El estigma del migrante centroamericano

Fotos: Darinel Zacarías

Aunque la política migratoria que el gobierno mexicano empezó a implementar el pasado 17 de enero les da la posibilidad de transitar y trabajar en México de manera legalizada y abierta, aún falta por cambiar la forma en que servidores públicos y pobladores miran a los migrantes. “Somos gente trabajadora”, responden los centroamericanos

Ciudad Hidalgo, Chiapas.- La frontera mexicana se abrió a la migración centroamericana hace una semana, pero lo que sigue deteniendo a las miles de personas que ahora mismo continúan entrando a México es el estigma del migrante “pandillero” o “marero”.

Los escenarios contrastan en la zona fronteriza que rodea el Suchiate, un río que por décadas los migrantes (en su mayoría provenientes de Centroamérica) han tenido que cruzar de manera subrepticia, bordeando caminos, esquivando a las autoridades, a traficantes de personas, y a veces hasta a los pobladores, porque todos ven la migración como un lucrativo negocio.

 

Las historias de extorsiones, abusos, violaciones, asaltos, secuestros y explotación están aún por romperse.

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Tomo un transporte colectivo que me lleve de Ciudad Hidalgo –la ciudad que colinda con el río Suchiate- a Tapachula. Me siento adelante, junto al chofer. Va surgiendo la plática. En el camino de la carretera Panamericana una familia de migrantes de Honduras le hace la parada. “¿Cuánto nos cobra a Tapachula?”, le preguntan al chofer, y él, de manera automática, contesta “30 quetzales por persona”, lo que sería el equivalente a poco más de 70 pesos mexicanos.

Lo volteo a ver con asombro, el precio promedio por el trayecto es de 30 pesos. El chofer intenta justificarse conmigo, a manera de susurro me dice: “es que ellos pueden ser mareros, sabe; me pueden meter en problemas, ya ve que luego en sus mochilitas traen la droga, las armas”. Quizá, al sentir injustificado su propio argumento, corrige y les dice: “bueno súbanse, les cobro 15 quetzales por persona”.

En otro momento del día recorro el mismo trayecto, a bordo de un automóvil particular. Apenas llevamos unos kilómetros recorridos cuando vemos un vehículo detenido y, sobre la carretera, personas que portan armas y llevan en la camiseta la leyenda “Fiscalía de Atención al Migrante”.

Están interrogando a dos personas que parecen ser garífuna (una etnia afrodescendiente de Honduras). Nos detenemos y tomo algunas fotografías. Se acerca un agente, supongo que es de la Fiscalía, y me dice que no puedo tomar imágenes. Le respondo que estamos en una vía pública y que si no está cometiendo un delito, no encuentro motivo de su molestia.

“Estoy verificando sus datos, estoy haciendo mi trabajo”, dice. Luego me lanza una mirada dura y decide alejarse. Al poco rato deja ir a los dos migrantes para que continúen su camino.

Diversas recomendaciones la Comisión Nacional de Derechos Humanos recogen testimonios de migrantes que acusan a autoridades de los tres niveles de gobierno de realizar prácticas de extorsión para dejarlos transitar. Las recomendaciones se han encontrado con la resistencia de las autoridades a darles cumplimiento, señala el informe especial de la Comisión.

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La víspera de cumplirse una semana del arranque del “programa emergente de atención humanitaria”, la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, recorría el puente fronterizo dando la bienvenida a los miles que hacen fila para tramitar y recibir la tarjeta de visitante por razones humanitarias; al mismo tiempo, en la ciudad de Tapachula empresarios agrupados en la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) rechazaron la entrada masiva de migrantes.

En una carta dirigida a los tres niveles de gobierno, los empresarios sostuvieron que antes de dar empleo a los migrantes, el gobierno debe resolver los problemas de empleo y desarrollo de los habitantes de México.

Su argumento: “recibir tan innumerable cantidad de migrantes puede ser detonante del incremento de inseguridad, violencia, ilegalidad, incluso enfermedades (…) La frontera sur seguirá siendo el destino de llegada de ilegales, y con ellos una marcada pausa en nuestra economía por temor o sucesos de violencia que pongan en riesgo la integridad de nuestra familia”.

Pero el temor a la inseguridad no es el fondo de la animadversión a los migrantes.

“Lo que molesta, primero de los inmigrantes, y luego de los refugiados, no es que sean extranjeros, sino que sean pobres”, señala la filósofa española Adela Cortina en el libro Aporofobia, el rechazo al pobre.

El posicionamiento de la COPARMEX contrasta con el que horas más tarde dio la Secretaría de Gobernación. En medio de migrantes que gritaban “¡Gracias México!”, Sánchez Cordero dijo que la entrega de tarjetas a migrantes es parte de “un ambicioso plan de desarrollo para las ciudades de la frontera sur”.

En los hechos se está extendiendo el permiso de trabajador fronterizo que solo estaba contemplado para habitantes de Guatemala. Sánchez Cordero explicó que el programa de trabajador fronterizo se extendió a los países del triángulo norte de Centroamérica, y la posibilidad de trabajo será para que se integren en siete estados del sur-sureste de México.

Lo que hasta el momento se les ha ofrecido a los migrantes que ya están en la frontera, es participar en labores de limpieza y reparación de espacios públicos en el municipio de Suchiate y Tapachula, a cambio de un “apoyo económico” de 84 pesos por 6 horas de trabajo.

Sin embargo, el estigma y los incipientes ofrecimientos laborales no desanima a quienes hacen fila en el puente fronterizo.

“Le decimos al gobierno mexicano, a Andrés Manuel López Obrador, que vamos a hacer todo lo posible, que nos vamos a portar bien para que nos den esa visa para entrar. Le prometemos que lo que los que venimos aquí somos gente trabajadora, gente honesta, con deseos de trabajar”, dice uno de los centroamericanos mostrando las manos y su identificación, tratando de formar parte de esos miles de migrantes que ya están en el país.

En sólo 7 días entraron al país 12,300 migrantes. Son los que llegaron en caravana, y los que llegan de manera individual. Son en su mayoría de Honduras, de El Salvador, Guatemala, Nicaragua, pero también han llegado personas originarias de Angola, Brasil, Cuba, Ecuador, Haití. Muchos más vienen en camino.

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