Entre mariposas y cipreses

«El levantamiento de las mariposas»: Una carta de esperanza pintada para las mujeres.
Foto: Aletse Torres

Alba se despidió de sus colegas del trabajo, se colocó su pequeña mochila sobre la espalda y salió del edificio. Se percató que al bajar las escaleras había sentido más pesada la mochila, le pareció que era algo raro, el peso que llevaba cuando salió de casa para su oficina era el mismo que al regreso. ¿Acaso el cúmulo de pendientes que llevaba en la mente le ocasionaba esa sensación? Siguió caminando; mientras avanzaba con rumbo a casa intentaba hallar una explicación.

Llegó a la parada del transporte colectivo, el camión que tenía la ruta cercana a casa aún no aparecía; revisó su reloj, tendría que esperar unos 10 minutos más. De nuevo volvió a sentir la pesadez en la espalda. Deseo que hubiera una parada con una banquita para sentarse. Decidió ir caminando a casa, el clima era agradable. No había calor, ni sol intenso.

El ritmo de su paso no era rápido como en otras ocasiones, el peso en la espalda persistía. Asomó a su mente que en el trayecto a casa había un pequeño parque, rara vez pasaba por ahí. Siempre solía tomar otra ruta, era como una manera de huir de ese paraíso rodeado de edificios y viviendas, mucho asfalto.

Como si estuviera atraída por un imán, Alba avanzó a paso lento rumbo al parque. No demoró en llegar.

Apenas caminó unos metros cuando percibió una atmósfera distinta, el aroma a cipreses se dejó sentir. Con la mirada hizo un breve recorrido en busca de una banca donde sentarse. La descubrió de inmediato, se acercó a ella. Se quitó la mochila. La depositó sobre la banca. Enseguida sintió el descanso de la espalda. Buscó en la mochila su bote con agua, por suerte aún tenía un poco. Bebió enseguida, saboreando cada gota.

Lejos de seguir intentando hallar una explicación por el peso de la mochila y el dolor en la espalda, Alba alzó la vista y se dejó asombrar por lo alto de los árboles. Bajó la mirada, poco a poco y la vista se posó en la corteza. Eran árboles adultos, buscó las raíces y las halló sobre la tierra, como haciendo visible su resistencia. Se quedó contemplando el paisaje sonoro del parque, no tardó en percatarse que una hermosa mariposa amarilla se había posado sobre una rama de un árbol de ciprés. La observó hasta que emprendió el vuelo: luego identificó una mariposa más pequeña en tono naranja que revoloteaba a su alrededor, le siguieron muchas más en tonos blancos. Se quedó ahí alrededor de media hora. Entre mariposas y cipreses, Alba encontró una sensación de paz que no tenía desde hace tiempo. Se alegró de poder darse ese regalo. Retomó el camino a casa, se colocó la mochila. La espalda iba agradecida, el dolor había aminorado, la mente se había despejado  y el corazón de Alba iba contento y agradecido.

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