Agua, una crisis de años que sobrellevan comunidades y colonias de Irapuato

Agua, una crisis de años que sobrellevan comunidades y colonias de Irapuato
Foto: Pop Lab

*Esta nota fue realizada por Pop Lab, parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la original.


Por Edith Domínguez

En comunidades, pobladores buscan pozos naturales ante el abatimiento de los que fueron perforados hace años, mientras que en colonias se vive a punta de “tandeos” que Japami no reconoce


Durante los últimos siete años, Juan ha caminado desde su casa para sacar agua del pozo natural en las orillas de la comunidad de Santa Rosa, en Irapuato. Va acompañado de su burrita para cargar los botes que, una vez llenos, abastecen las necesidades de su familia y su hogar.

Tiene que hacer este recorrido durante las madrugadas, porque de los cuatro pozos de agua potable que se han perforado para proveer a las comunidades de la zona, tres ya se secaron y uno sirve de vez en cuando, sin que sea insuficiente para las necesidades de las 200 familias de Santa Rosa.

La crisis hídrica, que se acerca a un punto culminante en Guanajuato como en el país, es cotidiana para quienes viven en comunidades y colonias irapuatenses, que han buscado la manera de arreglárselas pero que ven extenderse la mancha de la sequía cada vez más.

Es sábado 13 de abril. Hoy Juan no pudo ir por agua porque se enfermó. Una hija les compró el líquido para dos tambos de 200 litros, pagó 45 pesos cada uno; sólo le durará unos días, después verán qué hacen.

A seis kilómetros de Santa Rosa está la comunidad Cañada de la Muerte. Aquí vive Héctor, cuya historia no es diferente: él recorre cuatro kilómetros, también ayudado por una burrita, para sacar de entre las piedras el agua de un pozo natural, y lo hace por la misma razón que Juan; hace dos semanas dejó de salir agua del pozo que abastece a alrededor de mil habitantes, que esperan saber cuál es la causa de la falla. Para ello, cada uno de los 140 jefes de familia pagaron 200 pesos; esperan saber si tendrán o no agua otra vez.


En enero, la comunidad impuso el “tandeo” porque la presión del pozo no era la suficiente para dotar a toda la comunidad de Cañada. En la actualidad los que tienen un vehículo acarrean tambos de agua desde el pozo natural, mientras que quienes tienen más recursos comprarán el agua a los piperos.

La afectación es tan severa que incluso madres y padres de familia deben llevar cubetas, botes o botellas de plástico con agua a las escuelas donde estudian sus hijos. Aun con este acarreo seguirán batallando y prefieren que la comunidad siga a cargo de administrar la operación de los pozos, porque consideran que cederlos al manejo de la Junta de Agua Potable y Alcantarillado (Japami) no redundará en resolver la situación.

La escasez de agua también ha afectado a la zona urbana, donde miles de habitantes de colonias se han acostumbrados al tandeo impuesto por la Japami desde hace años. Aunque en una consulta hecha por POPLab el organismo aseguró que aplica esta medida en una sola colonia de Irapuato, la realidad es que en diversas colonias reciben el servicio por algunas horas, y en la zona sur ha dejado de surtirse el agua por días o semanas, sin aviso previo del organismo operador.

Comunidades: la eterna crisis hídrica y “cubetazos” para las escuelas

Hace por lo menos 11 años que comenzó a bajar el nivel de agua del río que pasa a la orilla de la comunidad de Santa Rosa en Irapuato, recuerdan pobladores. Las familias lavaban en la ladera y se abastecían de este lugar porque uno de los cuatro pozos de agua perforados para la comunidad se secó. Hoy está en agonía el último pozo que no tiene suficiente presión y de la que se extrae una poca agua cada ocho días. Estos pozos también brindaban el servicio a las comunidades de las Adjuntas, Las Estancias y a una parte de Encino del Copal.

