Una cápsula para la concentración

Una cápsula para la concentración
Ilustración: Corriente Alterna

Este trabajo fue realizado sin fines de lucro para la Unidad de Investigaciones Periodísticas (UIP) de la Coordinación de Difusión Cultural UNAM, y publicado originalmente en la plataforma Corriente Alterna. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización previa de la UIP. La publicación original la puedes consultar AQUÍ


Por: Alicia Sandoval
Mentoría: Zorayda Gallegos

En los últimos años se ha popularizado entre estudiantes universitarios el consumo de neuroestimulantes para aumentar la concentración, pese a los efectos adversos que generan.

El consumo de medicamentos utilizados para tratar enfermedades como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se ha popularizado entre la comunidad estudiantil universitaria, que lo usa para aumentar la concentración en sus estudios y lograr mejores resultados.

Estos medicamentos surgieron en el contexto de la Segunda Guerra Mundial para mejorar la capacidad de atención de los soldados. Comenzaron a utilizarse de manera experimental porque se buscaban sustancias que tuvieran un efecto menos intenso que el de las anfetaminas.

Los neuroestimuladores actúan mediante el aumento de la concentración de neurotransmisores como la dopamina y noradrenalina en el sistema nervioso central. Aunque su uso actualmente es para el tratamiento de enfermedades, el uso no prescrito de ellos ha cobrado relevancia, particularmente entre la comunidad estudiantil.

Ana es estudiante de medicina y cuenta que comenzó a utilizar el metilfenidato porque quería mejorar su rendimiento académico.

“Cuando yo entré a la carrera, me di cuenta que me costaba mucho trabajo concentrarme, pero sí muchísimo, y empecé a automedicarme con el modafinilo. Lo hice una vez y pues sí, pude estudiar y me empezó a ir fabuloso”, asegura.

Carlos, un joven de 26 años que estudió enfermería, cuenta que se enteró de la existencia de estos fármacos por un profesor: “Una vez estábamos en una clase y todos los alumnos estábamos noqueados porque estábamos en exámenes, en periodo de exámenes y un profesor nos recomendó el MFD (metilfenidato)”.

Alan, al igual que Carlos y Ana, relata que fueron las exigencias de su carrera las que lo llevaron a buscar otras alternativas para salir adelante. “Era tanta la información, tanta la carga emocional, de todo un poco, que pues, uno busca ayuda para este tipo de situaciones”.

Luis, otro estudiante de medicina, asegura que se enteró de este fármaco cuando realizaba el internado médico de pregrado, el periodo de formación para los estudiantes de medicina en el que se realizan turnos de hasta 36 horas continuas de trabajo durante un año.

Estas cuatro personas, que decidieron omitir sus verdaderos nombres por miedo a ser objeto de estigma. coinciden en que comenzaron a utilizar estos fármacos para tener un mejor desempeño escolar.

Algunos se venden de forma ilegal

Los medicamentos implicados en el tratamiento del TDAH están catalogados en La Ley General de Salud mexicana como fármacos del grupo uno. Esto significa que para venderlos, el establecimiento requiere permiso especial, mientras que la persona consumidora debe presentar receta médica para adquirirlos.

Quienes consumen sin prescripción, lo hacen por vías ilegales: mediante vendedores que contactan por medio de redes sociales o con recetas elaboradas por conocidos que cuentan con cédula profesional.

También es muy común adquirirlos en farmacias pequeñas que no cuentan con la regulación oficial o con vendedores ambulantes, como se pudo constatar en un recorrido por diversos puestos en el céntrico barrio de Tepito en la Ciudad de México.

“¿Metilfenidato? solamente tengo de treinta y seis miligramos, sí de treinta y seis”, dijo un vendedor cuando se le preguntó por estos fármacos.

Los precios que ofrecen en el tianguis son diversos. Una pastilla la venden en 60 pesos, mientras que una caja entre 250 y 650 pesos. En las grandes cadenas de farmacias, los precios rondan entre los 688 y los dos mil pesos, dependiendo de la marca y la presentación.

