Ciberacoso en secundaria: ¿prohibir celulares o educar para su uso?

Ciberacoso en secundaria: ¿prohibir celulares o educar para su uso?
Ilustración: Zona Docs
*Este trabajo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación.
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Prohibir el uso del celular en las escuelas no resuelve el problema de fondo. Especialistas, madres y adolescentes advierten que sin educación digital y corresponsabilidad entre familias, docentes e instituciones, la medida puede vulnerar derechos y generar efectos contraproducentes.
Sin embargo, ante falta de políticas públicas claras, una escuela secundaria en Jalisco decidió combatir el creciente ciberacoso en su plantel con la prohibición del teléfono celular.
Por Blanca Guadalupe Cholico Gallardo
Ilustración de portada por Diana Soto / @weirdu_u
En la secundaria pública Mixta 18 de Jalisco, las redes sociales dejaron de ser una distracción para convertirse en un escenario de violencia. Annie, Alexa, Francisco, Patricio, María José, Evelin, Ángel, Shantel y muchos otros adolescentes vivieron una dinámica que iba más allá de bromas, ya que se crearon stickers para ridiculizar a compañeros y profesores, todo con el fin de exponerlos en diferentes perfiles de Instagram que se crearon para hablar de manera denigrante de ellos.
La violencia digital creció tanto que los docentes se enfrentaron a un dilema: proteger los derechos de los adolescentes o actuar de inmediato para detener el daño. Sin protocolos claros optaron por prohibir el uso de celulares dentro de las instalaciones escolares. Medida que por ejemplo ahora se busca adquiera rango de ley, si es que se aprueba la reforma al artículo 61 de la Ley de Educación en Jalisco, misma que actualmente se discute en el Poder Legislativo local.
Diego Michel, profesor de inglés en la secundaria Mixta 18, explica que la decisión surgió cuando observaron que las páginas en redes sociales dedicadas a difamar tanto a alumnos como a maestros se habían vuelto un problema en la vida diaria de los adolescentes: “Al ver que esta práctica se volvió recurrente, la institución respondió con una prohibición del uso de celulares en las instalaciones”, relata.
En México, los adolescentes de esta escuela no son los únicos que viven en esta situación, pues la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) de INEGI reportó que, en 2023, del 92.4% de los adolescentes de 12 a 17 años que tuvieron acceso a internet sufrieron algún tipo de ciberacoso pues pasaron en promedio 4.7 horas al día en línea. Siendo más específicos, el 20.9% de los adolescentes mexicanos fueron víctimas de ciberacoso.
Las redes socio digitales y las plataformas de mensajería han sido los principales escenarios de esta violencia digital, donde las agresiones van desde el contacto con identidades falsas hasta la recepción de mensajes ofensivos y contenido sexual no deseado.
El dilema de nuestros derechos
La prohibición del uso de teléfonos celulares en las secundarias no sólo busca frenar el ciberacoso, sino que también plantea interrogantes sobre los derechos de niñas, niños y adolescentes (NNA). De acuerdo con la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (LGDNNA) y la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), restringir el acceso a dispositivos digitales puede vulnerar derechos fundamentales como el derecho a la educación (Artículo 3 de la Constitución y Artículo 28 de la CDN), el acceso a las tecnologías de la información y comunicación (Artículos 101 Bis y 101 Bis 1 de la LGDNNA) y el derecho a la libertad de expresión (Artículo 6 de la Constitución y Artículo 13 de la CDN).
El Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA) ha señalado que una prohibición absoluta podría afectar la educación digital, al limitar el uso de herramientas tecnológicas esenciales en el aula. Además, el acceso restringido a Internet y redes sociales podría vulnerar el derecho a la participación (Artículo 12 de la CDN), ya que las plataformas digitales permiten a los menores expresar sus opiniones y formar parte de debates públicos.
Para muchos estudiantes, prohibir no es la solución. Ellos mismos sugieren cómo debería regularse el uso del celular: “Que se utilice solo en actividades escolares con la autorización de los maestros”, propuso uno de ellos.
Otro estudiante comentó que debería permitirse “ver el celular en el receso o en el momento en que no se está en clase”. Algunos estudiantes de la Secundaria Pública Mixta 18 sugirieron que los dispositivos “se usaran únicamente en momentos importantes” o “cuando sea necesario para ayudar en las actividades escolares”.
De igual manera, la mayoría coincidió en que no deberían de prohibirse por completo, pues:
- “Me ayudan a organizarme”.
- “Me gusta usarlo para las tareas”.
- “A veces es necesario”.
- “No tiene nada de malo usarlo”.
- “Es necesario para emergencias”.
Estos testimonios reflejan que los adolescentes no rechazan la regulación, pero sí demandan medidas que respeten su autonomía, su derecho a expresarse y su participación en las decisiones que los afectan directamente.
Además, la prohibición del celular podría impactar de manera desproporcionada a estudiantes de sectores vulnerables que no cuentan con acceso a Internet en sus hogares, ampliando aún más la brecha digital. También surgen preocupaciones sobre la privacidad digital (Artículo 16 de la Constitución y Artículo 16 de la CDN), ya que regular el uso de dispositivos en el aula no debería implicar una vigilancia excesiva sobre la vida privada de los menores.