Todas las noches Juan se levanta entre las doce y la una de la madrugada, carga dos barriles en la burra y camina hasta “el pocito”, y dura alrededor de una hora para llenar un bote de 200 litros.


El problema tiene varios años; Martina, esposa de Juan, no recuerda la fecha en que dejó de tener agua. La mujer dice que perdió la confianza con el delegado y el comisariado porque no hacen caso, y cuenta que cuando llegan apoyos, como la última vez que llegaron maquinarias para emparejar las calles de la comunidad, sólo se beneficiaron los cercanos al delegado.

De las 200 familias, 197 siguen pagando por el servicio de los pozos, aunque no funcionen, pues se debe cubrir el costo de la energía eléctrica para encender la bomba. “De todos modos pagas, por decir, ahorita que dura mucho el pozo prendido estamos pagando la luz del pozo”, además de 25 pesos a la persona encargada de encenderlo. El cobro se hace por cada jefe de familia, aunque haya más de una viviendo en una misma casa.

“Hay veces que tenemos que llevar (agua) en cubetas, dependiendo del niño llevamos una cubeta de agua, o de plano que no tengamos tampoco nosotros, cooperamos para comprar”, explicó María, quien tiene a un niño en el kínder Juan José Arreola en la comunidad de Santa Rosa, a donde ha tenido que acarrear cubetas.

Además, junto a otros padres de familia, debe pagar un mínimo de 25 pesos para que pague media pipa, que cuesta entre 500 y 600 pesos y se usa para los baños y limpieza de salones.

La última aportación la hicieron antes de las vacaciones de Semana Santa, por lo que el agua alcanzará un mes más. La secundaria y la primaria no padecen de este problema porque sí cuentan con el servicio.

A unos 20 kilómetros de la cabecera de Irapuato se encuentra Cañada de la Muerte, donde habitan alrededor de mil personas que se abastecen del pozo de la comunidad, mismo que hace más de una semana dejó de surtir agua.

Este pozo fue perforado hace 30 años; la gente de la comunidad dice que se detectó arsénico. Se instaló una planta potabilizadora que les vende cada tercer día garrafones de 20 litros a siete pesos. Las autoridades de la comunidad solicitaron a cada uno de los 140 jefes y jefas de familia la cooperación obligatoria de 200 pesos o ya no les darían agua, una vez que se revise y se detecte la falla en su operación, y si alcanza el dinero para repararlo.


“El pozo ya no quiere echar agua, quién sabe qué tendrá, tenemos más de una semana que está descompuesto, no hay agua”, señalan vecinos.

Cuando el pozo funciona, y debido a que algunos habitantes se quejaron porque no llegaba agua a las zonas altas de la comunidad, a principios de este año determinaron dividir la entrega de agua y cada tercer día se surte del servicio a la mitad de la población, de las 8 de la mañana a la 1 de la tarde.

La gente también se ha visto obligada a comprar cisternas o botes para almacenar, aunque no todos lo han hecho. Héctor cuenta con dos tambos de 200 litros, pero dice que quisiera que lo apoyaran con tinacos grandotes, “y así no batallamos”.

La situación ha llevado a conatos de pleito entre pobladores en algunas de las juntas de la comunidad. Pero además porque la persona encargada de operar el pozo y de la potabilizadora a veces no quiere venderles los garrafones, y porque no hay transparencia en las cuentas del dinero que se obtiene por estas ventas.

Hay familias que pueden pagar hasta 35 pesos por cada tambo de 200 litros, y quienes tienen donde almacenar pagan hasta 1,200 pesos por una pipa de agua de 10 mil litros.

El Encino del Copal está a 5 minutos de Cañada de la Muerte en automóvil. Desde febrero, en esta comunidad el nivel de los pozos bajó y sólo se extrae por algunas horas el líquido. A decir de Efrén Chávez, comisariado ejidal, esto es por las sequías. “Se baja porque no llovió, no tuvimos cosecha, perdimos todo”.

