Kombinationsfahrzeug… o Combi
Por Daniel Cameras Paredes
Rompieron las reglas de seguridad, desafiaron a la física, burlaron a la velocidad, corrompieron a pasajeros, peatones, conductores. Combis, así se les llama a las endemoniadas 124 rutas que se disponen a cargar gente de un lado a otro. Las vemos correr, rebasar, acelerar desde antes que tú metas la velocidad. Hay quienes dicen que “vuelan”, por la rapidez con la cual terminar su trayecto, o llegan de un punto a otro. Otros dicen que “te pasan encima”.
Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas. Ciudad embachada, con avenidas encogidas; donde las alcantarillas están abiertas y las calles están cerradas. Una selva calurosa, exasperante, con semáforos desincronizados, hábitat de 1,930 [1] combis, como se les conoce al transporte público, las furgonetas achicharradas, rechinantes, gastadas, con piel blanca y franjas verdes. Las responsables del tráfico, encontronazos, son seres de la mitología mexicana de larga vida.
De Cumbinatunfatsoik a Combi
En los años 50, Volkswagen anunciaba la producción de una nueva línea de autos, que tendría como objetivo ser resistentes y de espacio prominente. La marca alemana no pensaría que su modelo de carro definiría una época, con su cuerpo alargado, enlatado, con dos ventanas enfrente como si se trataran de un par de lentes; ventanas amplias a los lados, con el imagotipo de la empresa en la delantera. La furgoneta Kombinationsfahrzeug (su pronunciación es algo como “cumbinatunsfatsoik”), palabra germana que en español sería “vehículo combinado de carga y peso”, sería reducida a Kombi, que a su vez, pasaría a la deformación ortográfica de “combi”.
Fue en la planta de Wolfburg, Alemania, que un vehículo en la fábrica para transportar planchas, se concebiría para reemplazar la carga, las planchas por personas. Así se traería a la vida, en una presentación en el Salón Internacional del Automóvil de Frankfurt, al cumbinatunfatsoik. Era septiembre de 1951. Su nombre al castellano se convirtió en Combi.
Combi y Colón comparten tres cosas: las dos primeras son obvias, empiezan con la misma letra y tienen el mismo número de letras; la tercera: viajarían y conquistarían a América. La Combi llegó a conquistar en la década de 1960, se volvió un animal exótico desde su producción en São Paulo, la tierra elegida por Volskwagen. Ganó adeptos, coleccionistas, aduladores.
La furgoneta kombi T1 se hizo presente en toda Sudamérica, principalmente por ser un transporte de tipo “caravana”; grupos de amigos, familias y viajeros se encariñaron con el auto. Otra de las razones es, por ejemplo, que en Brasil la kombi fue el primer vehículo parido por la Volkswagen, incluso antes que el famoso “beatle” (el bocho). Esta ensambladora, exportó modelos a toda América. Volkswagen repartía a su niño de oro que, hasta 2013, se estima alrededor de 1.5 millones de kombis fabricados en São Paulo.
Fue en los 70’ que México se abrochara los pantalones para abrir su propia ensambladora y así, las kombis ahora generación T2 comenzarían a circular por el territorio mexica y se adueñarían de los barrios. Las combis serían contratadas por el Estado para ser los encargados de
A pesar de que los modelos de autos del transporte colectivo actual ya no pertenecen a la Volkswagen, sino son Urvan Nissan y alguna carcacha de Toyota, la gente aún la sigue llamando combi, porque combi ha trascendido más allá del modelo, se ha simbolizado, bautizado, renombrado. Combi es el verdugo de nuestro destino, no importa el tipo de auto, sino el transporte mismo.
Disección de una combi: mexicanidad sobre ruedas
Decía Marshall McLuchan[2] que las tecnologías creadas por el hombre son extensiones de nosotros. Así, los lentes son una extensión del ojo, una pala es extensión de los brazos y manos, el auto es extensión del pie. La combi, sería una extensión de nosotros, su apariencia y morfología confeccionados al reflejo del mexicano.
Estos seres voladores sí identificados, son rebeldes, ansiosos andantes que levantan gente en los espacios no indicados, rompieron las reglas de seguridad, desafiaron a la física, burlaron a la velocidad. Según el informe de Víctor Alvarado, coordinador de Transporte Eficiente de El Poder del Consumidor, se dice que las Combis Urvan Nissan y marcas asiáticas, no cuentan no cuentan con frenos ABS, ni con cinturones de tres puntos en todas las plazas y tampoco con Control Electrónico de Estabilidad (ESC), éste último “permite mantener el control del vehículo en maniobras bruscas de emergencia y con ello evitar una colisión”.
La raza de combis tuxtlecas, reniega de estas cosas “fifís” y a cambio te ofrece modelos que datan de décadas anteriores a ésta, con asientos forrados de plástico, hule, tela, tacto piel, con letras arial, comic sans, verdana y toda caligrafía de fantasía: amarillas, rojas, verdes, azules. La parafernalia distintiva de las combis se muestra en su manera de vestir.
A pesar de su vejes, las desvalijadas combis gustan de recamarse de luces. No de sólo las normativos, que según el artículo 40 del Reglamento de Tránsito del Estado de Chiapas consta de “dos faros delanteros, de luz blanca y fija con dispositivo para disminuir su altura e intensidad, de un pequeño faro de luz roja en la parte posterior, que debe encenderse al aplicar los frenos, y luz que en la noche ilumine la placa correspondiente”, la combi, que debe ser vistosa a kilómetros, usa luces neón por debajo del auto, dejando su estela por toda la avenida; las luces de los faros son cambiadas a azules, o rojos si se ponen más creativos. También ofrece iluminación por dentro, incandescente, intermitente, tubos fluorescentes, de navidad; Sí, las combis son como árboles de navidad con tanto “lucerío”.
