Obispo Arizmendi celebra 50 años de sacerdocio

El obispo Felipe Arizmendi celebró con integrantes de la Iglesia, el gobierno, y feligreses. Foto: Icoso

El obispo Felipe Arizmendi celebró con integrantes de la Iglesia, el gobierno, y feligreses. Foto: Icoso

Al celebrar sus 50 años de sacerdocio, el obispo titular de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel pidió fortaleza al Espíritu Santo  “cuando vengan rechazos e incomprensiones, por asumir esta opción prioritaria tan evangélica, que nos impulsa no sólo a brindar la necesaria asistencia, sino sobre todo a creer en el pobre y a construir el futuro con él”.

En la misa concelebrada por  18  y arzobispos de distintas entidades de la República, participaron un centenar de sacerdotes de Chiapas y más de dos mil personas de las distintas comunidades, de los más de 40 municipios que comprende la diócesis más grande de Chiapas.

“Con municipios tan pobres que sus enormes carencias son un reclamo a la conciencia nacional y diocesana. No podemos pasar ante ellos como el levita y el sacerdote del Antiguo Testamento. Debemos ser como Jesús, el buen samaritano, que se acerca, se inclina, siente el dolor ajeno como propio y hace cuanto sea necesario para ayudar al despojado y empobrecido por los ladrones de todos los tiempos”.

Pidió la “iluminación divina, para continuar los procesos de inculturación de la Iglesia, de la liturgia y de la misma acción pastoral, apoyando ante todo las traducciones bíblicas y litúrgicas, que son un derecho de los pueblos originarios”.

Aclaró que no se trata de “una postura ideológica, ni de una actitud mediática”, el amor preferencial por los que sufren, por los pobres, por quienes viven en las llamadas periferias existenciales, sino que es una exigencia del Evangelio.

“Si no hacemos esta opción por los pobres, tan perentoria en el Evangelio y tan insistida en los documentos eclesiales, no seríamos la Iglesia de Jesús, no seríamos cristianos, ni siquiera seríamos verdaderamente humanos”, dijo.

Hablo de la necesidad de purificación “de nuestros egoísmos e insensibilidades, para que nos esforcemos por servir a tantos marginados que viven entre nosotros: ancianos, enfermos, indígenas, migrantes, presos, mujeres menospreciadas, trabajadores mal pagados, desempleados, niños y adolescentes sin un hogar estable, jóvenes sin horizonte, etc.”.

Recordó cuando puso “resistencias” en el año 2000, para venir a la diócesis de San Cristóbal.  “Cuando el Papa Juan Pablo II me convocó a Roma, para preguntarme personalmente, el 18 de marzo del año 2000, si estaba dispuesto a venir aquí. Puse resistencias, pero viendo que era voluntad de Dios, acepté venir con gusto, pues consagré mi vida a Jesús y a su Iglesia, para servir donde El me llame”.

Agradeció el haber sido enviado aquí, a una diócesis “que enfrenta retos, que tiene limitaciones, pero que también tiene y ofrece muchas luces, esperanzas y caminos pastorales abiertos para la misión de la Iglesia”.

Dijo que siguiendo el tercer  Sínodo Diocesano, aprobado por  los obispo  Samuel Ruiz García y Raúl Vera López, y ratificado por él, “nos esforzamos, junto con nuestro muy apreciado obispo auxiliar Enrique Díaz Díaz, por ser una Iglesia autóctona, liberadora, evangelizadora, servidora, en comunión y bajo la guía del Espíritu, tratando de vivir estas dimensiones en fidelidad al Concilio Vaticano II”.

Explicó que su convicción pastoral siendo sacerdote y obispo, “ha sido servir a Jesucristo” y atraer a todos “hacia Jesús, no hacia mi persona” y lo que más desea es que “haya más discípulos misioneros de Jesús, más seguidores convencidos y apostólicos del Señor, más servidores del Pueblo de Dios en las diversas vocaciones, no sólo sacerdotales, sino también laicales y consagradas”.

Razón por la cual insiste en que como Iglesia Autócnona “no podemos poner el acento sólo sobre lo autóctono, sino ante todo en ser la Iglesia de Jesús. Para ello, debemos tener como centro de referencia, de verdad y de bien, a Jesucristo y su Evangelio”.

“Es verdad  que hay muchas “Semillas del Verbo” en nuestros pueblos indígenas, y muchos de sus valores más tradicionales son una vivencia sencilla y transparente del Evangelio, gracias sin duda al Espíritu Santo que actúa siempre; pero no somos antropólogos o activistas culturales para conservarlos como en un museo del pasado”, advirtió.

Dijo que la diócesis son “anunciadores de Jesús, para que la fe de estos pueblos no se quede sólo en semillas, sino que logre la madurez en Cristo y así tengan la vida plena y definitiva que Él ya nos dejó en su Iglesia. Llevémosles a esta plenitud; sería una traición a ellos y una falta de fe en Cristo, si no lo hiciéramos”.

Añadió que es “Sólo Él nos puede liberar, a ellos y a nosotros, de tantas cadenas y costumbres no evangélicas que nos aprisionan y esclavizan. Sólo Cristo nos hace plenamente libres y sólo El nos hace ser personas maduras en plenitud”.

En la misa que duró casi dos horas por los rituales indígenas que se integraron a la ceremonia y la cantidad de personas que se congregaron dentro de la Catedral y en el atrio, donde se instalaron pantallas gigántes, se leyó la carta del Papa Francisco enviandole una “ferviente felicitación junto con tus feligreses mientras pedimos al mismo divino Fundador de la Iglesia una abundante remuneración de tus méritos, te hacemos llegar abundante y generosa Nuestra Bendición Apostólica, en primer lugar a ti, después a los tuyos y a toda la Comunidad Eclesial reunida”.

El obispo Enrique Díaz, dio la bienvenida a los visitantes y agradeció al obispo Arizmendi su labor en la diócesis, “gracias por tenderte como puente de reconciliación y encuentro, muchas veces zarandeado, pisoteado, ignorado, pero siempre uniendo, reconciliando, construyendo. Por tu discreto ocultamiento que impulsa y anima para que aparezca radiante y enérgica la figura del indígena, como sujeto de su historia, como voz reconocida, como tesoro valioso”.

“Hay amores que se ganan a pulso, con sudor, con entrega, con fidelidad, con generosidad y así te has ganado tú nuestro cariño, asì te has metido en nuestro corazón, así te has hecho uno de los nuestros. A tropiezos y con dolor has tenido que aprender a caminar bajo el sol ardoroso de nuestras selvas; y se ha acompasado el ritmo de tu corazón al ritmo nuestro”, dijo monseñor Díaz, a nombre de la diócesis.

Antes de asistir a la comida que en su honor se sirvió en los salones y patios del seminario conciliar para todos los fieles, incluyendo representantes del gobierno estatal, federal y municipal, el obispo Arizmendí concluyó su homilía pidiendo a quienes oraban “sus plegarias, sus consejos, sus correcciones, y que mis deficiencias personales no sean causa de que algunos se alejen de El y de su Iglesia”.

Poco después de las 4 de la tarde, llegó a la comida el gobernador Manuel Velasco Coello, para compartir los alimentos con el obispo, a quién un grupo de tsotiles de Zinacantán le  regalaron  y colocaron un traje típico de ese poblado.

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