Homero Ávila Landa: Del técnico nacional y de canibalismo mediático

 Por Homero Ávila Landa

Haya, pues, corazón, coraje y “bolas”

para ser “técnico de futbol de Brasil”,

y conjugar y conjuntar oportunidad y necesidades,

técnica y destino, amor y odio”

Roberto DaMatta.

 

  1. De tecnicismos sobre el técnico

Hablando del futbol de Brasil, Roberto DaMatta[1]señala el deslizamiento –asociado con la instauración de la modernidad como horizonte histórico y cultural en nuestros estados nacionales- en el significado de la palabra “técnico”; pues de haber sido antiguamente usado para hablar de los sabios que dominaban un conocimiento particular: un “‘arte’, oficio o profesión”, ha pasado –como efecto del “avance espectacular de la ‘ciencia’ volcada para el dominio, el control y la explotación de la naturaleza”- a confundirse con “‘tecnología’”. Dejando entonces de “enfatizar el arte y la sabiduría”, propia de sociedades tribales y arcaicas, para significar “la ‘precisión científica’, hoy ligada a la tecnología, y por medio de ella, a un indudable e inconcebible comando de ciertos procesos naturales”.

En el contexto de nuestra modernidad, sigue DaMatta, en nuestra sociedad “hay ‘técnicos’ de todo –y para todo”. En general éstos actúan en diferentes campos de la vida social, dentro de la más general sociabilidad moderna, dentro de la que incluso ayudan “a prever tendencias, personalidades, contextos y situaciones”.

Una paradoja es vigente en el uso de la palabra técnico en el Brasil, pues se la integran en ella tanto las ideas de “arte y pericia que implican sabiduría y admite la incerteza” como “la previsibilidad y… la determinación”. Así, DaMatta lleva a cabo una transposición del “modelo de técnico” y las disciplinas tecnocráticas, tan propias de nuestra etapa neoliberal, para enfocarse en el campo del deporte, donde es observable esa paradoja indeterminación-controlen la técnica y en el papel del técnico de futbol, un deporte considerado juego en Brasil: “esa gradación va de lo preciso a lo impreciso, de la razonable determinación al más puro y salvaje oportunismo… en Brasil”. Tal paradoja está anclada al hecho de que, para el fanático brasileño, tiene cabida en el juego una dosis de superstición y azar, de suerte y destino, lo que coloca al futbol como algo “’imprevisible’ en general”. Pero ello no obsta para que ese pensamiento casi mágico, conviva con el más racional que ve el futbol “como una disputa en la cual la técnica, la preparación física y el fair playson fundamentales”.

Esta paradoja es aplicable al entorno del futbol mexicano, y es observable en su legendaria canasta de supersticiones entre técnicos y jugadores. Dos ejemplos actualísimos de ello son los siguientes: 1. en su fe religiosa, una señora mexicana radicada en Estados Unidos “persignó virtualmente” a cada jugador tricolor mientras sus caras desfilaban una a una en su señal televisiva (búsquese la nota en internet). 2. En su razonamiento técnico, es decir en su explicación del triunfo mexicano ante Alemania, El PiojoHerrera no dejó fuera el que la selección nacional contó con una dosis de buena suerte para alcanzar el triunfo; esto lo hizo en el programa de comentarios de Televisa el mismo 17 de junio por la noche, en una mesa donde el también ex técnico nacional Javier Aguirre asiente a la idea de Herrera.

 

  1. Del canibalismo nacionalista mediático ante el triunfo mexicano y ante el técnico Osorio

Habría que agregar a las ideas mágico-azarosas y científico-técnicas de las que habla DaMatta respecto de la relación entre el técnico y el futbol, un comportamiento mediático flexible, acomodaticio y grosero, para con el técnico nacional actual, Juan Carlos Osorio. Debe decirse primero que son intensas y extenuantes las mediaciones televisivas del mundial que se juega ahora en Rusia. Sin duda, se trata del campeonato más “digitalizado” y ”mediatizado” de la historia, lo cual implica que se trate del campeonato que más genera sentidos, interpretaciones, imaginarios y apreciaciones mediadas por los sistemas comunicacionales actuales. Entre pantallas de televisión, computadoras, tabletas y teléfonos celulares estamos viendo el mundial quienes no podemos asistir físicamente a él. Así es como hemos asistido al inolvidable y “ya histórico” uno a cero sobre Alemania del domingo pasado. No es un exceso decir que recordaremos el juego, o más bien el gol pegado a la narración eufórica de Christian Martinoli o al ya intrascendente grito de un PerroBermúdez desgastado, según el canal elegido.

Homero Ávila Landa.

De las voces de esos influyentes narradores de futbol y de esas determinantes televisoras, así como de las cadenas estadunidenses enfocadas en el mercado deportivo latinoamericano (ESPN, FOX Sports, por ejemplo), proviene también el que durante los últimos años Osorio haya estado “en boca de todos” en un sentido negativo. Pues la prensa deportiva en general ha sido más que crítica con el desempeño del colombiano. Los comentaristas y algunos “analistas” han destrozado al técnico nacional en diferentes ocasiones por el accionar del equipo tricolor.

Nodalmente, las críticas se han concentrado en el “sistema de rotaciones” impuesto por el director técnico colombiano, mediante el que propone a los futbolistas jugar más de una posición, haciéndolos salir de zonas de funcionamiento repetida para probarse en otros sitios del campo que demandan al jugador generar otra visión del juego y otro modo de jugar o funcionar; polifuncionalidad que parece requerir de inteligencias móviles y adaptables a situaciones, a espacios y tiempos del juego, incluso a los sistemas que despliegan los oponentes. Método que además promueve una relación solidaria o colectivista al poner a jugar a la mayoría de quienes son convocados y al no garantizar titularidades para nadie.

