Alma Delia Murillo: “Las madres buscadoras están maternando para un país entero”

*Este trabajo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación.


#FIL2025
La escritora aborda, en su más reciente novela, la crisis de los desaparecidos en el país. Desde una visión cercana de las víctimas se adentra para narrar uno de los horrores más profundos del México real, el actual.  

Texto y fotos por Héctor Guerrero / @mexhector (X)

Eran casi las 2:00 de la madrugada de un domingo de abril cuando la presidenta Claudia Sheinbaum llegó a la glorieta de La Palma para ser testigo de su caída. Entonces no era presidenta, era la jefa de Gobierno de la capital mexicana. Hacía tiempo que las palmas de la ciudad habían enfermado, una plaga les atacó hasta hacerlas caer. Ésta, la más grande que por más de 100 años, se había erguido frente a la Bolsa Mexicana de Valores, en la avenida más importante de México: el Paseo de la Reforma, suponía un peligro. Había que cortarla. El retiro no fue simple, tomó más de 6 horas.

Al amanecer la glorieta lucía sola, algo faltaba. Los transeúntes se detenían a tomarse fotos ante la ausencia, la ausencia de algo, una palma que por años estuvo y ya no está. Una vista que acostumbró a las personas a verle, a hablar de ella.

Con esa imagen comienza el libro Raíz que no desaparece (Alfaguara,2025) de la escritora Alma Delia Murillo. Y no es casualidad que una novela que narra la desaparición de personas en México, inicie precisamente en ese punto del país, pues semanas antes, colectivos de buscadores habían llegado a la glorieta para apropiarse de ella y rodearla con los cientos de fotos de sus familiares desaparecidos. Una práctica que nació en Guadalajara en la glorieta de los Niños Héroes.

Hoy ambas glorietas, permanecen cubiertas por fotos y consignas. Las familias han pensado que al exhibir la crisis en las principales avenidas de las ciudades más importantes del país, las autoridades sentirán vergüenza y la sociedad empatía. Pero, las autoridades en México perdieron la vergüenza hace años. Y la empatía de la sociedad camina lento en una zona muy lejana.

Viene de un libro muy personal contando una historia propia: ¿Cómo comienza a elegir un nuevo tema o ruta?
Pues mira, te cuento mis procesos. En los dos últimos libros me he dejado guiar desde lo emocional. Independientemente de que mi escritura sea mucho más emocional que racional, yo me permito, preguntarme qué estoy sintiendo, qué me mueve,

¿Hacia dónde le llevo el libro anterior?
La cabeza de mi padre, como bien dices, es muy personal. Pero me arrojó a una conversación colectiva. Eso yo creo que no me va a volver a pasar nunca. Tener un libro así de masivo, va por los 60 mil ejemplares vendidos. Eso es porque toqué la campana de la carencia paterna de este país. Yo siempre digo que aquí, todos somos hijos de Pedro Páramo y de Chayanne. Y esa colectividad me metió en una conversación emocional que te trasciende. Mira, un chingo de gente se me acercó diciéndome: “mi historia es como la tuya, mi papá se fue, a mí me dijeron que era hija de mi abuelo, en mi casa también le arrancaron la cabeza a la foto”.

¿Cómo llega a este nuevo libro a contar una historia ajena y, además, la historia de miles?
Si tienes oídos a la conversación social. Si tienes una edad, en que ya viste a todos los partidos gobernar, ya viste a todas las oposiciones estar en el poder y no hacer nada, pues es muy difícil que no te importe. Y mi oficio, es el de escritora, Entonces pones atención a la voz de la sociedad y todo se dio para llegar a este tema desde un lugar en el corazón que yo supe que quería escribir sobre esto.

¿Cómo comienza a entrar en el libro?
Lo primero es que hay que tomar decisiones. Escribir es tomar decisiones en muchos sentidos. Por ejemplo, hay voz narrativa: ¿pero de quién?

Yo no podía asumir la voz de una madre buscadora porque no tengo un hijo desaparecido.

Ni podía asumir la voz de una persona desaparecida, porque éticamente me parecía complicado. Por eso elegí la voz de una escritora que obviamente es un alter ego mío. Ya sé que también puede ser interpretada como algo superegoísta, pero es que era la única forma en la que yo éticamente podía narrar como una testigo y una acompañante. Asumir otras voces era muy difícil.

¿Y cómo hay que transitar por el libro?
Pensando que la estética también es ética. Que no fuera un libro horroroso, porque este dolor es el horror. Cuando acompañas las búsquedas y ves a las madres romperse, tú estás ahí. Regresa con el corazón en taquicardia, entre el susto, la vergüenza y una pena bien profunda. Y al mismo tiempo transitas por caminos muy amorosos, con belleza, con los sueños, con los árboles.

Alma Delia Murillo

¿Qué aprendió al convivir con las familias buscadoras?
Que la vida insiste y persiste. Es todo junto. Es el dolor, el horror, la necromáquina de la que habla Rosana Reguillo y, al mismo tiempo, es el amor profundo, la alegría. Todo eso que sostiene a las familias. Ellas dicen que es el amor.  Entonces todo junto, es lo que te permite irlo navegando y acompañándolo y aprendiéndole.

Es cierto que hay muchas familias buscadoras, pero realmente son las madres quienes se han echado la misión encima.

