La violencia empieza temprano, pero la esperanza también: la voz de las niñas en el 25N

*Este trabajo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación.
#25N
Este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, la voz de las niñas también exige ser escuchada. “A mí me gustaría que ya no hubiera más muerte, peleas y crimen… Que todas las niñas pudiéramos jugar sin miedo”, dice Valentina, de 9 años. Su deseo contrasta con una realidad donde la violencia comienza demasiado temprano para miles de niñas y adolescentes en México.
Por Alondra Angel Rodríguez / @AlondraAngelRo
De acuerdo con el balance anual de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), 2024 fue el año con más niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia no familiar desde 2010: más de 21 mil casos atendidos en hospitales. El 76.2% fueron niñas y mujeres adolescentes. Es decir, la violencia golpea con más fuerza cuando se cruza con el género.
Guadalupe, de 11 años, lo expresa desde su propio anhelo:
“Yo quiero que las niñas podamos crecer sin sentir que algo malo nos puede pasar. Me gustaría que los adultos nos escucharan más y me creyeran lo que decimos”.
A ello, agrega, Valentina:
“Sueño con que las mujeres podamos caminar como el mundo fuera seguro y yo creo que ser feliz. También es un derecho que todas deberíamos de tener siempre”.
La desigualdad estructural que menciona se refleja también en la violencia sexual. En 2024, 10 mil 613 niñas, niños y adolescentes recibieron atención por este tipo de agresión: la cifra más alta desde 2010 y más del doble del promedio anual del periodo 2010–2024. En 2022, el 92.9% de las víctimas de violencia sexual de entre uno y 17 años fueron mujeres.
Los lugares donde estas violencias ocurren son especialmente reveladores. Para niñas y adolescentes, el 75.2% de las agresiones sexuales suceden dentro de una vivienda, mientras que el 4.1% ocurre en la vía pública y el 2% en las escuelas. Las consecuencias son profundas: entre las niñas atendidas por agresión sexual en hospitales, el 44.8% reporta malestar emocional y el 15.7% ha atravesado un embarazo, además de vivir condiciones como ansiedad, depresión, estrés postraumático o infecciones de transmisión sexual.
Montserrat, de 17 años, imagina un país distinto:
“A veces pienso cómo sería México si todas pudiéramos vivir sin miedo. Todo es más alegre, más feliz y sobre todo más justo. Me gustaría que las mujeres podamos decidir sobre nuestros sueños, sin que nadie nos limite o nos lastime. Yo creo que la violencia termina cuando nuestras vidas valen lo mismo que las de cualquiera, cuando podemos caminar seguras, amar, sin miedo y crecer con apoyo. Yo quiero un país donde podamos ser libres y felices sin tener que pedir permiso”.
Su reflexión dialoga con lo que Tejiendo Redes Infancia ha advertido sobre un sistema que sigue sin proteger a niñas y adolescentes. Su director, Juan Martín Reyes, señala que persiste una cultura adultocéntrica en la que “las niñas, niños y adolescentes siguen sin ser considerados sujetos plenos de derecho en el diseño de políticas públicas”.
La organización también ha alertado sobre el reclutamiento forzado de menores por parte del crimen organizado. Según estimaciones de la REDIM, hasta 250 mil niñas, niños y adolescentes podrían estar en riesgo de ser reclutados en México.
Para las niñas y adolescentes, la trata infantil es el principal motivo, y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indica que 8 de cada 10 víctimas registradas oficialmente son mujeres y niñas. A esto se suma un grave subregistro: aproximadamente 159 mil niñas, niños y adolescentes viven en orfandad por desaparición, según estimaciones de Tejiendo Redes Infancia.
En este contexto, la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres debe recordar que la violencia de género deja cicatrices físicas, emocionales y sociales desde edades muy tempranas. Y que las niñas y adolescentes —como Valentina, Guadalupe y Montserrat— no sólo sueñan con un futuro distinto: también están señalando con claridad que ese futuro no podrá construirse sin políticas específicas, atención especializada y justicia efectiva desde un enfoque de derechos humanos.







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