Ingenio Pujiltic, entre cenizas y cañaverales

Niños acuden al corte de caña acompañados de sus padres y hermanos mayores.
Foto: Daladiel Jiménez

*El Ingenio hizo desparecer a la panela casi en 1970, por lo que decenas de familias campesinas dejaron sus milpas para sembrar caña. 


En 1946, los hermanos Pedrero establecieron un trapiche en los linderos del río Blanco y construyeron una moderna industria azucarera en antiguas tierras de Soyatitán en Venustiano Carranza. Hoy a 77 años de la fundación del Ingenio Pujiltic, el historiador Ulises Gómez publica su artículo “Entre cenizas y cañaverales Un acercamiento histórico y etnográfico a la zona cañera del Ingenio Pujiltic.»

Dicho documento, expone los cambios agrarios, sociales y económicos ocasionados al antiguo pueblo de paneleros de la zona,

A través de los siglos, el historiador resaltó que el mundo de la caña no solo necesitó tierras fértiles y aguas cercanas, la demanda de la mano de obra incitó constantes migraciones. Como sucedió con la fundación del Ingenio Pujiltic, miles de familias de los pueblos vecinos y más allá de estos horizontes sustituyeron “los recuerdos de su pueblo de origen por el aroma constante de la melaza”.

Para los antiguos trapicheros de Pinola y Soyatitán, dicho ingenio marcó un antes y después en su historia. Pues, centralizó la caña, lo que ocasionó la desaparición de la mayoría de trapiches y alambiques que ahí existían.

Era difícil competir con la tecnología de los Pedrero. Todavía en 1950 existía el trapiche de rueda en Espoyna y Corraltón en Pinola; en Socoltenango estaba el trapiche de La Virgen y cerca del río Blanco estaba el de don Rogelio Coutiño. Los trapiches eran jalados con mancuernas o con caballos, así como ruedas hidráulicas” dijo Inocencio Velasco Hernández, profesor pensionado y agricultor de Las Rosas.

Velasco Hernández comentó el motivo de festejo de las moliendas, ya que todos y todas se alegraban, recibían su dinero y hasta algunos atados de panela. Sin embargo, algunos patrones fueron abusivos.

El Ingenio representó una oportunidad para decenas de familias para forjar un patrimonio, así lo comentó Ángel Gordillo Medina, hijo del primer caballerango de la finca: fue una bendición para todos.

Niños acuden al corte de caña acompañados de sus padres y hermanos mayores.
Foto: Daladiel Jiménez

(…) hasta para los ranchos, porque anteriormente no estábamos de esclavos, pero era casi lo mismo. En ese tiempo se tenía que levantar uno e ir a abrazar al patrón y abrazarle las manos, y en la tarde después del jornal irle a preguntar ¿patrón no ‘quiereste’ algo? Como desgranar maíz y otras cosas. Esas eran las obligaciones del diario (…), dijo Ángel Gordillo Medina, obrero pensionado de Pujiltic.

Por otro lado, Arcadio Argüello, cañero y ejidatario de Soyatitán, recordó que “en ese entonces el azúcar ni lo conocíamos, la panelita era para el café, el traguito o el dulce”.

Aunado a ello, señaló que antes del ingenio Pujiltic no conocían el azúcar. Ya que era para ricos y no ajustaba para comprarla. En aquellos tiempos, muchos se dedicaban a la caña o a producir aguardiente con sus alambiques.

Yo soy cortador de caña, pero mi abuelito tuvo un trapiche que después lo vendió porque no tenía para meterle paga a la molienda. Por eso con el tiempo las tierras comunales fueron invadidas por ladinos y gente que vino después de la guerra a poner más caña. Durante la zafra soy cortador, y en los otros meses siembro mi milpita, dijo Guadalupe Santis Pérez, cortador y agricultor de Las Rosas.

Desde fines del siglo XIX, muchos indígenas siguieron perdiendo sus tierras y no les quedó más que seguir empleándose en las fincas cañeras. Durante la guerra de la Revolución Mexicana la producción sufrió una pequeña crisis, y algunos trapiches, que sirvieron como base de operaciones durante el conflicto, quedaron destruidos.

Así pues, el historiador resaltó que la dificultad de recuperación de algunas fincas en Socoltenango obligó a la población hacia 1930 a buscar otras oportunidades en Pinola y Tzimol, ya que estos pueblos se perfilaron como importantes centros cañeros.

Con la apertura de caminos y la construcción de sistemas de riego desde 1940, muchos finqueros e inversionistas denunciaron y compraron tierras “baldías” en los alrededores. A decir de la memoria colectiva, gracias a que Hernán Pedrero ganó la lotería nacional en 1946, pudo tramitar el derecho de posesión de todo el terreno de lo que hoy es San Francisco Pujiltic.

Lo anterior, ayudó a posicionarse en pocos años de “un mundo de tierras” para el cultivo de cañaverales y el establecimiento de estancias ganaderas.

Los niños y adultos que trabajan en el corte de la caña. Foto: Sandra de los Santos/ Chiapas PARALELO.

Con la prosperidad que el Ingenio Pujiltic fue experimentando, gracias al azúcar y a justos y pecadores, un número considerable de personas, huyendo del hambre, buscando comida y una mejor vida, decidieron probar suerte en este nuevo paraíso capitalista, expuso Fidelino Hernández Vázquez, obrero pensionado de Las Rosas.

Hacia 1940, los Pedrero eran de los más influyentes empresarios del estado. Entre 1948 y 1954, crearon la sociedad de Aguardientes de Chiapas y Plantaciones Agrícolas Intensivas, la primera con sede en Comitán y la segunda en Pujiltic.

Con la fundación de estas dos firmas, consolidaron un negocio vertical que provocó dos famosos conflictos: la Guerra del Pox y el Conflicto Panelero. El primero involucró a los productores de aguardiente, y el segundo a la Asociación de Paneleros de Las Margaritas. El principal motivo: el monopolio aguardentero.

El ingenio de Pujiltic es el tercero en el país con mayor producción. Foto: Sandra de los Santos/Chiapas PARALELO.

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