Ante este panorama, los expertos de SIPINNA proponen:
“un enfoque más centrado en la prevención del ciberacoso y la protección contra la violencia digital. Esto implica la creación de protocolos de intervención en caso de ciberacoso y medidas para sensibilizar a los menores, padres y educadores sobre los riesgos digitales”.
Enséñame a cuidarme en la red
En un mundo cada vez más interconectado, el ciberespacio se ha convertido en un escenario fundamental para la socialización, el entretenimiento y la formación de infancias y adolescencias. Sin embargo, su impacto no es homogéneo para todos, ya que entre contextos diferentes y de acuerdo a las poblaciones donde pertenecen se plantean desafíos importantes en cuanto a la educación digital.
Francisco, estudiante de la secundaria Mixta 18, relata que cuando visita zonas rurales de Jalisco experimenta una desconexión significativa. “Si bien las personas contaban con teléfonos, no tenían internet en casa, por lo que debían acudir a un poste de luz con internet público para poder conectarse”, explica.
Sobre la convivencia con otros jóvenes, comenta: “No contamos con las mismas herramientas ni tenemos las mismas oportunidades”. Su experiencia refleja que, a pesar de la expansión de la tecnología, persisten diferencias profundas en el acceso y uso de herramientas digitales entre las zonas urbanas y rurales.
Navegar en el ciberespacio es navegar en un entorno en el que convergen personas de diferentes edades. Abarca desde plataformas de entretenimiento hasta espacios de socialización, incluso de aprendizaje. Durante la pandemia la relevancia de éstas aumentó de manera exponencial al convertirse en una herramienta para la educación y el mundo laboral.
No obstante, el acceso al ciberespacio no es uniforme. Mientras que algunos adolescentes permanecen hiperconectados (más de 5 horas), otros adolescentes están al otro extremo; viven desconectados, sin dispositivos ni una conectividad constante. Esta desigualdad es evidente si comparamos los contextos urbanos con los rurales, pues la falta de infraestructura limita parte de la alfabetización digital.
“La conectividad determina no sólo el acceso a la información, sino también la forma en que los niños y adolescentes construyen sus identidades y relaciones”, señala el Doctor Alberto Ramírez Martinell, investigador del Centro de Investigación e Innovación en Educación Superior y especialista en educación digital.
En los últimos años, el sistema educativo ha comenzado a incorporar estrategias para fortalecer a los ciudadanos digitales, esto con el objetivo de enseñar a los adolescentes a usar de manera crítica y responsable las herramientas digitales, así como también aprender a identificar malas prácticas y tomar acción de la mejor manera:
“Necesitamos un civismo digital que eduque sobre la ética y la responsabilidad en el uso de las redes sociales. No podemos confiar en que los adolescentes tomarán siempre la mejor decisión sin una guía adecuada” expresa Alberto Ramírez.
Del mismo modo, la pandemia del COVID-19 puso en evidencia la necesidad de atender el impacto socioemocional de la digitalización. La exposición constante en redes sociales y la comparación con estándares irreales y la búsqueda interminable de la validación han modificado la forma en la que los adolescentes perciben su autoestima y su identidad.
Annie explica la situación actual en su secundaria respecto a la restricción del uso de redes sociales:
“Mis amigos y yo nos sentimos más cómodos desde que ya no usamos tanto el celular. Antes estábamos siempre a la defensiva, cuidándonos de que no nos tomaran fotos o hicieran stickers para burlarse. Ahorita, desde que nos prohibieron los celulares ya no pasa y se siente más tranquilo todo.”
Derechos desde la infancia, no hasta los 18 años
La prohibición del uso de celulares en las aulas ha sido una medida aplicada en diversas instituciones, pero los especialistas coinciden en que la solución no radica en la censura, sino en la regulación y educación sobre su uso.
“Necesitamos enseñar a los jóvenes a navegar en internet de manera crítica y a desarrollar estrategias para afrontar situaciones como el ciberacoso”, destaca Tania Ramírez Hernández, directora ejecutiva de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM). La formación ciudadanía digital debe incluir aspectos como la seguridad en línea, el respeto en redes y la identificación de noticias falsas.
En una era donde la conectividad tiene las riendas de la cotidianeidad, el desafío está en equilibrar los beneficios del ciberespacio con la necesidad de educar en un uso consciente y seguro. La clave está en formar ciudadanos digitales responsables, preparados para enfrentar los retos y oportunidades de la era digital.
De acuerdo con REDIM, el problema del ciberacoso no se soluciona con la eliminación de los dispositivos, sino con un cambio en la cultura escolar y el fortalecimiento de la educación en el uso responsable de la tecnología:
“La prohibición no siempre ha sido algo que nos haya garantizado que se elimina el problema. A veces solo se hace más caro, a veces solo se hace más interesante, a veces solo se le añade más morbo”, señala la directora REDIM.
Según Tania Ramírez, la regulación del internet presenta grandes desafíos.
