Hikuri a demanda: ser vivo en subordinación y tensiones

Por Jade Ramírez, Adrián Montiel, Bianca América y Paujarito

Foto: INPI. 14 agosto, 2023

En medio del conflicto de potencias, de las humanas contra las naturales y espirituales entre pueblos originarios y mestizos sobre el uso de una cactácea con componentes psicoactivos, se abre un marco propicio para desfavorecer a la planta convertida en droga.

La omisión y no protección gubernamental, el saqueo cultural y la comercialización global de unos de los pilares de la cultura wixarika, dañan un ecosistema importante en la Sierra Madre Occidental de México.

“Desde que me acuerdo he vivido muchas ceremonias pero el recuerdo más viejo que tengo, era muy niña: iban llegando los peregrinos y mi papá masticó algo, lo escupió en el centro de mi cabeza, pensé que era hikuri pero era otra raíz sagrada porque traen muchas raíces, era para fortalecer mi energía; en ese momento me dieron un pedazo bendecido, me lo tenía que comer, recibir, que entrara al cuerpo. Lo que hacen algunas niñas es esconderlo y yo me lo comí”, es como trae al tiempo de ahora Paulita, una defensora del territorio wixarika donde se vive la amenaza de quedarse sin el elemento crucial de su cultura, el hikuri, la primera vez que lo recibió.

Sonreír entre suspiros es lo que le pasa a la maestra de primaria Paulita Carrillo Carrillo, cuando habla de esa plata. Es originaria de San Andrés Cohamiata en el municipio de Mezquitic, México.

Ha sido profesora 16 años y está titulada con Maestría en Construcción del Conocimiento en una universidad a cargo de los jesuitas. Ahora también es funcionaria.

Es tesorera de los Bienes Comunales en San Andrés Cohamiata, comunidad wixárika en Jalisco, México.

Es “líder entre los líderes” dice, siente cómo la cuidan los marakaates, sabios wixaritari cuyo pilar cosmogónico es la flor de cinco colores, el hikuri.

Sobre su nueva encomienda entiende “no es solo cuidar los dineros de la comunidad sino los recursos naturales, la gente”.

Fue clave hablar con ella para este reportaje para dimensionar el conflicto socio-ambiental pues su gran maestro, un ser vivo protegido por normas mexicanas y leyes hasta prohibir su uso, es consumido por adeptos al peyotismo como una droga de alto impacto.

La alucinación que experimentan teiwarixi -mestizos en wixárika-, ha sido plenamente documentada en artículos publicados en ciencias sociales, así como instantáneas en redes sociales.

Pero nada iguala cuando kauyumari -venado azul- habla a los peregrinos tras varias horas de ceremonia hasta encontrar el sitio sagrado, el hikuri y comerlo.

 

Respeto al hikuri es respeto a una misma

Paulita Carrillo Carrillo es parte de una familia con una importante potencia, a nivel comunidad es reconocido ese linaje de peregrinos, marakaates y jicareras.

Su hermana Marcelina, la mayor de cinco, vive dedicada a preparar las ceremonias, entrar en trance y hablar con el dios.

“Hablamos mucho del hikuri mi hermana y yo, pero le tenemos mucho respeto y a ella no le gusta profundizar”, me aclara.

Incluso dice Paulita que Marcelina habla una lengua que muchos ni entienden, cree viven estresados por todo lo que sueñan jicareras y marakaates y debe cumplirse.

El recuerdo más viejo lo conserva con claridad, dice que el hikuri le ayuda a decidir bien.

“Primero me lo comí con un poquito de miedo porque había escuchado que unos veían víboras, pero fue muy sagrado, no vi nada de eso, solo me fortaleció en mi intuición”.

Paulita Carrillo Carrillo, tesorera wixaritari en San Andrés Cohamiata

Foto: Plaza del tupika, San Andrés Cohamiata. Autor: Ramón Jiménez, 1978. DR. Fototeca Nacho López, INPI.

Al hablar lo que enfrentan se desespera pues los no wixaritari y algunos de ellos, toman el hikuri en Wirikuta sin rituales de por medio.

Tenemos templos o centros ceremoniales, en el camino se van confesando, lo saludan, le piden permiso para agarrarlo y cuando se vienen ya se despiden…y al saber que no lo hacen de esa manera, si da mucha tristeza porque para nosotros es un elemento de la naturaleza respetado”.

