responder cuál fue el contexto de La estela de El Viejón, remarcó Rodolfo Parra.

Asimismo, conocer el funcionamiento de los asentamientos registrados, esto es: cómo interactuaban con otras sociedades tanto a corto, mediano y largo plazo; cuáles son las características arquitectónicas y espaciales de las edificaciones del Preclásico y las del Clásico, y cuál fue la extensión real de los asentamientos. “La investigación apenas inicia y las interrogantes van en aumento.

El rio El Viejón a punto de desembocar al mar El Viejón Viejo. Foto: Karina de la Paz Reyes Díaz.

*Fotos de portada: cortesía Museo de Antropología de Xalapa.

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