Yo me imagino que si yo fuera víctima de desaparición, mi madre, con su 79 años, no dudaría en echarse a las calles, a buscarme, a marchar, a gritar, no tengo ni un milímetro de duda. Y eso tiene que ver con el fiero amor materno. Es cabrón, porque hay otro lado que es muy injusto. Y es que el Estado les termina cargando con un trabajo, con una responsabilidad de seguridad que debería de asumir el Estado y se las deja ellas.

Y eso es porque nadie va a responder como ellas. Las madres están maternando para un país entero.

En su novela, por ejemplo, el personaje principal nunca deja de escribir cartas
Son cartas de una mamá que no ha dejado de maternar y que le siguen escribiendo a sus hijos como si nunca se hubiera interrumpido el contacto. Son cartas de una cotidianidad que dicen, sigo siendo tu madre, tú no te has ido, pero este hilo de la vida no se rompe.

Otro personaje importante en el libro, son los árboles: ¿por qué?
Cortaron la palmera en Reforma y pusieron un ahuehuete que se murió rodeado de rostros de personas desaparecidas. Una metáfora que nos está gritando. Luego me puse a leer bastante sobre la inteligencia vegetal, me doy cuenta de que en este momento la huella antropogénica de la violencia es profundísima. Nosotros estamos violentando el ecosistema de muchas maneras. Nuestra constante forma de sobreexplotar e ignorar el medio ambiente, llevarlo a sus límites.

Pero también con estas otras violencias. Estamos violentando uno de los componentes más importantes del ecosistema, nosotros. Salte de la visión antropocéntrica donde somos el jefe. Piensa que solo somos un elemento más del tejido, estamos en unas raíces, pues ahí la consecuencia que yo utilizo para narrar que los árboles empiezan a dar señales, que se defienden, que reconocen la violencia de los cuerpos que están enterrados en las fosas clandestinas.

Y, finalmente, las madres, diciéndome: “Si los arbolitos me hablaran”. Fue el momento en el que dije, los árboles tienen que formar parte de esto, tenemos que empezar a establecer una capacidad de comunicación, pero no quiero que tengan un lenguaje humano y por eso en la novela los insertos son más botánicos

Me gusta porque hay mucha relación entre la naturaleza y las desapariciones de personas. Hace poco leía una nota en la BBC sobre las flores amarillas que brotan en donde hay fosas clandestinas, entiendo que es por el fósforo. La inteligencia de los árboles es muy compleja, han sobrevivido a todo. Ahora estoy un poco obsesionada, leyendo botánica, inteligencia vegetal. Creo que es una intuición que por alguna razón aparece y que no hay que ignorar cuando tienes la fortuna de poder escribir un libro.

¿Hacia dónde piensa que nos lleva esta crisis?
Cuando te acercas a las familias te das cuenta de que hay un sistema que se revuelve, se descompone y se mutila. La abuela se queda cuidando a los nietos del hijo desaparecido o la hermana, todo se altera. Pienso mucho en lo que nos dijo Yadira González, una hermana buscadora. Me comento que un día, todos vamos a tener un desaparecido. Hay fosas clandestinas en el 75 por ciento de México.

Eso también lo atisbo en la novela, que cuando esta crisis llegue al centro, cuando nos toque a los más privilegiados, a los que estamos en el centro del país, es cuando posiblemente venga el punto de inflexión que obligue a todos los sistemas que forman parte de esto a modificarse.

Y también pienso que todos los imperios colapsan y el de la violencia tendría que colapsar antes o después y la esperanza como siempre vendrá de nosotros de los ciudadanos.

Hemos hablado de cómo llegó este libro, ¿pero qué le hizo decidirse por narrar el dolor?
Hice un trabajo que se llamaba Diez mujeres, era escribir sobre diez feminicidios. Una madre, Paula Flores, mamá de Sagrario, soñó a su hija que le indicaba quién era el feminicida. Lo fue a contar a la fiscalía y se burlaron de ella, luego finalmente el asesino, si era él que ella decía y está condenado.

Esa experiencia me hizo entender que las familias de las víctimas tienen otros saberes. Que no se racionalizan, pero también son conocimientos. Si te fijas en mi novela, los sueños premonitorios son un componente y una constante. Pues escribiendo sobre eso, y además mis columnas en los periódicos, fue lo que me termino de llevar a escribir sobre esto.

Y finalmente, hablando de Alma Delia Murillo, la escritora. ¿Tiene algún ritual para escribir?
Voy a parecer una loca, ni modo. Pero sí, tengo muchos rituales. Van cambiando con los libros, con Raíz que no desaparece, le pedía permiso a mi árbol gigante que tengo frente a mi ventana en dónde me sentaba a escribir, era más una charla con él y le pedía que me acompañara en el proceso. Y bueno, leo mucha poesía. Y sabes una cosa, con este libro, me di cuenta de que uno no puede trabajar con los muertos tan fácil, entonces prendía mi velita.

Jalisco es el estado que al día de hoy cuenta con más de 35 mil desaparecidos, la entidad récord en México, cuya cifra rebasa las 100 mil desapariciones en 17 años.

Lamentablemente, Alma Delia Murillo no podrá estar en en la FIL Guadalajara para presentar su libro, pero quienes acudan sí podrán adquirirlo en el stand de Alfaguara.

No comments yet.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.