Paulita Carrillo

 

Despojo físico y simbólico

Se trata del territorial, por las 10 mil 500 hectáreas que les han invadido y bajo litigio en 17 juicios agrarios.

Llevan 50 años peleando y hasta ha cobrado vidas de defensores del territorio.

También el despojo cultural a causa de la extracción ilegal del hikuri nombrado en wixárika, peyote es el término mestizado que proviene del náhuatl.

En todo el mundo resonó ¡Salvemos Wirikuta! una campaña magnanima contra la explotación minera en 142 hectáreas en San Luis Potosí, México.

La multinacional First Majestic Silver Corp -canadiense-, tiene 72 concesiones mineras entre 55 sitios sagrados de pueblos originarios en Durango, Nayarit, Jalisco y Zacatecas.

La subsidaria Minera Real Bonanza, posee 35 concesiones en la reserva natural, reconocida desde 1994 y la mitad son sitios sagrados.

Cada comunidad tiene un territorio que les corresponde para peregrinar, dotarse de hikuri y hacer su práctica ceremonial.

 

Antropoceno, la era del despojo

Los wixarika no nada más van por hikuri, también por el agrito que es el uxa y por el agua sagrada de los manantiales de Wirikuta, describe Fernando Olvera Galarza quien es antropólogo.

Lleva 13 años haciendo etnografía de grupos del Gran Nayar: wixaritari, tepehuanos, coras.

Los manantiales a los que se refiere Fernando Olvera Galarza son endorreicos, no reciben agua de mar nunca.

Se ganó la confianza de las comunidades al crear un sistema de vigilancia con casetas de monitoreo para la presencia de mestizos buscando la cactácea.

Lo comenzó a hacer trabajando para el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas y reconoce que de joven comió peyote por la aventura, como todos.

Su primera propuesta para entender el nivel de riesgo por el consumo humano de toda esa biodiversidad, fue un estudio etnobotánico de la zona.

El uxa por ejemplo, los wixaritari lo usan como raíz para sacar tintura natural y marcar el rostro de quienes peregrinan.

“Hay que ver todo como un sistema, si proteges a uno descuidas a otros, es un sistema donde en cada lugar sagrado dentro de la ruta de peregrinación a Wirikuta hay estos lugares naturales donde en unos hay hikuri y en otros no, pero en otros hay flora que recolectan los wixárika y el agua está en una cierta armonía medio funcionando. En esos manantiales ven agua sagrada, agua curativa, unos dicen ‘ahí veo a nuestra madre’, otra comunidad dice que ‘ahí se aparece la virgen de Guadalupe’. Es otra forma de interpretar el conocimiento, pero todo nos lleva a una constante de que esa es un agua sagrada para pueblos muy antiguos que han venido por ella” 

Fernando Olvera Galarza, antropólogo integrante de Hablemos de Hikuri

Dice que en todo caso la planta nombrada hikuri, le pertenece por orden de aparición a los guachichiles y tecuexes quienes habitaron la Gran Chichimeca.

En 2011 se creó el Consejo Regional Wixárika, reducto por donde todas las voluntades nativas y no indígenas se volcaron a la protección de Wirikuta.

Se hizo visible la opresión hacia los pueblos nativos por la liga gobierno-ejidos-empresario-ganaderos invadiendo su territorio.

En medio del movimiento, conciertos de rock, libros, captación de firmas, show, demandas legales, foros académicos, la psicodelia fuera de ceremonias religiosas y un turismo explorador del altiplano adepto “a la loquera”, se desbordó acelerando el saqueo de la planta convertida llanamente en droga.

Drogas en la esquina, hikuri a kilómetros

El acceso a cualquier sustancia psicoactiva natural o sintética, por muy normalizado el consumo, implica dónde, a quién y cómo se compra una droga.

En México está penada la siembra, cultivo y cosecha de hikuri según el Artículo 198 del Código Penal Federal.

La defensora del territorio decidió en 2017 crear la plataforma Hablemos de Hikuri, proyecto aprobado en asamblea para el estudio y defensa de la planta.