En esta comunidad viven 400 personas; aquí por las pipas de agua se pagan mil 500 pesos. “Sabrá Dios que agua será, pero la usamos para tomar”. A veces el municipio envía pipas que no se les cobran, “nos la regalan” y esa agua se usa para abastecer la escuela primaria y la secundaria. “No es suficiente, pero ayuda”.

Alrededor de 16 niños y niñas del Encino del Copal van a la secundaria y preparatoria de Santa Rosa, donde, como ocurre en otras comunidades, les pidieron que llevaran garrafones o botes de agua para usar en los baños.

La Junta de Agua Potable y Alcantarillado de Irapuato (Japami) entregó una ficha informativa en la que indica que sólo se hace cargo del abasto de agua en las comunidades de Aldama, El Copalillo, Carrizalito, La Charca, San Ignacio, Venado Yóstiro, Pedro Arteaga, Rosario de Covarrubias y Ex Hacienda Buena Vista.

En el resto de las comunidades la población se hace cargo de sus pozos, pero el organismo envía pipas cuando se las solicitan, siempre y cuando las paguen.

Según el organismo, hay un convenio de “atención emergente de sequías” con la Comisión Estatal de Agua en Guanajuato (CEAG) para llevar 72 pipas de agua por 16 semanas a 18 comunidades, pero de esta agua no serán beneficiadas Cañada de la Muerte, Encino del Copal ni Santa Rosa.

En colonias de la zona urbana, “tandeos” no reconocidos

Según la ficha de la Japami, “no hay tandeos de servicio de agua potable en el Municipio”. Y sostiene que sólo se realiza un tandeo en la colonia Expofresas de las 10:00 a las 18:00 horas en la zona de terracería, y de las 18:00 horas a las 10 de la mañana siguiente en otra zona.

En la ficha informativa que entregó -tras cancelar una entrevista- el organismo indicó que la falta del servicio en colonias se debe a la reparación de los equipos y mantenimiento de los pozos, “estos daños ocurren por el uso o fallas que pueden variar de origen”.

En la actualidad se están reparando los pozos 88, 14 y 47, pero Japami no explicó a qué zonas o colonias abastecen.

Hace tres años, Japami instaló el medidor de agua en la casa de Verónica Ramos en la calle Ermita de la colonia Nuevo México, pero a finales del 2021 comenzó a escasear el agua; desde entonces el servicio lo ha tenido a partir de las 6 de la mañana y sólo por unas horas. “Antes sí había día y noche…ahora a las cinco de la tarde para ser exactos ya no hay”.


Nadie les avisó de los cortes del suministro. “Te acostumbras o te acostumbras, de dónde agarramos o que hacíamos”, dice Verónica. Mientras da la entrevista, espera a un lado del bote de plástico que espera llenar; se escucha como “bufa” la manguera. Los cortes, dijo, la obligaron a comprar un tinaco de mil litros para almacenar el agua, aunado a que, como tiene un calentador solar, le dijeron que siempre debe tener agua o de lo contrario se podría dañar; “se pusieron de moda”.

La colocación de los medidores representó un cambio radical en el cobro del consumo: de pagar 125 pesos al mes, ahora paga hasta 300 pesos, aún cuando en la casa viven menos personas. “Estos medidores pasaron a fregarnos…hoy se paga más porque el medidor sigue dando vuelta y vuelta”, y no lo ha reportado porque cree que sólo irá “a perder su tiempo”.

Desde hace un año y medio, Verónica notó que en la temporada de calor el agua dejó de llegar de uno o hasta tres días por semana. Sin embargo, el cobro sigue llegando por la misma cifra.

Al no tener certeza de cuándo habrá agua, ha dejado de lavar hasta por tres semanas en casa para racionar el líquido y “me lo gasto mejor en bañarme”. Se ha visto obligada a pagar el servicio de lavandería.