Esas críticas al técnico nacional tiene fuentes y asideros más allá de los narradores y analistas de futbol, pues ya se sabe que cada fanático es un virtual director técnico de la selección que dirige desde su casa; de manera que no hace falta que nadie nos autorice pensar en mejores maneras de jugar de la selección mexicana. Todo ello desde la comodidad del no compromiso real de dirigir un equipo profesional, pero desde el muy intenso apasionamiento futbolero.

Por su parte, sectores de la afición que asiste a los juegos -¿atizada por los medios y sus comentarios anti-Osorio?- ha manifestado corrientes de consenso que han llevado a corear el enojo que ha clamado la salida de Osorio. Lo que sí logra la mediática periquería opinadora y analizadora del Tri es normar criterios, exaltarlos, fijarlos, modularlos, mediarlos al cabo. Quienes más nos han tenido presente la crítica a Osorio son los medios, los “especialistas” del futbol profesional que salen a cuadro en diferentes medios de comunicación masiva; principalmente quienes aparecen en las dos grandes cadenas televisoras mexicanas. Medios que se han mostrado tan caníbales como oportunistas, tan anquilosadas como propicias a dar “bandazos”. Pues sus opiniones, que disfrazan de conocimiento, seriedad, rigurosidad  y objetividad, no parecen firmes ni necesariamente son hechas por quienes conocen del futbol, pues muchos de esos comentaristas no jugaron siquiera de forma amateur. En cierto modo, con el reciente triunfo de México, ha quedado al descubierto que esa expertis que suponen tener los comentaristas ha sido inútil al pronosticar resultados, amparados, cuando más, en cierta estadística que no es no es ley sino probabilidad; pero ni la probabilidad mínima han sabido sopesar. Pocos veían un México triunfante, cuando más, algunos mostraban sus deseos de que así fuera; lo cual es entendible dado que no hay garantías en el futbol.

Pero para el caníbal nacionalista mediático y para algunos directores técnicos mexicanos, Juan Carlos Osorio ha sido la víctima habitual, por su modo de dirigir y de alguna manera por ser extranjero y “no conocer nuestro futbol”; tantas fueron sus dudas y su nerviosismo, que se coló en varios de ellos la renuncia a una idea de triunfo ante los alemanes y el fracaso en el Mundial; centralmente porque siempre han dudado, criticado, deseado y algunos solicitado a gritos la destitución de Juan Carlos Osorio al frente del Tri. Pero fallaron y ahora ridículamente, mediante bromas, engaños, “olvidos” y dizque argumentos, se han rendido a  Osorio y su equipo técnico no mexicano (¡Qué ofensa!). Enseguida tres botones de la ridiculez mediática mexicana (todos ubicables en Internet):

“Te perdonamos, Osorio”, gritó eufórico del PerroBermúdez al final del juego México vs Alemania el 17 de junio por Televisa.

“¡Todo el mérito del triunfo es de los jugadores, de los jugadores, de los jugadores, de los jugadores, de los jugadores, de los jugadores… No de los colombianos!”, se trabó André Marín en tono fanático y en actitud hooligan, sin dejo alguno de la objetividad que reclaman los comunicadores, y en volumen in crescendo que buscó acallar la opinión más equilibrada de Alberto García Aspe. En Fox Sports.

“¡Contrato vitalicio para Osorio ya!”, pidió Luis García durante la transmisión en TV Azteca del juego, cuando ya México iba ganando; en un oportunismo no falto de humor.

A mí me parece notorio que el futbol mexicano, en tanto fenómeno social que integra sentidos y formas de ser “nacionales” se nos presenta como una forma del canibalismo social cotidiano que se ha naturalizado, un canibalismo nacionalista y machista que se acentúa con cada evento internacional, y más que nada con el Mundial. Un nacionalismo futbolero acrítico, machista y xenofóbico que opera como ventana de la vida social, pues la sociedad en su conjunto no es menos discriminadora ni desigual e injusta; más bien al contrario, en el futbol se reflejan esas estructuras históricas que componen la compleja sociedad mexicana. Tenemos un futbol caníbal en una sociedad con formas caníbales también, que un día crucifica a cualquiera, al director técnico, a los jugadores, y al otro los alaba y medra con ellos. Una fanaticada futbolera caníbal que quema banderas extranjeras o ataca emblemas nacionales de otros países, con unos medios de comunicación como los televisivos que fagocitan los derechos y las libertades, que no sabe de leyes ni luchas, ni de respeto, ni mínimamente de tolerancia, porque no tiene principios ni le importa la historia, y que por eso no ha cambiado sus momentos de humor mundialista basados en chistes machistas, en albures o en los dobles sentidos heteronomativos.

Por ello en esa otra forma de carnaval que son los mundiales me ha dado gusto el triunfo de la selección y de Osorio (así haya sufrido el 7 a 0, o me haya aburrido con algún juego “molero”), un gusto también porque se ha tomado el resultado con mesura y porque no deja de ser inteligente y respetuoso en sus respuestas ante los caníbales mediáticos. En este caso, el del uno a cero contra Alemania, me parece que el técnico le ganó al destino, que el saber técnico se impuso a la suerte para fraguar el mejor resultado en la penosa historia mundialista mexicana. Ello tiene a los caníbales felices, aunque sin credibilidad, y, en muchos casos, sin honor. Así es que el técnico podrá representar la modernidad y tendrá como en el caso mexicano, resultados favorables; pero el canibalismo mediático y nacionalista sigue tan campante como en la antigüedad, y quizá hasta aumentado.

[1]Roberto DaMatta, 2006,“O técnico e o futebol”, en A bola corre mais que os homens, Rio de Janeiro: Rocco, Ciencias Humanas e Sociais.

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