“Fue muy profundo cómo desde que salimos del pueblo se hablaba del hikuri como una deidad, un dios que te escucha en otro mundo y vas a encontrarte con él”, describre Lisbeth Bonilla nacida en Tateikie para direfenciar los viajes de turistas.

Es el entorno prohibicionista del Estado mexicano lo que complejiza la política que ha provocado puro terror y mucho consumo marginal.

Aunque el lema es “guerra contra las drogas”, comprar u obtener una droga es relativamente simple. No así cuando se trata de hikuri.

Así narrar la peregrinación que le dio la pauta para entender el nivel de saqueo de la planta.

Ella vio las complicaciones del cantor para encontrar dónde está el ser vivo, su destino.

“Para llegar a él hay una preparación muy anticipada y muy completa desde hacer las ofrendas, son ceremonias antes de partir y los sacrificios de ayuno, entonces me empecé a cuestionar porque se hace, no se come solo el hikuri y ya. El grupo se transformó en una sola energía, se sentía como si ya estuvieran consumiendo, una energía tan fuerte: se cantaba para él, se rezaba hacia él, todo el tiempo pidiendo permiso. Decían: queremos que te manifiestes, llegar a ti, todas estas ofrendas son para ti”

Lisbeth Bonilla, creadora de la plataforma Hablemos de hikuri

Esa ocasión fue en 2017 y al tardar tanto en llegar al hikuri, Lisbeth quedó impactada. La hizo entender que como lo hacen los turistas sin sacrificios, es una forma de someter a la planta al mejor postor.

El hikuri sí está en amenaza de extinción pero no es por las ceremonias de los pueblos que ya se calendarizan, sino por el turismo de psicodelia.

Se pueden comprar fuera de peregrinaciones entre mil y tres mil dólares un viaje al desierto, según testimonios que prefirieron no revelar su identidad.

Después de que fuiste a Wirikuta sigue el cierre de ese viaje, no se cierra hasta que haces la danza del hikuri y todavía hay que ir a otros lugares sagrados como Xapa wiyemeta en el Lago de Chapala ( 50 kilómetros de Guadalajara, Jalisco)a cumplir bien.

Ya después llegan las lluvias y haz completado tu viaje.

El viaje entonces significa todo este camino de hacer las ofrendas, ayunar, ceremonias, rituales y visitar todos los lugares sagrados, es un viaje largo no nada más con el hikuri, sino un viaje al interior y geográfico.”

Lisbeth Bonilla de Hablemos de Hikuri.

Foto: Peregrinación de peyoteros. Lorenzo Armendáriz, 1993. D.R. Fototeca Nacho López, INPI.

Hikuri sometido entre tres dimensiones

La búsqueda de viajes que alteran la percepción corporal y mental en un trance, viene de comer pequeños trozos de peyote.

Esa decisión libre recoloca a un ser vivo -el cactus dios- en un simple objeto, pero incluso comprarse un viaje “sanador” es una contradicción.

Para los wixárika es todo al revés: llegar a la ceremonia es ir limpio, incluso admitiendo traiciones.

La tendencia comercial global del hikuri lleva a mirar la subordinación de la naturaleza ante los deseos y determinaciones de lo humano, sea cual sea su raíz.

El filósofo Iván David Ávila lo aborda en diversas publicaciones de biopolítica.

Para este reportaje nos referimos al libro La cuestión animalista de 2016: el especismo es más que una simple discriminación de una especie a otra.

Es “todo un orden tecno-bio-físico-social, un entramado histórico de relaciones como elemento fundamental la dicotomía jerárquica humano/animal” o como lo nombra simplemente: formas de vida.

En esa perspectiva entran otras especies vivas como el hikuri.

La subjetividad de los wixaritari que le consideran un ser supremo, la mirada de los mestizos una droga y el mercado, un preciado objeto.

Mientras entran en diálogo esas dimensiones, la comercialización de la planta está descontrolada en la frontera norte.

 

Repaso de las tensiones

*INFOGRAFÍAS* Hikuri a demanda 1, 2, 3 y 4

El trasiego de cactus y semillas a lo largo de mil 272 kilómetros de México donde está penalizado todo alrededor de esa planta.

La extracción del hikuri está ligada a empresas operando desde Tailandia a través de la página Preciosus Cactus, por ejemplo. Pero ese es el rastro visible.