Como buenas mexicanas, las combis son creyentes, predican la palabra y ante todo, primero Dios. Esto lo demuestran sus strickers, imágenes e íconos de la santidad: el San Judas colgando en el retrovisor, Jesucristo pegado en los parabrisas, las cruces en pegatinas sobre el tablero, las figuritas de la Virgen María. Los letreros encomendados que rezan “si no vuelvo me fui con Dios”, “Dios bendiga esta unidad” o “Unidad protegida por Dios”, te sientes más seguro que en la Iglesia. A decir verdad, es como una: asistes cotidianamente, pagas un diezmo (pasaje), hay un hombre a cargo (el conductor), hay gente que no soportas y te toca rezar, sea porque vas tarde, sea porque sientes venir un choque, sea porque venga vacía y pueda recogerte.
El artículo 40, sección VI indica que los parabrisas deben tener un limpiador automático, por supuesto que la combi no lo tiene, no podría dañar las letras de las indicaciones de los puntos de su trayecto, las enormes letras que ocupan mitad del parabrisas y que uno puede leer. Pero el mexicano no lee libros, muchos menos va andar leyendo eso. Mucho menos las combis van a hacer uso de la RAE, las combis enriquecen al español con su dialecto. Propuestas de abreviaturas como: “M ancianos” (Mercado de los Ancianos), P Central (Parque Central) o palabras como “coca” (la planta de Coca Cola ubicada del lado Norte-Poniente de la ciudad) o “Chacona” (un árbol a orillas de la ciudad) son entendidos sólo por la comunidad y por el conductor.
El conductor, un hombre altamente preparado, entrenado para la destreza en el volante, con capacidades transdisciplinarias: es administrador, porque organiza a los pasajeros y los enumera; es contador, porque hace cuentas: cuánto lleva, cuánto le falta, de qué billetes dispone, si debe pasar cambio; es mecánico, cuenta con habilidades para reparar averías al momento; es periodista, informa siempre que puede a su copiloto de lo que oyó en la radio; es politólogo, siempre tiene críticas constructivas sobre la manera en que el Estado está gobernando y hasta DJ, el mismo crea sus mixes, pone el ambiente, no de cualquier música, sino de la más selecta colección de corridos, bandas y reaggueton.
Los tipos de choferes son variables e inclasificables. Los hay gordos, delgados, altos, chaparros, agradables, groseros, sucios, amables, con lentes, con mangas, calvos, con tatuajes; me ha tocado a quienes les gusta llevar música, a otros los noticieros de radio; unos van comiendo con alguna pareja, otros van hablando por teléfono. Apenas te subes y no esperan a que te sientes, hay otros que te desean un buen día; unos respetan los señalamientos, algunos más se suben a la banqueta. Lo que nunca me ha tocado es uno que conduzca bien.
Las combis más jóvenes ahora cuentan con ventanas más estrechas (se supone están climatizadas), con botones para el timbre (se supone para ya no gritar y anticipar la parada) y con asientos acrecentados (se supone para no apretujarse unos a otros), pero ni van con el aire acondicionado, ni la gente anticipa su parada y ni vas cómodo; en los asientos donde cabían 5 ahora van 6 y en la hilera de 6 se arriman 7. Hasta llegan a agregar un asiento más al fondo, sea con una silla, un banco, una bocina o una llanta. Ya no se sabe si la kombi, con 18 cuerpos humanos, carga más peso que cuando cargaba en las fábricas las planchas.
No faltaba que fueran peleoneras, que pelearan territorio; son como fieras salvajes disputando a sus pasajeros. Los mexicanos nos encendemos más rápido que el papel, las combis, igual. Así vemos las rivalidades por mencionar de la 90 y la 91, de la 85 y la 79, de la 52 y la 53 o la 73 y la 108; algunas veces hasta entre misma especie, número de unidades. Las tribus de rutas se conocen, se retan, se insultan al llevar más pasaje, se mofan al revasarse, se intimidan al alcanzarse.
México es una combi: está en malas condiciones pero finge no estarlo; es inmoral pero predica la palabra de Dios en toda la extensión; es peligroso, es inseguro, está estancado; carga con mucho y gana tan poco.
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Hace unos meses, se anunció la presunta desaparición por adeudos y mala administración del Conejobus, el transporte tipo autobús con mayor demanda que recorre la ciudad de oriente a poniente, un armatoste que desfila por toda la avenida principal de Tuxtla Gutiérrez. Algo así como el hermano mayor de la combi. A cambio, se dice que las concesiones quedarán a cargo de una empresa privada, dizque ya radicando en Toluca. El Conejobus cubre las rutas 1 y 2. Si llegara a desaparecer, el nuevo transporte cubriría solamente la ruta 1, y la ruta 2 sería de nuevo hábitat de nuestras “cumbinatunsfatsoik”. Se esperan y espero muchas mejoras: espero nuevas unidades, espero más espacio en ellas, espero que estén en norma, espero que cubran la ruta. Lo único que no espero, es que el conductor conduzca bien.
[1] Secretaría del Transporte del Estado de Chiapas. (2008), Mapas del transporte público, archivos internos
[2] Herbert Marshal McLuhan es un intelectual nacido en las llanuras canadienses de la ciudad de Edmont en 1911. Fue precursor de los estudios comunicacionales y la influencia de los medios en la visión del hombre hacia su entorno.
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