Rully Mendoza Flores: El futbol no tiene la culpa

México no sólo necesita aprender a jugar mejor el fútbol; urge que quiera leer, saber, hacer y compartir

Por Rully Mendoza Flores/ Con el partido de Rusia frente a Egipto, se ha iniciado la segunda de tres rondas de mucho fútbol. Sí, nuevamente se acerca otro día de nerviosismo, euforia, de inundarnos de memes en redes sociales, de relajo mediático y saturación de contenidos en los espacios digitales; esta vez el conjunto azteca medirá fuerzas ante la República de Corea.

En este sentido, asistimos a un escenario en el que todos y todas opinan de todo, sólo basta texteardesde un celular, tableta u ordenador y una cuenta de red social. Los espacios simbólicos digitales no sólo han visibilizado las luchas sociales, noticias alrededor del mundo, sino también, de encuentros y desencuentros de puntos de vista en materia deportiva, política, economía, social, etcétera, sean o no especializados.

En esta libertad de escribir y publicar lo que quiero, porque además se trata de mi muro social; se ha evidenciado una sociedad mexicana que le cuesta aprender y leer, de un perfil que sólo da likey que comparte el titular que más le ha llamado la atención; aquí también se encuentran activistas de escritorio, aquellos/as que cumplen su cuota de compromiso social al compartir notas y artículos con los problemas sociales emergentes de un pueblo.

En efecto, posterior al debut de México en el mundial, los muros sociales en internet se llenaron de contenidos que exaltaban esta histórica victoria, pero al mismo tiempo, se compartían noticias de la concesión de más de 300 cuencas hidrográficas del país a empresas privadas; la separación de niños y niñas de sus padres y madres inmigrantes en la frontera con Estados Unidos; de la nueva clasificación de enfermedades mentales de la Organización de Mundial de la Salud (OMS), en la que la transexualidad perderá la categoría de trastorno psicológico, entre otras notas.

Realidades que han causado revuelo y destapado una ola de participación ciudadana en dichos espacios digitales; ya que se leen comentarios en los que se califica a un deporte [fútbol] como opiode las masas, de que el pueblo está idiotizado con el fútbol y de que interesa más un deporte que lo que acontece en su entorno. No cabe duda que los científicos sociales tienen mucho por hacer en materia de estudios antropológicos, sociológicos, filosóficos del deporte, y escribirlos en un lenguaje inclusivo para que todos y todas podamos comprender lo que está en juego, qué se juega, cómo se juega y por qué se juega.

Después de las ideas anteriores, quiero expresar que el fútbol no tiene la culpa. Existimos personas que hemos aprendido que saber y debatir sobre una actividad deportiva va más allá de conocer sus reglas de juego, sanciones, si se gana o se pierde; aquellos y aquellas que compartimos que un deporte también muestra otras dimensiones y que necesitan de un pensamiento riguroso y disciplinado para comprenderse.

Rully Mendoza Flores.

El fútbol entonces, va más allá de 22 jugadores/as que corren y disputan un balón; como objeto de estudio social, el fútbol ha dado para entender las construcciones de identidades socioculturales de pueblos, ciudades y países, así como comprender aristas de la modernidad, sus dimensiones culturales, políticas y económicas.

Este deporte que se juega con los pies, pero que se piensa con el cuerpo entero, ha dado muestra de cómo ser mediación entre naciones en conflicto o tensión, nos ha dado cátedra de cómo las marcas de empresas transnacionales se guardan en nuestras memorias y hasta del por qué quiero gritar el gol de México, aun cuando sé que nuestro fútbol tiene mucho que aprender.

Así pues, el mundial, súper tazón, una abierto de tenis mundial o un evento de fórmula uno, tienen otras dimensiones que se estudian desde miradas científicas. Aquí mismo, en este espacio han escrito personajes que han realizado estudios antropológicos del fútbol como lo es el destacado antropólogo Andrés Fábregas, de quien se puede disfrutar “Lo sagrado del rebaño: el fútbol como integrador de identidades”.

En la obra antes citada, se puede apreciar desde una etnografía profunda que nos traslada a un domingo futbolero en la megalópolis tapatía de Guadalajara, hasta un análisis donde comprende las dinámicas económicas y mercantiles del fútbol y los rituales que dotan de sentido a este deporte.

No cabe duda, el fútbol no tiene la culpa. Las necesidades y problemas sociales que asechan a nuestro entorno, van más allá de “perderse” durante lapsos de tiempo en los 30 días que tardará esta justa mundialista, pues se debe re-pensar que existen grupos de aficionados, seguidores y gustosos del deporte que tienen capacidad de agencia, es decir, de elegir, pensar, decir y hacer.

Finalmente, México no sólo necesita aprender a jugar mejor el fútbol y a tomarse enserio las concentraciones sin hacer fiestas que sólo evidencian las prácticas discursivas machistas, xenofóbicas y de albures heteronormativos, como ya lo dijo en otro artículo de esta saga Homero Landa, “tenemos un fútbol caníbal en una sociedad con formas caníbales”.

Sino también, necesita querer aprender, querer leer y querer hacer. No habrá cambios en los entornos sociales con el simple hecho de cumplir con la tarea de compartir en los muros digitales. Los movimientos sociales, las luchas por los derechos humanos, la legalización del aborto en Argentina, los derechos de las mujeres se han ganado en las calles y espacios públicos, mismo que se resignifican como territorios de tránsito de los conflictos, tensiones y rupturas entre las pugnas, descontentos sociales y el ejercicio del poder sobre los cuerpos de quienes se manifiestan.

Por ello y mucho más, el fútbol, no tiene la culpa.

 

 

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