Entre dos mundos: la historia de resistencia de la juventud indígena

*Este trabajo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de Territorial Alianza de Medios. Aquí puedes consultar su publicación.
#FIL2025
Durante la FIL Guadalajara, la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, junto con las jóvenes indígenas Natalia Velázquez (mazahua) y Anahí Carrillo (wirrárika), hablaron de la resistencia, la dignidad y el papel transformador de niñas y adolescentes indígenas como agentes de cambio.
Entre reflexiones espirituales, relatos de discriminación, migración y orgullo, las ponentes exigieron espacios reales de participación, el fin de la exotización y el reconocimiento a los pueblos originarios como parte viva y activa del país.
Por Farah Medina / @_dtfarahm_ (IG)
En un país donde persisten la discriminación, el racismo estructural y la exclusión histórica hacia los pueblos originarios, dos jóvenes indígenas: Natalia Velázquez (mazahua) y Anahí Carrillo (wirrárika) ocuparon el escenario de la FIL Guadalajara para hacer saber a todos, que el pueblo indígena existe y resiste.
La charla “El poder de las voces indígenas; niñas y adolescentes indígenas como agentes de cambio”, organizada por UNICEF México y la Universidad de Guadalajara en el marco de esta feria internacional contó además con la participación de la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, el representante de UNICEF Fernando Carrera y la rectora general de la UdeG, Karla Planter.
Rigoberta Menchú, fue la encargada de abrir la charla, haciendo una reflexión espiritual y en su lengua materna, el k’iche, pidiendo permiso a la energía del lugar y la de los asistentes para ser parte de dicho evento.
Seguido a esto, aprovechó su primera intervención para sentar las bases de la charla, en donde habló sobre la pérdida del valor de la diversidad:
“Somos una sola especie (…)No quiere decir que no tengamos la diversidad, pero si la diversidad es lo más sagrado que nos dejó el creador porque somos tan inteligentes los humanos y tenemos mucha prodigiosidad y una enorme cantidad de fortalezas para poder hacer una vida feliz y una vida plena”.
Con está reflexión y compartir con el público no sólo su lengua, si no su cosmovisión, fue que Menchú, también dió espacio para hablar de la lucha indígena por los espacios, algo que históricamente ha sido negado para los pueblos. Ella misma, invita a las nuevas generaciones, al “relevo generacional”, a apropiarse de los espacios, como ella lo hizo al inicio de su carrera como activista: “No esperen a que las inviten. Participen. Ocupen los espacios aunque nadie se los dé.”
Por su parte, Natalia Velázquez, conmovió al auditorio al relatar cómo su bisabuela migró a Guadalajara sin hablar español, empujada por la necesidad: “Gracias a su decisión, hoy estoy aquí diciendo lo que ella jamás pudo imaginar.”
Ella misma, quién señala como estar en ese escenario es llevar a todos, no solo su vida, si no la de sus ancestros, aquellos que han tenido que vivir, en sus palabras, “entre dos mundos”, en uno donde deben convivir con sus raíces, y en otro deben ocultarlas, no por vergüenza, sino por miedo a la visión del resto: “Tuvimos que ocultar nuestras raíces por miedo, no por vergüenza, pero hoy yo camino con mis ancestras.”
También, habló lo que significa, para las nuevas generaciones que alguien perteneciente a su comunidad se encuentre hablando y presentando su realidad:
“ A mí me motiva en la vida mucho pensar en mis primas. En el que el día de mañana ellas pueden ser líderes, ellas pueden estar en cargos, ellas pueden representar, en que puedan salir a la calle libremente sin vergüenza”, denuncia por otro lado, la discriminación que sufren, y como las comunidades indígenas, son tomadas como algo de lo cual se deba presumir en redes sociales, “A veces nos tratan como si fuéramos un árbol de Navidad, “¿me puedo tomar una foto contigo?” No somos un adorno (…) Mi vestimenta lleva manos, tiempo, memoria, no es para decorar un evento o una selfie.”
Por otro lado, Anahí, quién se mostró tímida pero con mucho orgullo por estar sobre el escenario, habló sobre su experiencia migrando desde San Sebastián Teponahuaxtlán a Guadalajara, “Me siento especial de estar aquí (…) Quiero ser abogada para defender a mi comunidad y para que podamos caminar sin miedo.” Esto al ser cuestionada por la misma Rigoberta acerca de sus aspiraciones y metas en la vida.
Se sumó a Natalia, en la exigencia de, lo que admitió tal vez pueda escucharse mal o ser mal interpretado, normalizar la presencia indígena en todos los espacios: “Cuando nos ven en un aeropuerto preguntan: ¿qué hace aquí?, debemos visibilizar que también pertenecemos.”
Fernando Carrera, representante de UNICEF en México, recalcó que el reconocimiento de la infancia indígena sigue siendo una deuda profunda del Estado: “No se trata de escuchar con condescendencia, se trata de escuchar con humildad, los pueblos indígenas aportan sabiduría que el mundo necesita.”
Cerca del final de la charla, Natalia, Rigoberta y Anahí, pudieron responder preguntas del público asistente, entre estas, destacan la duda sobre la experiencia de ambas jóvenes en la escuela, si han sido víctimas de discirminación en estos espacios, compartieron, mantienen estrategias para defender su identidad y consideran que las redes sociales pueden ser aliadas si se usan con responsabilidad.
El papel de la mujer en sus comunidades, también fue uno de los temas, fue Natalia quién expresó como, desde su comunidad, los prejuicios aún existente, aunque esto sea enmascarado con burla sigue latente, pero esto ha llevado a mujeres, como su madre, a tomar medidas para empoderar con pequeños actos a las demás con talleres y clubes de bordado, “pero es la única forma que los hombres, que los esposos de mis tías, de mis abuelas las dejan las dejan escuchar.”
Finalmente, el público asistente se fue con una tarea, la cual no incluía solo escuchar aquella tarde, Natalia, una vez más mencionó sus deseos por hacer que futuras generaciones logren cosas mucho más grandes que ella, pero esto, indicó, no es un trabajo solo de ella: “También necesito de su ayuda. De que nos escuchen y no solo me escuchen y saliendo de la puerta hagan como que nada pasa.”
Rigoberta se suma a esto con una frase: “Ayúdame y te ayudo, eso hace a la humanidad”. La charla dejó claro que la palabra indígena no solo necesita espacio, necesita compromiso real, políticas públicas, educación inclusiva y una sociedad que deje de exotizar.







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