«El del Calvario y El Nuevo»
TEXTO Y FOTOS: ERNESTO GÓMEZ PANANÁ
Así como el sexo o la guerra, desde el principio de la historia, el comercio y la comida han sido dos actividades también fundamentales para hacernos humanos. En torno a esto se fundan y respiran comunidades de mujeres y hombres.
El corazón de cualquier ciudad del mundo, Barcelona, Xalapa, Nueva York, Moscú o La Habana, está en su mercado, ese sitio bullicioso, lleno de aromas, de colores y sabores.
Tuxtla tiene más de dos docenas de mercados públicos, los más antiguos, el Mercado Juan Sabines -también conocido como Mercado Nuevo-, y el Mercado de El Calvario, llamado también Mercado Viejo.
Caminar por estos sitios, corazón de Tuxtla, es llenar los sentidos, percibir el apuro, la necesidad, la alegría de la gente. Es tocar esta tierra.
Caminando esas calles supe del Pozol Arrecho, versión milennial de la ancestral bebida de cacao; pude también probar de nuevo Cacaté y Castaña hervidos; pude mirar las máscaras que anuncian el Día de Muertos o encontrarme con futuros médicos jugando videojuegos en su día de pinta.
Caminando también pude retratar a Doña Esther, canastera que vende Chile Blanco y Miraparriba o padecer la fila de colectivos en los que compradores y marchantes llegan a hacer sus trueques.
Miré al tío que vende ajos de a diez pesos, a la vendedora de higo y camote hervido o a la señora que trae a ofrecer su verdura de Zinacantán.
Vorágine de los sentidos. Vértigo visual. Así mi caminata ayer por el Corazón de Tuxtla.
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