“La misma tierra trata de invocarte a que los busques”

“La misma tierra trata de invocarte a que los busques”

Al lado de su madre María Herrera y su hermano Juan Carlos, Miguel Ángel Trujillo busca a cuatro de sus hermanos desaparecidos en 2008 y 2010. En 2015, supo que Mario Vergara rastreaba entierros clandestinos en los cerros y le propuso compartir conocimientos. Éste es el primero de una serie de testimonios sobre personas que han volcado su vida en la búsqueda de desaparecidos

Texto: Daniela Rea de Pie de Página

Foto: Especial

La primera vez que fui a buscar la tengo bien presente. Eso no se me va a olvidar.

Mayra, la hermana de Mario Vergara, nos contactó por Face para invitarnos a una reunión. Escuché a Mario decir: “tenemos tantos cuerpos y estamos encontrando”. Me dije en mi persona: “no manches nosotros siete años s buscando a mis hermanos en papeles y pura burocracia y oficios y no hemos encontrado nada”. Esperé que se acabara la reunión y me presenté con él.

Mario preguntó: “¿saben de lo jurídico?”. Le dije: “Mario, llevamos siete años y de jurídico llevamos lo que no te imaginas, pero tú estás en un nivel donde nosotros queremos estar. Mira, Mario. Haz de cuenta que está esta franja y está este abismo. Tú estás de aquel lado y nosotros de este. Lo jurídico lo tenemos aquí, llevamos a las familias a un límite en el que ya no pasa nada. Y tú, aquí estás encontrando sin lo jurídico. A ti te falta lo jurídico, a nosotros nos falta encontrar. ¿Qué te parece si te enseñamos lo jurídico y tu nos enseñas a buscar?”.

Un día me marca Mario: “¿qué haces?”. Era Semana Santa del 2015. Me dijo: “vente para Iguala; si quieres aprender a buscar, vente a buscar”. Agarré el camión y me vine a Huitzuco.

Fuimos al maizal y me dijo: “aquí vas a aprender a buscar, a mirar las fosas”. Me empezó a enseñar cómo utilizar la varilla. Y cuando se fue hasta dentro, me dice: “sácala”, la saqué. Cuando la olí, ¡n’hombre!, se me salieron las lágrimas. Huele feo, un olor peor que un animal muerto. Y me dice: “es positiva”… Por el puro olor. “Mira, allá está otra, por las onditas, por las paredes”.

Cuando empiezas a encontrar, son sentimientos encontrados de cómo encuentras a los familiares…

Pedagogía de la búsqueda de personas desaparecidas. Foto Heriberto Paredes

Un día en la Primera Brigada Nacional de Búsqueda en Veracruz, Simón encontró una fosa con restos calcinados y dice: “a estos los quemaron, pero debe haber un lugar donde los quemaron, porque aquí no los quemaron”. Empieza a ver para todos lugares y para todos los lados: “al suelo ya no mires, ya los encontramos”. Caminamos y dice: “aquí los quemaron”; pues empezamos a excavar y ahí estaba lo calcinado. ¿Cómo supo?: “esta rama de los árboles tarda mucho en florecer porque quemaron como las vitaminas de los árboles, tarda mucho en florecer, ahí esta la marca”, y empieza con el machete. “Está seco, mira, para que pueda volver a revivir tarda uno 10 años”… Simón es de campo, de Cocula.

Ya que dimos con el punto donde los quemaron, me dice “ahora hay que medir hasta donde los llevaron, son 500 metros, hay que revisar 500 metros a la redonda, no pudieron caminar más o cargado más”. Y empezamos como un radio y en ese radio fue donde se encontraron al 15 fosas en Amatlán. Y metimos las cubetas de 20 litros y pusimos el tendedero, 5, 6 cubetas de 20 litros.

Puros restos, queríamos que los vieran, que reconociera el gobierno que sí, que son restos humanos. Y es cuando te da alegría, está dando positivo, vale la pena porque van a volver a casa.

Desde que sales al campo vas pensando cómo los llevan. Los llevan a la fuerza, te imaginas todo… vas pensando, yo decía: “si a mí me llevan caminando yo me resisto, si de todas maneras me van a matar, ¿qué voy a caminarles más? ¿A que yo mismo cave mi propia tumba?”. Yo me les rebelaría, ¿por qué no se rebelaron estos? Sabiendo el camino que empezaron, de todos modos ya los iban a matar…  yo me rebelaría… todo eso, piensas puras cosas de esas. ¿Qué necesidad tenían de llevarlo hasta allá?

No sabemos si a todos se los llevaron vivos o muertos.

Si los encontramos en la intemperie, cerquita, ellos lo mataron y nomás fueron y los aventaron, no van a cargar tantos kilos. Si están en fosa, cuando están bien profundos, ellos cavaron su propia tumba, porque los malos son hasta flojos, eso más o menos lo he aprendido también.