Ya desde 1994 la Iglesia Nativa Americana tramitó la autorización para ser una agrupación religiosa reconocida en México.

Esa agrupación bien posicionada en Texas, basa ciento por ciento su existencia en el consumo de la planta o el peyotismo.

Con esos fines traza su liga desde México a Perú, a Texas, California, por mencionar los más visibles destinos.

Tan simple como tener un pay pal

El cinco de agosto hicimos una transacción que por dos ocasiones no pasó.

Eso se volvió una buena noticia porque nos permite establecer contacto por correo electrónico con la gerente.

Lleva semanas evadiendo nuestros mensajes privados con la petición de entrevista.

La responsable es Janya Norasan y vive en Bangkok, está a cargo del festín de peyotes por internet con débito, crédito, paypal o criptomonedas.

Hemos tratado de adquirir uno de los ejemplares de Lophophora Williamsii- San Luis Potosí que valen entre 800 y hasta 3 mil 500 pesos, desde la comodidad de una computadora.

Te advierten que debes descargar y conocer un formulario fitosanitario de la Administración de Control de Drogas (DEA) en Estados Unidos de Norteamérica.

Queremos probar qué es más fácil, si cometer un delito en San Luis Potosí o pagarlo en dos minutos.

Durante esta investigación nos damos cuenta que el número de la empresa, no corresponde a un marco jurídico en EEUU.

El negocio es integral pues tienen más de 150 artículos de los cuales la mayoría son semillas, cactus, accesorios, pesticidas.

En todo momento se deslindan de las penas los países, advirtiendo que cada comprador debe estar informado de un impedimento.

Planta blindada y bajo acoso

Este ser vivo está integrado en la carta de biodiversidad relativa a la Norma Oficial Mexicana 059, a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).

*INFOGRAFÍAS Hikuri NOM 1, 2 Y 3*

Ya desde el siglo XVI al hikuri se le catalogó como objeto satánico, nunca como ser vivo desde la mirada gubernamental.

El otro polo de tensión son los movimientos de mestizaje cultural adeptos al consumo del hikuri por las cualidades de la mescalina.

Viralizan en Facebook el turismo psicodélico porque “lo que el mundo necesita es peyotizarse”, dicen.

Integrantes de Pachamama Iglesia Nativa Americana se negaron a hablar con este equipo para desmentir o confirmar, todo lo que se dice de ellos.

Como suelen ser las corporaciones globales, se ven mil cabezas asomadas alrededor de la Iglesia Nativa Americana en México (INAM).

Resulta fácil entender el temor expresado por la geógrafa Diana Negrín cuando hablamos de esa iglesia, como si estuviéramos acercándonos a la mafia siciliana o una industria “Creo que es una palabra delicada porque hay muchos intereses, son muy visibles en sus redes para algunas cosas pero no para hablar o para defender son puntos exactamente”, concluye.

Ella conoce las tensiones al interior de las comunidades porque trabaja de cerca proyectos sustentables con algunas autoridades y voluntades individuales, más que con otras.

Su padre Juan Negrín entre 1979 y 1984 fue nombrado en Tuapurie, Santa Catarina Cuexcomatitlán localidad de Mezquitic, como representante no wixárika de la comunidad.

Dio seguimiento al Plan Huicot del gobierno mexicano quien desde 1965 inició la asimilación cultural de los wixárika para crear proyectos de infraestructura y promover “su desarrollo”.

Precisamente Diana Negrín cuestiona el tipo de desarrollo cuando se refiere a las otras amenazas al hikuri y tienen que ver con industrias extractivas:

“(producción de) huevos y también una porcícola que operan precisamente en San Juan Vanegas y Catorce en San Luis Potosí, por ese territorio hay letreros que dicen oasis del altiplano, zona de protección de flora y fauna y sin embargo ves que construyen una segunda planta de operación avícola y hacen perforación de pozos profundos, están usando agua fósil, por lo que vemos un cambio hacia la precipitación de la sequía”

Diana Negrín, geógrafa y colaboradora de comunidades wixaritari

Ambos municipios están alrededor de donde se localiza Wirikuta.

El reportaje completo lo puedes leer en Perimetral Press

**Este reportaje es resultado de la beca otorgada por el Fondo para Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas gracias a la alianza Fundación Gabo y la Open Society Foundations, en su cuarta edición**

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