En la colonia Los Pinos, ubicada en la zona sur, no es diferente la historia. En la casa del señor Guadalupe Patlán habitan 3 adultos y dos niños, no hay avisos para la suspensión del abasto. “Nomás de buenas a primeras de repente llega, de repente se va, dura hasta dos, tres, cuatro días”. Aunque tiene un aljibe, la familia raciona el líquido porque no sabe cuántos días se quedarán sin el servicio y don Lupe, como es conocido, le ha pedido a su familia no trapear y reducir el consumo del líquido al bañarse.

Dice que a principios de enero de este año, comenzó a haber interrupciones en el suministro a cargo de Japami. Mientras se resguarda en la sombra de un árbol al frente de su casa, reconoce que ha tenido que gastar de más comprando garrafones, pues tampoco puede usar el purificador que compró sin agua que salga de las llaves.

Adán Estrada es vecino de don Lupe. Se dice inconforme por el cobro del servicio, que considera excesivo después de la instalación de los medidores que realizó el organismo operador del agua hace un año y medio.

En su casa habitan cuatro personas; dos trabajan todo el día y dos más van a la escuela. El recibo llega por 750 pesos, antes de tener medidor pagaba al año 2 mil 250. “No pido que me regalen nada, sólo que me cobren lo justo” dijo, al recordar que ha ido varias ocasiones a la Japami tratando de que revisen su situación, pero siempre le contestan que “ese es el histórico de su cuenta”.

 


 

En la colonia, según explicó, se paga en promedio por el agua 300 pesos por vivienda.

A unos mil metros de la colonia Los Pinos se ubica la colonia La Lupita, en la zona sur de Irapuato. Ahí vive María Guadalupe Ramírez, quien se dice “bendecida” porque hace seis meses que llegó a rentar a este sitio, donde el suministro es constante.

Y es que, recordó, cuando vivía en Los Pinos llegó a pasar hasta cuatro días sin abastecimiento; incluso llegaron a juntarse entre varios vecinos para comprar una pipa. En esa misma colonia aún vive una de sus hijas, quien en esta temporada se ve obligada a ir a la casa de su madre para poder bañarse y bañar a sus niños.

Es un domingo soleado y sobre la calle Xicaltongo de la colonia 12 de Diciembre, Juan Martín Barrón acarrea el agua en dos botes desde una casa que tiene aljibe a su vivienda, que está a unos 150 metros. Hace dos semanas dejó de recibir agua potable; reportó el problema a la Japami el sábado 13, pero no le han resuelto nada.

Hace 30 años, él fue uno de los primeros habitantes de la colonia. Recuerda que desde que comenzó la edificación el problema de escasez de agua ya existía. En el 2022, el municipio de Irapuato le informó al presidente de colonos en turno que debían de “tandear” el agua, con cortes un día sí y otro no. Los colonos pedían que entonces les cobraran la mitad de lo que usualmente pagaban, pero Japami no accedió. Desde entonces, el abasto es de las 6 de la mañana a las 5 de la tarde.

Aunque los colonos se opusieron, Japami instaló medidores. De todos modos, los cortes continuaron y el mismo cobro también. Ahora, Martín busca llenar el tambo que tiene en el techo de su casa para almacenar agua.

El organismo operador no avisó en esta ocasión de los nuevos cortes, como en otras ocasiones. “Ya son dos semanas sin agua”, dice Martín.

A escasos 400 metros, en la misma calle, vive Martha Razo. En su casa hay dos bebés. “Estuvimos toda la semana pasada sin agua y no avisaron, tenemos que estar batallando para conseguir agua para lavar, yo tengo mi nieto chiquito, lavar las mamilas con agua del aljibe, pues no hay que lavarlas con agua de garrafón”.

Desde que se colocó el medidor del servicio de agua potable, paga de 283 hasta 600 pesos mensuales por el servicio, con suministro regular de agua o con cortes. Antes de la instalación de estos pagaba 80 pesos por mes.

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