Una semana de búsqueda en las entrañas de la tierra. Foto: Mónica González

Buscar en el campo es distinto, según la zona donde busques. La tierra virgen es dura. La tierra que ha sido excavada es suave, no vuelve a ser la misma compactación.

En la arena no te da paredes. Cuando te dan un punto escarbas y te da vida. Por ejemplo, a medio metro o pasado de medio metro, hay humedad y los sapos, ¿qué tiene que hacer un sapo a medio metro, de qué se estaban alimentando? Ya cuando empezamos a escarbar, abajo en la arena debe haber ramas, ¿qué tienen que hacer ramas allá abajo? Cuando lo echaron al cuerpo, las ramas se vinieron con la tierra. La mitad del cuerpo tenía tejido y la mitad no, por la humedad, la mitad se conservó y la otra mitad no. En la arena es diferente.

En la Gallera, en Poza Rica, le dije al perito: “aquí hay que excavar”. Excavé y miré madera quemada, metro y medio de profundidad y la tierra seguía blandita, llegué al terreno virgen de la tierra dura y seguía la madera quemada; caminé tres metros y salieron tres cuerpos pero no eran cuerpos, eran costillas, vértebras. Lamentablemente no eran cuerpos, eran vértebras. La madera. La madera te está guiando.

Leer la tierra, es leer los cambios de la tierra.

En la tierra hay varias capas y cada capa tiene un color de la tierra. En una fosa excavas y vas a mirar los colores de la tierra revuelta. Cuando avientas el cuerpo encima, avientas la tierra que sacaste, que ya quedó revuelta. Los colores ya se revolvieron y cuando empiezas a buscar ves el cambio y ves los colores revueltos. Así es leer, leer la tierra y hacer que la tierra hable.

Porque la tierra te habla, sientes una sensación como de alguien que te pide que lo saques. Fuimos a un lugar que se llama Las Guacamayas, no hemos bajado porque es un pozo, pero te da la sensación de aquí vamos a encontrar, te pones hasta chinito, una sensación como cuando te enamoras de una persona, te tiemblan los pies, te acalambras, una sensación como tenebrosa, pero no te da miedo, una sensación de que lo vas a encontrar, de que ahí está alguien, quieres excavar, en ese mismo rato lo quieres sacar. Necesitas sacarlo.

La misma tierra trata de invocarte a que los busques: “Sácalo de aquí y ve y entrégalo, llévalo a un lugar; no, es que no lo quiero, llevátelo”. La naturaleza no quieren que estén ahí, porque no es su lugar, no es su lugar, la verdad, cada quien tiene que tener su lugar para que te den una bendición, para estar juntos. Dime tú, ni que fueran ermitaños, una unión. ¿Por qué las hormigas están en el mismo hormiguero?, porque todas se necesitan, porque no se van solas.

Yo no confío en la búsqueda de papeles… buscar en papeles, en oficios, oficios que son negados, diligencias que son negadas… Las diligencias no sirven, no sirven, por eso dije mejor la búsqueda en campo, el chiste es sacarlos de ahí.

Pero ahora vemos, como decía  Mario, que sólo los estamos cambiando de lugar, nomás los estamos sacando de la tierra para volverlos a enterrar. No sabes dónde están quedando. Si le preguntas a algún familiar los restos a dónde se los están llevando, quién los resguarda, nadie te sabe decir. Si los desaparecen esos restos se van a echar la culpa entre administración y administración y nadie va a decir nada y ya no vamos a encontrar a nuestros desaparecidos. Hay la duda, si los desaparecidos es mejor [mantenerlos] bajo la tierra cuando ya más adelante que haya tecnología de identificación rápida, hay que sacarlos y que nos los identifiquen.

De la Brigada no se ha identificado ninguno. Sacas restos, se los entregas y nada. Te arriesgas, encuentras y nada… de Iguala, que son como casi 200, han entregado 20 en cuánto tiempo, ¿va a pasar una década o 20 años? Colinas de Santa Fe, El Arbolito, El Km 13.5, La Gallera…. cada que vamos estamos sacando, no le han dado identificación, ¿vamos a pasar un siglo?

Ya lo platiqué con Mario. Yo tengo 44, él tiene 39; la abuelita de Mario, 96, pero es madera fina, nosotros ya no duramos como antes. “Ocupamos hacer algo”, le dije, “ya me enseñaste, Simón me enseñó, las enseñanzas, que yo sé hay que transmitirlas, aventar semillas porque no nos va a alcanzar la vida, Mario, ni siquiera para desenterrar un estado, ni siquiera para un estado”. Hay que hay ir enseñando, aventar la semilla, regarla, que ellos busquen a sus desaparecidos.

Tenemos que aprender a buscarnos a nosotros también, pues si no vamos a tener a familias desaparecidas, perdidas, teniéndolas en casa.

*Junto con su madre María Herrera y su hermano Juan Carlos, Miguel Ángel es cofundador de Enlaces Nacionales, una red que articula a familiares de personas desaparecidas con el objetivo central encontrarlas y regresarlas a sus familias.

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