Los vendedores ambulantes parecen conocer mejor los medicamentos que cualquier trabajador de las grandes cadenas de farmacias. Saben para qué se usan, identifican las presentaciones, las patentes y las genéricas. También saben que son controlados, y por ello los guardan aparte de los que sí son de venta libre.

Los riesgos de las smart drugs

Hay pocos estudios en México que documenten el abuso de medicamentos por parte de jóvenes que buscan un mejor desempeño escolar, pero uno realizado en 2023, en la Facultad de Medicina de San Luis Potosí, reportó que de 251 estudiantes 20 consumían neuroestimulantes no prescritos para mejorar su rendimiento académico.

También reporta que el 70% obtuvo el fármaco a través de algún compañero que se lo proporcionó y el resto lo obtuvo mediante compra y venta a través de redes sociales o falsificación de recetas.

Carlos Faudoa, médico psiquiatra y responsable de la Clínica de Atención Integral para las Adicciones del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, dice que quienes más los utilizan son estudiantes afines a ciencias de la salud, debido al mayor conocimiento que tienen sobre los medicamentos y la facilidad que tienen para adquirirlos.

“Más o menos se estima que en la población de estudiantes un 2 a 3 por ciento, los llega a utilizar para estos fines sin una prescripción, pero en los estudiantes de salud puede ser del siete al diez por ciento, un poco dependiendo en qué estudios nos vamos basando”, destaca.

El experto advierte sobre los riesgos y los efectos adversos que provoca el uso no prescrito de este tipo de medicamentos.

“Este uso nocivo va aumentando las probabilidades de que suba mi presión arterial, que tenga mayor frecuencia cardíaca, que tenga más problemas o síntomas de ansiedad, depresión, que ande más irritable… En casos ya más severos que empiece con síntomas psicóticos… o incluso a presentar alucinaciones”, explica.

Un artículo publicado en 2022 en Drugs, una revista científica británica, explica los beneficios y riesgos de consumir potenciadores neuronales. Se destaca que en Estados Unidos, el uso indebido de estimulantes en estudiantes universitarios era del 17%.

Otro estudio realizado por un grupo de expertos Belga, reportó en 2021 que, de 661 estudiantes, el 16% había tomado estimulantes. En Reino Unido e Irlanda, una encuesta entre 877 estudiantes, encontró una prevalencia de por vida del consumo de modafinilo del 6.2%.

Los autores explican que la difusión en redes sociales y las limitaciones de acceso a servicios de salud mental, crean un ambiente para que esta situación tenga el potencial de convertirse en un problema de salud pública.

Ana relata que tiempo después de iniciar su consumo, comenzó a presentar efectos adversos como ansiedad, que luego se fueron intensificando al grado que tuvo que interrumpir el desarrollo de sus actividades cotidianas.

Cuenta que suspendió su uso después de que en una ocasión no pudo dormir durante tres días por lo excitado que estaba su sistema nervioso.

“Empecé a tener pérdida de cabello, subidas y bajadas de peso y pues mi apetito se iba totalmente y subía de peso. Estaba horrible mi organismo y dije: no, yo, ya no quiero esto para mí. Y actualmente no tengo tratamientos… me mantengo así limpia porque de verdad sentía como si estuviera consumiendo una droga”, señala.

Para el doctor Faudoa es importante apostarle a la prevención y a la detección oportuna de los casos.

“Es primero apostarle a la cuestión de prevención desde los inicios de ciclos escolares, tratar de mantener hábitos saludables de dormir bien, comer bien o en una mayor medida posible tener actividad física, mantener relaciones sociales…”, aconseja.

El especialista advierte que aunque siente muy tentador el uso de metilfenidato o cualquier otro medicamento para mejorar la atención, posteriormente vendrán las consecuencias.

“Es algo que vas a pagar después con creces, por así decirlo, porque te ayudará a mantenerte alerta más tiempo y con más atención durante una sesión difícil de estudio, pero con el tiempo esa sesión (difícil) de estudio no la vas a recordar tal cual, va a pasar a segundo plano porque no tuviste una buena noche de sueño”, afirma.

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