“Intentar regular lo que sucede en internet no pasa por lo que en Veracruz o en Ciudad de México se pueda determinar, ni siquiera por lo que a nivel de la Federación en México se pueda establecer, sino que tiene que ver con una cosa que se llama la gobernanza del internet”, explica.
En otras palabras, la solución no está en reglas locales, sino en un enfoque más amplio que considere los derechos y regulaciones a nivel internacional.
Otro punto clave es el derecho de las niñas, niños y adolescentes a la protección de sus datos personales. Muchas veces, su información es expuesta sin su consentimiento, lo que los deja vulnerables a diversas formas de violencia digital:
“Padecemos de un adultocentrismo que nos hace pensar que tenemos ese tipo de derechos a partir de los 18, nadie tiene un cuidado adecuado ante el uso de la imagen, del nombre, del rostro, etcétera, de niñas y niños”, advierte la directora ejecutiva de REDIM.
Entonces, ¿es la prohibición de celulares una solución efectiva o simplemente una acción superficial? Para las y los expertos, la respuesta está en la educación digital y el fortalecimiento de la convivencia escolar:
“A la escuela vamos también a aprender la otredad. A la escuela se va también a aprender cómo respetarme, cómo respetar a la otra persona, cómo respetarnos mutuamente”, enfatiza Tania Ramírez
Incorporar el aprendizaje del uso de tecnologías dentro de la currícula escolar podría ser una alternativa más efectiva que la prohibición: “Ya debe de ser parte de la malla curricular común también enseñar a usar las tecnologías”, sugiere la directora ejecutiva de REDIM.
Para Diego Michel, el problema no es el celular en sí, sino cómo se usa. Reconoce que es una herramienta poderosa, pero también un gran distractor. Él propone que, en lugar de prohibirlo, se debería enseñar desde el aula a utilizarlo con responsabilidad:
“Sabemos lo que duele un comentario negativo que todos ven. Por eso, más que castigar, habría que educar desde el respeto, para que no se repitan esas burlas o violencias entre compañeros”.
Para él, la tarea de educar de la mejor manera a los adolescentes respecto al uso de los celulares es difícil.
Cuidarnos en la red empieza por escucharnos
En un entorno digital cada vez más presente en la vida de niños y adolescentes, la seguridad en línea se vuelve un tema urgente. Angie Contreras, integrante de la organización Cultivando Género y consultora en comunicación y derechos digitales, advierte que ni los adultos ni las infancias están completamente preparados para enfrentar estos riesgos:
“Existe la idea errónea de que las infancias y adolescencias, por ser nativos digitales, dominan el entorno digital. Sin embargo, carecen de formación en seguridad, al igual que muchas personas adultas”.
Uno de los principales problemas identificados es la normalización de prácticas de riesgo en plataformas digitales. Contreras señala que, aunque los menores conocen conceptos como perfiles falsos o la importancia de proteger contraseñas, aún caen en situaciones de violencia digital debido a la presión social y la necesidad de pertenecer.
El ciberacoso es una de las problemáticas más frecuentes: “Antes, el bullying se quedaba en la escuela. Hoy, con los dispositivos móviles, la violencia sigue incluso en casa”, advierte.
Annie recuerda que cuando se enteró que estaba siendo expuesta en la página de Instagram, se encontraba en su casa y una de sus amigas le mandó capturas de pantalla de lo que se decía de ella:
“Me sentí mal al principio, pero después ya no me importó”, comenta. Su mamá no se enteró del suceso, pues Annie dice entre risas: “Pues no sé, después se me olvidó y ya no dije nada”.
El bullying traspasa límites, pues lo que conocemos como espacios seguros se vulneran al tener un celular ahí; recibimos mensajes todo el tiempo en el que estamos conectados. Casos como la creación de stickers o páginas para quemar a estudiantes y profesores evidencian cómo la violencia digital se extiende más allá del aula.
Merecemos navegar sin miedo
Ante esto, algunas instituciones han optado por prohibir el uso de celulares en las instituciones como medida para frenar estas dinámicas. No obstante, al igual que Tania Ramirez, Angie Contreras considera que esta solución es insuficiente:
“La prohibición solo incentiva prácticas de riesgo y no resuelve el problema de fondo. Se necesita un trabajo conjunto entre familias, escuelas y comunidad para abordar la violencia digital desde la prevención y la educación”, concluye.
Algunos adolescentes están a un paso de culminar su educación a nivel secundaria, sin embargo, están conscientes que el problema persiste: “aunque lo prohíban en la escuela, afuera siguen quemando gente” expresa Annie. Esto sólo evidencia que prohibir los celulares no es la respuesta, ya que los alumnos tienen acceso a redes sociales fuera de la secundaria.
Es por eso que se invita a los tutores y padres de familia, a los docentes y, por supuesto, a los mismos estudiantes, a unirse en equipo para construir espacios escolares más seguros, inclusivos y respetuosos, pues únicamente trabajando en conjunto será posible enseñar a las nuevas generaciones a usar la tecnología con empatía, sentido crítico y responsabilidad, dejando de lado la vigilancia y el castigo como única respuesta.
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